Dank seiner Fähigkeit, sich als Alternative zur herkömmlichen Politik darzustellen und aus den Fehlern seines Gegners, Jorge Quiroga, Nutzen zu ziehen, konnte Evo Morales bei den Wahlen vom 18. Dezember 2005 einen überwältigenden Triumph erzielen. Zu diesem Ergebnis trugen auch der Aufstieg ähnlicher Führungsfiguren in anderen Ländern der Region und seine Zugehörigkeit zur Antiglobalisierungsbewegung bei, die seinen Wahlsieg als eigenen Erfolg feierte. Morales’ Regierung steht trotzdem vor vielen Herausforderungen, was sie zu einem ständigen Dialog mit den Regionen, den politischen Parteien und dem Parlament zwingen wird.

El artículo analiza primero la situación política prevaleciente en Bolivia antes de las pasadas elecciones generales de junio de 2002. Desde 1985 se había ido afirmando un sistema de partidos compuesto por tres agrupaciones «tradicionales» y otras dos «neopopulistas». Una serie de transformaciones producidas en la sociedad boliviana en cuanto a la percepción de la política y los cambios globales, pero también diversas incidencias en la vida partidaria de las agrupaciones, desembocaron en el cuadro reflejado en estas últimas elecciones presidenciales, que muestran una configuración inédita del sistema político y nuevas formas de representación.

Durante 1992, esto es, en el momento de celebrar o cumplir los 500 años de encuentro o de «encontronazo», que otros prefirieron llamarlo año 499 «bis» para evitar toda la carga ideológica contenida, Bolivia tuvo que vivir la simultaneidad de dos fenómenos: por un lado, el sopor o aburrimiento de la estabilidad económica y, por otro, algunas novedades que de modo equívoco fueron entendidas como «sorpresas» políticas.

El contexto internacional presenta síntomas conjuntos - en los últimos lustros - de profundas revisiones en el pensamiento de izquierda y de un giro generalizado a la derecha, o más a la derecha, en distintas partes del mundo. América Latina no ha escapado a este fenómeno, incluida Bolivia. El rescate y revalidación de la democracia representativa, característicos de la reconquista de espacios democráticos en Argentina, Brasil, Uruguay y otros países de la región, no fueron acompañados por el advenimiento de mejoras económicas para los sectores populares. El rol asistencial del Estado se vio disminuido, a la par que se fortalecían los apoyos a la empresa privada, a las exportaciones y a los ahorros de personal en instituciones y empresas del sector público, cuando éstas no fueron desmanteladas. El papel del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial no ha sido nada desdeñable en este marco, donde el neoliberalismo económico autoritario se acompaña de tibias declaraciones en pro de la consolidación democrática de nuestros países.

¿Qué duda cabe sobre la existencia de crisis económica de una sociedad cuando ésta sufre una inflación galopante, cercana de 11.000 por ciento? ¿Quién puede afirmar que el Estado no está erosionado cuando su signo monetario no posee credibilidad? El peso boliviano no cumplía ­ hacia 1984-1985 - la función de depósito de valor ni la de dinero-crédito; cuando más, y con demasiada dificultad, operaba como medio de circulación. Estos hechos confirman que la sociedad, al desconfiar de su moneda, a la par lanza miradas dubitativas sobre su propio Estado.