La elección del cantante Michel Martelly como presidente de Haití fue un hecho inesperado, en medio de la incierta reconstrucción del país después del devastador terremoto de 2010. El nuevo gobierno deberá lidiar con un país –y un Estado– casi destruidos, con la presencia de una fuerza militar de la Organización de las Naciones Unidas (onu) y aún preso de la agobiante herencia de medio siglo de desgobierno que incluyó la larguísima dictadura de los Duvalier, además de los militares y Aristide. Así, el nuevo mandatario enfrentará enormes desafíos, en el marco de una cuestionada estrategia de cooperación de la «comunidad internacional», que debería aumentar sus efectivos civiles, enfocarlos hacia la ayuda para el desarrollo y definir un plan de salida del país.