\"En la poesía, en cuanto a temas jamás habrá una jerarquía, tan licito es escribir sobre la dictadura como de una flor; la poesía no tiene ninguna responsabilidad política\". Esta especie de declaración de principios fue emitida por los muchachos que integran el Taller Urbano de Poesía de la Zona Oeste de Santiago. Antes de llegar a ella tuvieron un largo proceso creativo y de reflexión que los condujo a una convicción vital: \"La única opción política contingente siempre será la lucha por la libertad de creación\". Su propuesta intenta desnudar los prejuicios y normas que rigen la sociedad chilena actual y que, según ellos \"asesinan paulatinamente el poder de la imaginación, ya sea empleando la tecnología, las armas o la enseñanza\". Se preguntan: \"¿Qué le queda al pueblo ante esta desigual confrontación?\" Y responden: \"Luchar por personalizar su imaginación mandando a paseo los esquemitas doctrinarios dogmatizados por un sinnúmero de fanáticos que dicen ser \'la voz del pueblo\'. En ese instante, se producirá una verdadera y auténtica liberación, pues, para construir una sociedad más justa no sólo bastará saciar el estómago sino que habrá que desarrollar una imaginación desbordante\".

Cuando todavía muchos medios artísticos y de comunicación estaban censurados después del 11 de septiembre de 1973, el teatro chileno independiente fue el primero que hizo oír su voz, desde pequeñas salas y modestos escenarios. Trabajadores, cesantes, subempleados, mujeres pobladoras, artesanos, prostitutas, estudiantes y familias populares completas comenzaron a ser los personajes centrales de estremecedoras obras de teatro. Marginados de una participación real en la última década, esos personajes con su pequeña y cotidiana historia, se elevaron a la categoría de héroes y heroínas no sólo en la vida del país, sino en muchas piezas escritas por dramaturgos o ideadas en creación colectiva por grupos de actores, estudiantes o pobladores.