Durante las últimas semanas, Croacia parece haber vuelto a estar en el candelero de la información. Espectadores de todo el globo manifestaron su apoyo al seleccionado capitaneado por Luka Modrić y aplaudieron las expresivas apariciones de la presidenta del país durante la final de la Copa del Mundo. Para algunos, la final del Mundial contra Francia enfrentaba al «débil» contra el «fuerte». Sin embargo, en Croacia el fútbol tiene una dimensión política que no necesariamente responde a ese estereotipo. El nacionalismo católico, las reminiscencias de la vieja Yugoslavia Socialista, los escándalos de corrupción y la discriminación a otras minorías étnicas y a otras nacionalidades, también forman parte del complejo mapa futbolístico del país. Y, aunque parezca extraño, muchos jugadores del seleccionado están implicados en estos asuntos.