Entrevista

Una costosa política ficticia

Entrevista a Hans Mathieu


marzo 2017

Las polémicas medidas de Donald Trump tendrán consecuencias para México. Hans Mathieu analiza cuáles podrían ser las más importantes.

<p>Una costosa política ficticia</p>  Entrevista a Hans Mathieu

Donald Trump ha ordenado construir un muro a lo largo de la frontera de los Estados Unidos con México para terminar con la inmigración ilegal y el tráfico de drogas a través de dicha frontera. El fin de semana volvieron a salir a la calle miles de personas en México por este motivo. Trump insiste en que México pagará el muro. ¿Logrará sus objetivos?

El muro ordenado por Trump es, ante todo, política simbólica. México y su presidente, Enrique Peña Nieto, le vienen aquí de perillas a Trump: para, en primer lugar, ganar votantes en la campaña electoral y, luego, contentarlos con una política ficticia tan ineficaz como costosa. Trump ha logrado manipular prácticamente a su antojo al débil presidente y a la opinión pública de México debido al complejo de inferioridad de los mexicanos con respecto a los Estados Unidos.

Aproximadamente un tercio de los 3.200 kilómetros de frontera entre México y los Estados Unidos ya está «protegido» por muros, cercos o puestos de control vehicular. Las patrullas que vigilan la frontera fueron ampliadas en los últimos años. Sin embargo, los 22.000 policías de la Patrulla Fronteriza no pueden impedir por sí solos todos los cruces ilegales del lado asegurado de la frontera. Algunas partes de la frontera están situadas en zonas desérticas o montañosas de difícil acceso en las que la construcción de un muro o de la infraestructura necesaria para las patrullas sería extremadamente costosa. Además, el cruce de estas zonas entraña elevados riesgos para los inmigrantes ilegales. Según estimaciones, en los últimos 15 a 20 años perecieron durante el cruce entre 6.000 y 11.000 inmigrantes. El mismo Trump no desea construir ningún muro en estas regiones: dice que un muro reemplazaría a las actuales fortificaciones y las ampliaría a unos 1600 km.

¿Cuánto costaría un muro?

Si Trump quisiera realmente construir un muro técnicamente perfecto para estos 1.600 km de frontera, los costos estimados ascenderían a unos 40.000 millones de dólares. El mismo Trump habló de ocho a doce mil millones de dólares, lo cual alcanzaría solo para muros y cercos técnicamente incompletos. Los costos del personal extra que se necesitaría y del equipamiento de la Patrulla Fronteriza no están incluidos en estos cálculos.

¿Y qué efecto tendría el muro?

El efecto del muro sería, en el mejor de los casos, marginal. Las drogas ingresan ilegalmente a los Estados Unidos fundamentalmente en camiones por los pasos fronterizos. Y estos pasos son cruzados cada año por aproximadamente 350 millones de personas y cinco millones de camiones y autos. El resto es transportado por el túnel del cartel de Sinaloa, en embarcaciones a lo largo de la costa y ocasionalmente en aviones. En la actualidad ingresan cada año en los Estados Unidos unos 500.000 inmigrantes con una visa legal, pero no se vuelven y se transforman, así, en inmigrantes ilegales. La misma cantidad cruza, según cálculos actuales, la frontera ilegalmente, sin visa. El muro limitaría, según su extensión, en mayor o menor medida este cruce ilegal por la frontera.

¿Cómo es la situación de los inmigrantes ilegales en los Estados Unidos?

La cantidad de inmigrantes que viven ilegalmente en los Estados Unidos se estima actualmente en unos once a doce millones; aproximadamente la mitad, entre cinco y seis millones, son mexicanos. La cantidad de ciudadanos estadounidenses de ascendencia mexicana se estima en unos 30 millones y la de inmigrantes en los Estados Unidos que nacieron en México, en poco más once millones. De estos, aproximadamente la mitad vive ilegalmente en los Estados Unidos. La inmigración neta de mexicanos a los Estados Unidos se ha invertido desde la crisis económica de 2008/2009: en los últimos años son más los mexicanos que regresan de los Estados Unidos que los que intentan llegar allá ilegalmente. La inmigración ilegal neta desde México a los Estados Unidos está hoy conformada principalmente por inmigrantes de América Central, cuya cifra superó en 2015 por primera vez a la de los mexicanos ilegales. Los expertos suponen que el muro propuesto por Trump, si bien podrá dificultar la inmigración ilegal desde México por vía terrestre, no podrá limitarla sustancialmente. Si bien el regreso de inmigrantes por la frontera suele deberse a los muros, cercos y puestos de control vehicular construidos desde 2006, el principal motivo podría haber sido la crisis económica en los Estados Unidos. En 2005 fueron capturados 1,5 millones de inmigrantes ilegales en la frontera.

¿Los efectos no serían entonces tan tremendos como los expone Trump?

En términos generales, el muro tendrá, en el mejor de los casos, escaso efecto en la inmigración y el tráfico de drogas desde México a los Estados Unidos, y con una relación costo-beneficio extremadamente mala. Es por ello que resulta también probable que la construcción del muro sea al fin de cuentas una serie de actos de inauguración de efecto propagandístico. Queda claro que México no pagará eso mediante una transferencia al gobierno de Trump. Trump opina que se hará pagar a México simplemente mediante elevados impuestos a los productos importados —lo que realmente creen muchos—, a pesar de que a ambos lados de la frontera haya economistas que señalan que, en ese caso, quienes pagarán el muro serán los consumidores estadounidenses, por tener que pagar precios mayores.

Trump amenaza a México con aranceles aduaneros punitivos y una rescisión o renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). ¿Cuán grande es realmente la amenaza para México?

La amenaza para México es real pero, debido a la fuerte interdependencia económica de ambos países, las medidas anunciadas tendrán también efectos negativos para los Estados Unidos. Casi el 80 por ciento de las exportaciones de México, especialmente de la industria manufacturera, van a los Estados Unidos. Si bien México tiene más de 40 tratados de libre comercio con otros países, solo es competitivo en el resto de América Latina. Pero allí los llamados tratados de libre comercio son más bien «tratados de limitación del comercio», especialmente en la industria automotriz. México no es competitivo en Europa ni en Asia. México no tiene el personal especializado ni las capacidades en investigación y desarrollo para poder conquistar allí pociones del mercado con productos innovadores y alta productividad. Y los productos hechos gracias a salarios reducidos llegan a Europa desde Europa del Este o Asia, y a Asia de la región misma. Como consecuencia, las multinacionales que controlan las industrias exportadoras líderes de México ven a México como plataforma de exportación para los Estados Unidos. Las cadenas de valor han sido optimizadas apuntando al mercado estadounidense. En la industria automotriz, un 40 por ciento, en promedio, de la creación de valor de un automóvil vendido en los Estados Unidos pero montado en México proviene de los Estados Unidos.

¿Qué significa esto?

Significa que, si bien Trump puede amenazar con grandes reducciones de la producción para exportar a los Estados Unidos, poner en práctica esas amenazas dañaría la propia economía del país. En el corto plazo, las importaciones desde México no pueden ser reemplazadas por producción de los Estados Unidos, de modo que la reducción de las exportaciones mexicanas a los Estados Unidos tendrá como consecuencia también una reducción de las exportaciones de los Estados Unidos a México, además de que la demanda sería cubierta con importaciones desde otras regiones a precios mayores. O sea, perderían ambos países. En el mediano plazo, por cierto, las exportaciones de México —y otros países— a los Estados Unidos podrían ser reemplazadas por producción local, pero esto también sería pagado, con precios crecientes, por los consumidores estadounidenses.

¿O sea que el votante típico de Trump no sacaría ningún beneficio?

Los votantes que Trump pudo sacarles a los demócratas en las viejas regiones industriales, como el caso de Pensilvania, sacarán poco provecho de esto. Las nuevas fábricas se construirán no allí sino en el sur de los Estados Unidos, donde los sindicatos son débiles o están ausentes. Además, debido a la automatización y al cambio tecnológico, requerirán mucha menos mano de obra que la que requería antes la industria manufacturera en el rust belt (cinturón industrial) de los Estados Unidos. Pero para llevar adelante esas políticas Trump debería no solamente anular el TLCAN sino también romper o rescindir las reglas de la OMC, ya que los derechos arancelarios que estas permiten prácticamente no limitarían las exportaciones de México —y otros países— a los Estados Unidos. Como el peso mexicano ha perdido desde 2014 aproximadamente el 40 por ciento de su valor frente al dólar, los productos mexicanos seguirían siendo competitivos en los Estados Unidos incluso si Trump llevara a la práctica su amenaza de gravar con un impuesto del orden del 20 o el 30 por ciento las importaciones de, por ejemplo, automóviles mexicanos.

Trump ha anunciado que deportará a México en el corto plazo hasta 3,5 millones de mexicanos ilegales. ¿Qué debemos pensar?

Esto traería como consecuencia una crisis social y, posiblemente, también una crisis política en México. Hay que tener en cuenta que los que regresen o bien no encontrarían trabajo o bien les quitarían el trabajo a sus compatriotas. Esto afectaría también a los Estados Unidos, ya que una parte de la agricultura estadounidense depende de los trabajadores rurales ilegales mexicanos, baratos y expuestos a la explotación.

Ante este estado de cosas, la reacción de la economía de los Estados Unidos es una mezcla de serenidad y resistencia. Los sectores afectados de la agricultura están nerviosos, pues les gustaría seguir contratando inmigrantes ilegales. Las empresas de la industria manufacturera, por el contrario, mantienen la calma. Hacen concesiones simbólicas ante la política simbólica de Trump, pero los cambios en sus inversiones son o bien marginales, o bien son inversiones que de todos modos ya estaban descartadas. Hasta que se haya aclarado qué están negociando realmente Trump y el gobierno mexicano, prácticamente no habrá nuevas inversiones.

¿Qué persigue Trump con esta política?

Para Trump, lo importante no es México. Posiblemente no entienda que toda crisis que provoque en México daña también la economía y a los ciudadanos estadounidenses, si bien no en la misma medida. Pero es más probable que lo que esté haciendo aquí sea también política simbólica. Parece apostar a que sus votantes y seguidores no entiendan estas complejidades. Al igual que los populistas en América Latina, desde Juan Perón hasta Hugo Chávez, Trump construye un mito político de salvación que, en el corto plazo, satisface las expectativas de salvación pero que en el mediano y largo plazo lleva a una catástrofe económica y social. Es posible que tenga la esperanza de que una posición dura frente a México le dé ventajas en la negociación frente a los dos países que tienen los mayores superávits de balanza comercial con los Estados Unidos pero cuyo poder político es incomparablemente mayor al de México: China y Alemania.

¿Por qué Trump eligió justo a México?

Debido a su cercanía con los Estados Unidos y su papel como principal país generador de migración ilegal y drogas con destino a los Estados Unidos, México es una víctima apropiada para Trump. Muchos votantes a los que Trump puede atraer, sienten que los inmigrantes y las drogas son una amenaza. Esto es potenciado por la imagen de un país que es controlado por políticos corruptos y barones de la droga: percepciones que tienen su origen en la profunda crisis de la política, las instituciones políticas, la seguridad y el Estado de derecho en México. Tampoco el país puede defenderse, ya que en la actualidad la economía mexicana no puede desacoplarse de los Estados Unidos. Así fue que durante la campaña electoral Trump pudo utilizar a México ante sus votantes como pantalla donde proyectar todas las amenazas externas que estos sentían. Y desde su visita a México durante la campaña electoral, puede humillar y manipular a su antojo a una vasta porción de la élite política de México. De este modo, Trump muestra a sus votantes poder de decisión y compensa, en representación de ellos, su bronca y su humillación. Así, las relaciones entre los Estados Unidos y México están destrozadas. A los mexicanos no les queda más que la esperanza de que durante las próximas negociaciones Trump se muestre abierto a argumentos racionales.

¿Qué opciones tiene México para reaccionar ante Trump?

La solución para México constaría de una estrategia de desarrollo que apueste a grandes inversiones en infraestructura, capital humano, investigación y tecnología y a una reorientación de sus relaciones comerciales a América del Sur, Asia y Europa. Como la economía privada no está preparada y no puede aún hacer tal cosa, el gobierno debería tomar aquí las riendas. Para eso sería necesario una amplia reforme impositiva. Como condición, a su vez, debería combatirse efectivamente la corrupción y restaurarse un Estado de derecho que funcione.

¿Cuán realista es un escenario como este?

Esta reorientación no vendrá del gobierno actual. No solo carece de toda legitimidad sino que, además, está demasiado ligado a los principios fundamentales que han regido hasta ahora la política y la economía mexicanas. A tal punto, que en los últimos meses el presidente Peña Nieto se comportó ante Trump como un conejo frente a una serpiente. En lugar de visitar Brasil, la Argentina y los países de la Alianza del Pacífico (Colombia, Perú y Chile) inmediatamente después de las elecciones, para negociar así lo más rápido posible la integración de México en América del Sur, esperó que Trump lo invitara a Washington. Y cuando Trump, mediante una orden ejecutiva, retiró a los Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico, Peña Nieto no voló de inmediato a Pekín para negociar la participación de México en la alianza alternativa impulsada por China.

En las elecciones presidenciales de 2018 todos los pronósticos hablan de una derrota del candidato del PRI, el partido de Peña Nieto. Quien tiene actualmente las mayores probabilidades de ganar es el nacionalista Andrés Manuel López Obrador, populista de izquierda. Si bien de él puede esperarse que reoriente en cierta forma la política mexicana, esto sería más bien un retorno al pasado glorificado. Independientemente de quién triunfe, en la política mexicana no se distingue todavía ninguna constelación política que le pueda poner fin a la corrupción de la clase política, reconstruir un Estado de derecho que funcione y seguir una estrategia de desarrollo con perspectivas de futuro.

Hans Mathieu es el actual representante de la Fundación Friedrich Ebert (FES) en México.

Traducción: Carlos Díaz Rocca

http://www.ipg-journal.de/interviews/artikel/teure...

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