Un gol lleno de deudas. Uruguay, el futbol y todo eso
Nueva Sociedad 100 / Marzo - Abril 1989
«Con un abono de 4.000.000 de dólares sobre la deuda externa brasileña fue vendido Romario Farías, astro del fútbol de Brasil, al equipo campeón holandés PSV Eindhoven. Como lo señalara el Jornal do Brasil, la firma holandesa Philips pagó esa suma por el delantero de 24 años de edad con un crédito contra el Banco Central brasileño. Este había sido adquirido previamente por la Philips en el mercado de títulos de la deuda con un descuento de un 25 por ciento». (Información del 22.10.88) Isla de Flores. Una calle de Montevideo no muy lejos del centro. La tarde está avanzada, el calor ha descendido un tanto. Los escasos conductores de vehículos deben disminuir la velocidad en algunos trechos y moverse como si se tratara de un slalom. Por delante hay chicos que corren tras una pelota. Los balones, en su mayoría, están arrugados, blandos o aplastados; los largos años de lucha callejera han terminado, efectivamente, por quitarles el aire. Dos piedras marcan el arco. Las horas pasan sin que decline el ritmo del juego. Los retoños juegan hasta bien entrada la noche corriendo tras los pases; los faroles callejeros reemplazan los focos del estadio. Gritos y llamadas acompañan la batahola. «Peñarol», «Nacional» o «Aguirre». Los chicos se identifican con sus clubes preferidos, se ponen nombres; nombres que recuerdan a los grandes «teams». Los nombres dependen de la coyuntura: algunas veces serán los «aurinegros» de Peñarol, otras los «tricolores» del Nacional - los dos grandes clubes uruguayos, que llevan la voz cantante, allá en la cima - o toman el nombre del que se está batiendo con éxito en una Copa nacional o internacional. Pero en la mayoría de los casos, los niños son cabalmente «hinchas» de los clubes tradicionales. Tal como lo son sus padres, de por vida.