Entrevista
abril 2022

Una socialdemocracia de cara a las crisis del siglo XXI

Entrevista a Martin Schulz

¿Cuáles son los desafíos del nuevo gobierno de coalición alemán liderado por los socialdemócratas? ¿Cuál es la situación del socialismo democrático europeo y cómo puede combatir el auge de la extrema derecha? ¿Cómo se perciben, desde el espacio progresista europeo, los actuales procesos de cambio en América Latina? Martin Schulz, presidente de la Fundación Friedrich Ebert y ex-presidente del Parlamento Europeo y del Partido Socialdemócrata Alemán, plantea sus respuestas a estos interrogantes en esta entrevista realizada en su reciente viaje a Brasil, Argentina y Uruguay.

<p>Una socialdemocracia de cara a las crisis del siglo XXI</p>  Entrevista a Martin Schulz

El Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) ha formado gobierno con los verdes y los liberales tras años de participar en una Gran Coalición con los conservadores. ¿Cuáles son los principales retos de este nuevo gobierno de coalición? ¿Qué impronta progresista puede darle el actual canciller Olaf Scholz al gobierno?

El acuerdo de coalición tiene tres desafíos principales. El primero es la lucha contra el cambio climático. El segundo es profundizar la integración de la Unión Europea y la cooperación de los Estados miembros de esa institución. Al mismo tiempo, resulta imperioso fortalecer otras instituciones multilaterales, especialmente las Naciones Unidas. El tercer objetivo es equilibrar la situación social. Incluso en un país rico como Alemania, existe una disparidad social, y la prioridad de un gobierno progresista debe ser reducir esa brecha. El canciller Olaf Scholz tiene, por lo tanto, grandes retos por delante. El gobierno de coalición tiene objetivos que cumplir y estoy convencido de que podrá llevarlos a buen puerto.

Los partidos socialdemócratas han recuperado el poder en algunos países europeos, consiguiendo gobernar en amplias coaliciones con verdes y liberales como en el caso alemán, en coaliciones con fuerzas de la «nueva izquierda» como en España, e incluso gobernando en solitario como en Portugal. En otros países, como Francia, los socialdemócratas han perdido relevancia. En resumen, el panorama varía mucho de un país a otro. ¿Cómo ve la situación política de la socialdemocracia europea?

Para responder a esta pregunta quisiera agregar algo lo que dije al responder a su inquietud anterior y retomar su planteo de hasta qué punto el canciller Scholz y el Partido Socialdemócrata Alemán pueden implementar los proyectos previstos en este acuerdo de coalición. Uno de los puntos más importantes, teniendo en cuenta que su pregunta ya describe la realidad heterogénea de los partidos socialistas y socialdemócratas en Europa, es que existe un elemento común en todos los países de Occidente: el poder creciente de los extremistas y los populistas de derecha. La coalición alemana actual permite reducir el poder de esas corrientes. 

Los socialdemócratas y los verdes tienden a poner como prioridad las necesidades sociales de los ciudadanos y la sostenibilidad ambiental que precisa el país. Uno podría pensar que esto quizás no es tan compatible con los puntos de vista de los liberales. Sin embargo, los liberales son profundamente importantes porque representan a un partido que defiende con firmeza la democracia, el respeto a las instituciones y la defensa de las normas constitucionales. Y los socialdemócratas también lo hacemos. Para nosotros, esos principios democráticos no son negociables. Este es un punto de partida común para los socialistas y socialdemócratas del continente.

Efectivamente, tal como usted plantea, los socialdemócratas estamos gobernando en una buena cantidad de países. En algunos de ellos, como en los escandinavos, se trata de gobiernos en minoría, dirigidos todos ellos por mujeres jóvenes, lo que constituye una novedad muy auspiciosa de este tiempo. En Alemania estamos liderando un gobierno de coalición, como también lo están haciendo los socialistas españoles. En Portugal, el Partido Socialista no solo gobierna, sino que también se ha fortalecido profundamente en el último proceso electoral. Y en todos estos casos el desafío principal sigue siendo el que he planteado: luchar contra la creciente extrema derecha. Mi sensación es que la lucha contra la extrema derecha podría permitirnos recuperar un proyecto común, un proyecto socialdemócrata europeo que vaya más allá de los asuntos que cada uno de nuestros partidos deba resolver en su propio país. Precisamos, entonces, articular ese proyecto compartido.

Usted mencionaba el crecimiento de la extrema derecha. ¿Por qué cree que estas fuerzas «iliberales», como las que hoy gobiernan países como Hungría o Polonia, han ganado fuerza? ¿Qué posición pueden adoptar los socialistas y los socialdemócratas allí donde gobiernan para reducir el poder y la influencia de estas formaciones políticas?

Una de las razones del ascenso de las extremas derechas se debe, en mi opinión, el fracaso relativo de algunas de las políticas adoptadas por los partidos socialistas y socialdemócratas. Si se observa el programa de algunas de las fuerzas de extrema derecha, uno encontrará que proponen una serie de medidas sociales que tienden a proteger a los ciudadanos comunes: la defensa del salario mínimo y el apoyo para el sustento familiar son buenos ejemplos de ello. Por supuesto, lo hacen de un modo completamente distinto al que plantea la izquierda, dado que apelan al nacionalismo, a instintos bajos y a posturas discriminatorias y xenófobas. Sin embargo, con esa supuesta defensa de la «gente común» han logrado desarrollar un fuerte crecimiento político. ¿Y qué es lo que sucede en nuestro espacio? Qué mientras la derecha habla para los ciudadanos comunes, en la izquierda buscamos discutir todo. Discutimos política de identidad, discutimos relaciones internacionales, discutimos de grandes temas globales, pero rara vez hablamos del sentimiento de aquellas personas que luchan día a día por sobrellevar una vida difícil y dura. 

Seamos honestos: la izquierda perdió el vínculo con estas personas, mientras que los extremistas de derecha han conectado con ellas y han explotado sus sentimientospero los socialdemócratas sabemos que el proyecto que encarnan no es bueno para la ciudadanía. Los socialistas y socialdemócratas compartimos la vida de esas personas, pero muchas de ellas ya no parecen estar interesadas en nuestros puntos de vista como lo estaban en el pasado. Por lo tanto, el principal desafío de la izquierda es el de reconectar con esa porción de la ciudadanía que solía acompañar nuestro proyecto y que ha virado a opciones asociadas al populismo de derecha. Debemos escuchar sus frustraciones y sus necesidades y hacer viable que un programa progresista atienda seriamente las preocupaciones de esa gente trabajadora a la que nos sentimos ligados. La campaña que realizó nuestro partido, el SPD, puso de relieve esa necesidad. No es casual que el lema haya sido «Respeto». El respeto por la vida de cada ciudadano y de cada ciudadana tiene que estar en consonancia con las cargas que esas mismas personas tienen que afrontar. Creo que el éxito de la socialdemocracia alemana es que nos enfocamos en ser un partido de izquierda que defiende los intereses de los ciudadanos comunes. Los socialistas y socialdemócratas tenemos éxito cuando dialogamos sinceramente con los problemas reales de la ciudadanía.


¿Qué papel cree que debe jugar la Alianza Progresista, la organización internacional por la que ha apostado su partido tras la crisis de la Internacional Socialista, en el mundo actual?

Seamos honestosla Internacional Socialista no solo está en crisis, ya ni siquiera existe. Según mi perspectiva, esto es realmente una pena. Pero es por ello por lo que hemos creado la Alianza Progresista. Antes de comenzar la entrevista, usted me recordaba los tiempos en los que la Internacional Socialista jugaba un papel relevante en la izquierda y en la política internacional: eran los tiempos de Willy Brandt, de Bruno Kreisky, de Mario Soares, de François Mitterrand, entre tantos otros. Si miramos con detenimiento aquellos tiempos, verificaremos que los socialistas democráticos tenían algunos objetivos comunes realmente importantes. Uno de ellos era acabar con una forma de desarrollo en la que el Norte rico se beneficiaba de la pobreza del Sur. El diálogo Norte-Sur, como fue llamado en su momento, buscaba equilibrar las relaciones internacionales y era asumido como un objetivo común por los distintos socialistas y socialdemócratas del mundo. ¿Por dónde pasa hoy la clave para el crecimiento del socialismo democrático y desde donde puede trabajar una organización como la Alianza Progresista? Por combinar la defensa del medio ambiente, la lucha por la igualdad de oportunidades el mundo digital y, por supuesto, por controlar el creciente poder de las empresas y compañías multinacionales y globales, que son hoy parcialmente más poderosas que los propios países soberanos. Estos tres elementos podrían unirnos, podrían aportar claves para la socialdemocracia y auspiciar un futuro diferente. Sobre esa base debe trabajar la Alianza Progresista.

Se trata, entonces, de controlar un capitalismo que se ha desbocado...

Exacto. Se trata de un capitalismo que se encuentra fuera de control que se despliega en un mundo globalizado. La globalización económica no tiene reglas, pero necesitamos que la tenga. Y para ello son necesarias las instituciones. No alcanza con las políticas nacionales, sino que son necesarias las instituciones multinacionales y multilaterales. Los socialistas y los socialdemócratas estamos dispuestos a cooperar en este sentido.

Hace exactamente 75 años, el entonces líder del SPD, Kurt Schumacher, expuso sus ideas sobre la Europa de posguerra y, con un fuerte compromiso con el europeísmo, afirmó que la principal responsabilidad de las fuerzas socialistas democráticas era construir un continente de cooperación y progreso basado en la democracia y la justicia social. Durante muchos años, usted ha sido presidente del Parlamento Europeo en representación de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas. ¿Qué significa hoy la idea de Europa para usted y su partido?

Mire lo que está pasando en Europa y obtendrá la respuesta. Rusia está invadiendo Ucrania. Con su Ejército está destruyendo ciudades y asesinado a la gente. ¿Usted cree que una estrategia militar similar a la rusa es posible dentro de la Unión Europea? Eso, dentro de nuestro espacio, es estructural, política y culturalmente imposible. Tomemos, por ejemplo, a los dos Estados miembros más grandes de la Unión Europea: Alemania y Francia. Ambos países tienen una historia común sangrienta, una historia de conflictos, una historia de discordias que se sostuvieron durante siglos. Pero hoy es impensable cualquier conflicto de ese orden. Los partidos democráticos de Alemania así lo entienden. Y el SPD tiene las cosas muy claras en ese sentido. En 2017, cuando negocié un acuerdo de coalición con la ex-canciller Angela Merkel, el primer capítulo del acuerdo fue sobre Europa. Y lo mismo ha sucedido ahora, en la negociación de gobierno encarada por el SPD y el actual canciller Olaf Scholz con verdes y liberales. Para nuestro partido, Europa es una prioridad. Reforzar y profundizar la cooperación europea es el mejor instrumento para defender un futuro en paz para nuestros hijos.

En América Latina el progresismo también está recuperando poder. Este año Gabriel Boric se convirtió en presidente de Chile y en Brasil el ex-presidente Luiz Inácio Lula Da Silva podría volver al poder. ¿Cuál es su perspectiva sobre estos procesos latinoamericanos?

Estoy muy esperanzado con un triunfo de Lula en las elecciones presidenciales y con su posible regreso a la presidencia de Brasil, así como estoy complacido por el triunfo de Gabriel Boric en Chile. Boric es una fuente de optimismo para todas las personas de izquierda, es un joven que entiende estos nuevos tiempos y que tiene una visión de futuro muy clara. Su perspectiva es, además, generacional. Ha traído aire fresco a la izquierda democrática. Su triunfo contra un candidato de la extrema derecha es también una señal de esperanza para Lula, que debe enfrentar también a alguien que expresa a esa misma tendencia política y que, lamentablemente, está ahora mismo en el poder. 

Si Lula triunfa sobre Bolsonaro, Brasil volverá a la escena internacional como un país fuerte, que apoya las soluciones multilaterales y la cooperación pacífica. Eso implicará un cambio radical frente a una extrema derecha que se ha caracterizado por destruir las instituciones nacionales e internacionales y los órganos independientes como la propia Justicia. Si Lula vence a Bolsonaro tendremos la evidencia de que la izquierda puede defender con éxito la democracia y devolverle a un país tan importante como Brasil el lugar que le corresponde en la arena internacional. Por lo tanto, al igual que el triunfo de Gabriel Boric –que también se produjo frente a una fuerza de extrema derecha que cobró relevancia en un país que ha sufrido en el pasado una dictadura brutal y sangrienta como la de Augusto Pinochet–, el triunfo de Lula será de una enorme trascendencia. Veo, por lo tanto, estos procesos de la izquierda con ilusión y los considero claves para la recuperación del progresismo a escala mundial.

Recientemente, Nueva Sociedad ha realizado una encuesta que ha revelado que la mayoría de los latinoamericanos considera que la relación con la Unión Europea es una prioridad para la región. ¿Cómo ve la Unión Europea su relación con América Latina?

Me encantaría que una encuesta realizada en Europa arrojara resultados similares a los que ha dado la realizada por Nueva Sociedad. Me gustaría que la mayor parte de los europeos expresaran que la relación con América Latina es un elemento clave para nuestras vidas y nuestro futuro. Recientemente, me reuní en la embajada de la Unión Europea en Buenos Aires con los distintos representantes diplomáticos europeos y les expresé que, bajo mi perspectiva, los europeos hemos subestimado durante décadas la importancia de nuestra relación con América Latina. No se trata solo de una subestimación de los elementos económicos y culturales de nuestro vínculo, sino del descuido y del olvido de un elemento central que concierne al orden de lo político. Muchos países de la Europa moderna son hijos de las luchas democráticas y antifascistas. De esas luchas nacieron sus constituciones, que pusieron el acento en garantizar los derechos ciudadanos. Pero esa situación no es privativa de Europa. En buena parte de América Latina, las dictaduras militares y los regímenes fascistas fueron derrotados por movimientos populares y democráticos, y fueron esos mismos movimientos quienes dieron origen a constituciones democráticas y modernas muy cercanas a la filosofía y al pensamiento europeo. Es el caso argentino, el caso chileno, el caso brasileño. Tenemos, por tanto, una unidad en la lucha por la democracia. Ya es hora de que Europa reconozca que su verdadero vecino, en términos políticos, es América Latina.



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