Opinión
marzo 2021

Europa: digitalizar y humanizar

La digitalización se ha convertido en la fuerza motriz de la economía moderna y en Europa toma impulso la necesidad de ejercer sobre ella una gobernanza democrática. ¿Es posible producir una transformación digital más centrada en el ser humano?

<p>Europa: digitalizar y humanizar</p>

Hace apenas dos semanas, la Comisión Europea presentó su visión de una «década digital» europea. Con objetivos políticos para 2030 centrados en las cuatro cuestiones cardinales de las competencias digitales (las infraestructuras, las capacidades, los servicios públicos y la digitalización de las empresas), la Unión Europea pretende situarse a la cabeza de la revolución digital actual. Para garantizar que la tecnología permita a la ciudadanía y a las empresas construir una sociedad más próspera e inclusiva, necesitaremos mercados abiertos y competitivos. Cualquier empresa debe tener las mismas oportunidades de innovar y ofrecer sus productos y servicios a los consumidores, independientemente de su tamaño.

La digitalización es hoy día la clave para desarrollar la resiliencia económica y social y ejercer una influencia global. Nuestro futuro compartido ya está tomando forma en el ámbito digital. En un mundo marcado por una intensa competencia geopolítica por la primacía tecnológica, debemos asegurarnos de que la visión de la Unión Europea sobre la digitalización -basada en sociedades abiertas, el Estado de derecho y el respeto de las libertades fundamentales- demuestre su valor frente a la de los sistemas autoritarios que utilizan las tecnologías digitales como herramientas de vigilancia y represión.

Al potenciar sus propias capacidades, la Unión Europea puede contribuir a mejorar la transformación digital del mundo. El éxito de la década digital de Europa requerirá que la Unión forje sólidas alianzas y relaciones de trabajo con países afines, tanto en el nivel bilateral como en el multilateral. Al fin y al cabo, para aprovechar todos los beneficios de la innovación tecnológica, es necesario mantener una economía digital abierta en la que las inversiones puedan fluir libremente. Ya sea desplegando soluciones digitales en materia de salud, luchando contra el terrorismo, mitigando el cambio climático, protegiendo la biodiversidad o utilizando la tecnología para predecir desastres naturales y futuras pandemias, necesitaremos mucha más colaboración tecnológica a escala internacional. Pero la digitalización conlleva graves riesgos, que van desde la vigilancia masiva y los ciberataques a infraestructuras críticas, hasta la difusión de desinformación promovida por terceros Estados que pretenden polarizar nuestras sociedades y socavar la democracia. Por todo ello, debemos encontrar un equilibrio entre la apertura y la defensa de nuestros intereses y valores fundamentales. En concreto, debemos adherir a tres principios generales: la igualdad de condiciones en los mercados digitales, la seguridad en el ciberespacio y la libertad en línea (incluida la protección de la libertad de expresión y de reunión, y contra la discriminación y las violaciones de la privacidad).

La Unión Europea está determinada a reforzar las relaciones bilaterales, fijar normas más claras y establecer cadenas de suministro digital más resistentes. Por este motivo, hemos propuesto al gobierno estadounidense de Joe Biden la creación conjunta de un Consejo de Comercio y Tecnología. La Unión Europea también promueve la creación de una coalición global en torno de una visión compartida de la digitalización centrada en el ser humano. Debemos unirnos a aquellos actores que estén dispuestos a cooperar para proporcionar una gobernanza democrática eficaz sobre la tecnología y la economía digital. Cualquier coalición de este tipo debe estar abierta a todos los que estén dispuestos a defender un modelo abierto y descentralizado de internet y los principios de equidad en los mercados digitales, seguridad en el ciberespacio y libertades individuales en línea.

Trabajando juntos, podemos establecer normas para la inteligencia artificial y otras tecnologías emergentes sobre la base de valores compartidos, cosechando los frutos de las innovaciones de unos y otros y construyendo defensas más fuertes contra los ciberataques. Una coalición de socios con ideas afines puede garantizar que la interdependencia de nuestras cadenas de suministro digitales se convierta en una fuente de seguridad y resistencia, en lugar de un riesgo añadido.

La década digital es asimismo nuestra última oportunidad para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible de 2030. Sabemos que la tecnología digital tiene el potencial de facilitar la inclusión y el acceso a los servicios públicos en todo el mundo. En África, la proporción de la población con acceso a internet ha aumentado de 2% en 2005 a 40% en 2019, lo que ha permitido que más niños reciban educación y que más mujeres consigan empleo. Sin embargo, hasta que no cerremos la brecha digital mundial, no aprovecharemos todo el potencial de las nuevas tecnologías.

Para ello, la Unión Europea propondrá próximamente una iniciativa que combinará recursos financieros y asistencia técnica para ayudar a sus socios a desarrollar sus propios marcos de gobernanza digital, incluso en ámbitos como la ciberseguridad y la protección de datos. Por ejemplo, un nuevo Fondo de Conectividad Digital podría apuntalar estos esfuerzos, cuya viabilidad exploraremos en los próximos meses junto a nuestros socios.

Por último, preservar una internet segura y abierta requerirá desarrollar un modelo de multilateralismo más inclusivo, que reúna no solo a los gobiernos, sino también a representantes de la sociedad civil, el sector privado y el mundo académico. Este modelo puede guiar nuestras acciones dentro de las organizaciones internacionales -desde las Naciones Unidas y la Organización Mundial del Comercio hasta la Unión Internacional de Telecomunicaciones- para garantizar que las normas internacionales se ajusten a su propósito.

Un proyecto común, basado en principios compartidos, guiará nuestros esfuerzos para lograr una transformación digital más centrada en el ser humano, que maximice los beneficios de la tecnología y minimice los riesgos que plantea. Tanto en el ciberespacio como en el mundo físico, Europa seguirá defendiendo los valores globales fundamentales. La Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 estableció la dignidad de la persona, el derecho a la intimidad y a la no discriminación, y las libertades de expresión y de creencias. Es nuestro deber común asegurarnos de que la revolución digital esté a la altura de esa promesa.


Fuente: Project Syndicate



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