Las mujeres y el islam: la polémica de un film
enero 2025
La película Las cuatro hijas, dirigida por la cineasta tunecina Kaouther Ben Hania, fue estrenada en Festival de Cannes de 2023 y consiguió una candidatura a los Premios Oscar en 2024. El film —inspirado en la historia de Olfa Hamrouni, madre de cuatro hijas, dos de las cuales se unieron al Estado Islámico— ha generado intensos debates sobre las perspectivas coloniales y occidentalistas respecto del islam, pero también sobre la propia agencia de las mujeres musulmanas.
Hay una escena en el filme metadocumental Las cuatro hijas (Bnet Olfa) en la que Eya y Tayssir Chikhaoui, dos de los participantes principales del documental, están sentadas junto a las actrices tunecinas Nour Karoui e Ichraq Matar en un sillón, en lo que parece ser un camarín. Las actrices están haciendo el papel de las hermanas de Eya y Tayssir, Rahma y Ghofrane, como parte de una recreación sanadora. Las hermanas Chikhaoui mayores se unieron al Estado Islámico en Libia, en 2014, y la familia no ha tenido mucho espacio para procesar su ausencia. Una asistente de maquillaje ayuda a Karoui a ponerse un niqab negro. Al parecer, no logran colocarlo de modo que los ojos aparezcan por las rendijas. «¿Dónde están los ojos?», grita Tayssir. «¡Allí están! », exclama Eya cuando finalmente consiguen ajustar el velo. Eya y Tayssir no pueden dejar de mirar a Karoui, como si su rostro escondiera respuestas al pasado.
Desde su estreno en el Festival de Cine de Cannes, en 2023, Las cuatro hijas ha sido ampliamente aclamada. Recibió una Palma de Oro en la Croisette, ganó un premio César como Mejor Película Documental y fue recientemente nominada para un Oscar de la Academia. Ciertos críticos interpretaron estos galardones como prueba de que la película sirve a una ideología occidental arraigada en el antagonismo con el islam y en relaciones de condescendencia que rayan en las fantasías coloniales. Los mismos críticos también consideraron la decisión de Ben Hania de centrarse en la matriarca de la familia, Olfa Hamrouni, y en sus hijas como explotación disfrazada de sanación de traumas generacionales. No obstante, lo que esas reseñas no comprenden es la complejidad de los personajes y de sus experiencias con la fe, la tradición y las presiones sociales. Interpretar este filme como una condonación de un enfoque orientalista occidental es no reconocer el cuidado y la ternura con que fue realizado, y pasar por alto la agencia de las mujeres que participan en él.
Los críticos parecen olvidar escenas como la descripta más arriba cuando analizan Las cuatro hijas, tal vez porque no aportan activamente a una historia sensacionalista del ingreso de Rahma y Ghofrane al Estado Islámico en Libia. El momento captura una conversación casual e íntima entre las cuatro jóvenes, cuando debaten su visión del Túnez pre y postrevolucionario. Rahma (Karoui) y Ghofrane (Matar) empiezan explicándoles a Eya y Tayssir, como lo hacen las hermanas mayores, que durante el régimen encabezado por Ben Ali estaba prohibido cubrirse la cabeza y la cara, por ejemplo con hijabs y niqabs, en espacios públicos. De hecho, las mujeres que los usaran eran arrestadas y detenidas en instalaciones policiales.
Ghofrane encuadra estas imposiciones como el método al cual recurría el Estado para mantener un «modelo de la mujer tunecina». Rahma explica que después del levantamiento de 2011, como resultado del cual Ben Ali fue destituido, ella y su familia creyeron que eligiendo a «quienes temían y conocían a Dios» los problemas del país se resolverían y el pueblo sería, finalmente, libre. Pero nada de eso sucedió. «Lo único que quieren es moldear a las mujeres como ellos quieren», observa Eya. «Quieren planificar nuestra vidas y convertirnos en lo que quieren que seamos. Ni más, ni menos». La cámara entonces toma un primer plano de Tayssir, que agrega que una mujer es «como un títere; la visten como quieren y la ponen donde quieren».
Mientras miro a Eya, Tayssir y sus «hermanas» analizar estas dinámicas, no puedo evitar pensar en su deseo de liberarse de esos obstáculos y sus ansias de una vida de paz y justicia. Al plantear el tema de las herramientas sistémicas empleadas para ejercer vigilancia sobre los cuerpos de las mujeres a través del tiempo y de los ámbitos sociales, demuestran poseer una conciencia y un conocimiento de sí que refleja la esencia misma de Las cuatro hijas. Con este proyecto, Ben Hania ha expandido los límites de la cinematografía documental para construir un lugar seguro donde sus sujetos puedan explorar y reclamar sus propios relatos.
En Las cuatro hijas, Ben Hania trata a Olfa y a sus hijas como agentes de sus vidas antes que como a meras víctimas de circunstancias horrendas. La directora documenta la difícil infancia de Olfa y su fallido matrimonio para pintar un retrato honesto y detallado de una madre cuyo motor es proteger a sus hijas. Pero las tácticas de Olfa –como darle una paliza a Ghofrane cuando descubre que se depiló las piernas con cera, o dejar a una Eya de ocho años de edad a la intemperie, bajo la lluvia, después de creer que tomó una fotografía inapropiada con su celular– terminan por alienar a sus hijas y empujar a dos de ellas a las garras del peligro. Al final de la película, Olfa se compara con una gata que teme perder a su cría a punto tal de terminar comiéndola. (Olfa reconoce que, a diferencia de la gata, no se comió a sus hijas, y que esa es la razón por la que las perdió).
Su analogía me recuerda un momento, al inicio del film, en que Ben Hania dice mediante voz en off que Rahma y Ghofrane fueron «devoradas por el lobo». El animal representa la acumulación de circunstancias sociales, exclusión sistemática y crianza violenta que tanto Olfa como sus hijas debieron soportar. Al buscar proteger a sus hijas frente a los peligros del mundo, Olfa misma se convirtió en la mayor amenaza y las empujó más aún hacia los márgenes. Ben Hania confronta a Olfa y todas sus contradicciones a través de la recreación de escenas complicadas de la infancia. Esas acciones actuadas, con Hend Sabri en el papel de Olfa, funcionan como válvula de escape para que Eya y Tayssir mantengan una conversación honesta con su madre.
En una de esas intervenciones, Eya hace una lista de todo lo desagradable que su madre le ha dicho, desde «¡Ojalá tu sangre se derrame en la calle!» hasta «Eres una prostituta que quiere salir con hombres». Mientras ella y Tayssir se ríen de esos insultos explícitos, la cámara toma un primer plano de Olfa, que comprende la huella profunda que sus palabras dejaron en sus hijas. Eya luego reconoce que cada vez que oía los insultos, se limitaba a sonreír y aceptar, mientras que internamente echaba humo. «Si pudiera ... perdón, pero quería estrangularla y decirle: ‘¡Yo no soy así!’», agrega, más insegura.
Al ver el impacto que sus palabras provocan en su madre, Eya le recuerda rápidamente que se está expresando de esa manera para la película. Sin embargo, Olfa no se retracta de sus palabras, ni siquiera cuando Sabri la califica de egoísta. «¿Le duele? Lo entiendo, pero así son las cosas. Es el legado de varias generaciones, una herencia», explica Olfa. Es precisamente ese legado lo que el film busca deconstruir y, con el tiempo, romper.
La profunda complejidad de Las cuatro hijas la diferencia de otras películas que analizan la radicalización y el islam en el cine tunecino. La reciente película de Ridha Behi The Flower of Aleppo [La flor de Aleppo] (2016) sigue a una joven madre (Sabri) que viaja a Siria a recuperar a su hijo del Estado Islámico. El director usa a la familia protagónica para explorar la dicotomía entre una interpretación de la modernidad y visiones de extremismo religioso. En el film, vemos al padre bebiendo alcohol y a la madre tomar lecciones de danza del vientre. Mientras, su hijo se une a un grupo de radicales que clausuran tiendas de lingerie y le enseñan a usar un arma de fuego antes de enviarlo a unirse al Estado Islámico.
Si bien el filme de Behi también aborda cuestiones vinculadas a la maternidad, construye un discurso nítido de lo bueno versus lo malo, lo cual no deja espacio para la complejidad y la confusión humanas. Ben Hania, en cambio, descarta todo tipo de sensacionalismo y romantización en su documental. Sostiene resueltamente un espejo frente a los espectadores, para que se vean reflejados en las contradicciones crudas y las dolorosas verdades de Olfa y sus hijas.
Junto a una relación intrincada madre-hija, Las cuatro hijas también retrata el amor incondicional y la adoración que las hermanas sienten entre sí. En escenas donde las jóvenes se ponen a cantar y juegan con sus cabellos mientras gozan del sol, encontramos bolsones de ternura que complementan la descripción multidimensional de Olfa y sus hijas. La película muestra con cuánta dulzura se tratan entre ellas y a sí mismas enfrentadas a un sistema patriarcal que las violó y que ahogó a su familia en la oscuridad y la pena.
Con más sutileza, Las cuatro hijas también apunta a un futuro más luminoso, en el que Eya y Tayssir reclaman la posesión de sus cuerpos; en el que Olfa salva a su nieta de nueve años de la prisión libia donde ella y su madre son mantenidas en cautiverio; y en el que toda la familia sigue sanando sus heridas.
Nota: La versión original de este artículo en inglés se publicó en Africa is a country el 23/04/2024 y está disponible aquí. Traducción: Elena Odriozola