Los memes: una respuesta popular y humorística ante la crisis mexicana
Nueva Sociedad 273 / Enero - Febrero 2018
México vive una de sus mayores crisis en materia de seguridad y de credibilidad en las instituciones, y las clases populares responden con una de las armas que mejor conocen, el humor, para poner en entredicho cualquier afán tendencioso de volver hegemónicos atrocidades e intereses creados. A la par de sus contenidos frívolos, los memes son una poderosa arma de opinión pública y de denuncia social que apuntan con su dedo flamígero hacia toda clase de despropósitos y excesos; pero también dan la mano para hermanar a los mexicanos en su orfandad en la confianza en la justicia.
¿Quién, en estos momentos de caos, de recelo y de miedo, no ha escuchado la frase «los demonios andan sueltos»? Y es que pareciera que fuerzas malignas anduvieran por ahí, desatadas, perjudicando al común de los mortales1. Una sociedad en grave estado de anomia encuentra en la superstición una forma de protegerse contra el mal y enfrentar los demonios y cree que ese prodigio atribuido a ciertos objetos y a determinados individuos habrá de exorcizarlos. En México, tanto la Iglesia como el Estado laico han puesto en marcha una larga tradición hagiográfica para darle a un pueblo sin dirección una tabla a la cual asirse y para así controlarlo ideológica y políticamente. Héroes y santos han intentado saciar la sed de justicia y de igualdad para todos. En busca de esperanza e inspiración, el pueblo mexicano, por ejemplo, leyó durante 20 años las Vidas ejemplares de santos y de mártires publicadas por la editorial Novaro que cada semana, desde 1954 y hasta 1974, aparecían en los puestos de periódicos; y a los niños se les sigue enseñando historia nacional con las acciones épicas y conmovedoras de aquellos que han contribuido a «hacer patria».
Suele decirse que «hay crisis» o que «se está en crisis» cuando un conglomerado de pérdidas, de dificultades y desequilibrios alcanza su punto más álgido (cual demonios sin control). Pero este no es momento para aceptar un destino fatal y cruzar los brazos o hincarse a rezar en espera de un milagro, aunque el Estado mexicano debería agradecer que los parroquianos, convertidos en «catalizadores de la creciente inconformidad social», como bien señala el periodista mexicano José Gil Olmos, «en lugar de encaminarse hacia la rebelión han dirigido sus pasos hacia las capillas» para pedir a los santos «lo que el Estado mexicano debería de proporcionar como una obligación: seguridad, justicia, equidad, educación, salud, vivienda, trabajo y bienestar social»2. El periodo de crisis brinda la oportunidad de cambiar lo que está mal, analizar una situación adversa y tener el coraje de enfrentarla. Etimológicamente, «crisis» (del griego krísis) significa «separación», «discernimiento», «decisión». Cuando un sistemático flujo de desatinos, como gota que derrama el vaso o «llena el buche de piedritas», satura la paciencia de desaliento, ira y hartazgo, es preciso repensar la situación, analizarla y actuar en consecuencia; es decir, ser crítico (del latín criticus, y este del griego kritikós: «que juzga», «que decide»). La información sin duda otorga herramientas necesarias para generar juicios. Una sociedad bien informada podrá exorcizar verdaderamente sus demonios y contribuir a la posibilidad de un cambio.
México es un país complejo en donde, como dijo Juan Villoro, «el carnaval coincide con el apocalipsis»3. La fiesta y el horror se toman de la mano en México desde tiempos remotos. La violencia ha hecho del territorio mexicano una gran fosa común desde que en 2006, al inicio de su sexenio, el entonces presidente Felipe Calderón Hinojosa declarara la guerra al narcotráfico, que continúa con el actual mandatario Enrique Peña Nieto y que a la fecha suma cientos de miles de personas entre muertos y desaparecidos. Junto a esta hecatombe, los actos de corrupción e impunidad alcanzan niveles escandalosos. Hoy como nunca antes, México se ha vuelto una de las naciones más peligrosas del mundo para ejercer el periodismo y la crítica4. En esta coyuntura, la sociedad civil ha salido a las calles con pancartas y consignas para hacer valer sus derechos. Artistas urbanos y grafiteros lanzan sus gritos de protesta. Y en el vértigo de las nuevas tecnologías, también el pueblo responde con una de las armas que mejor conoce, el humor, como una válvula de escape que desahoga tensiones y deja salir un enojo en constante ebullición, pero también como un poderoso instrumento de denuncia social que sensibiliza y llega a un considerable número de personas de manera directa y expedita. Precisamente esos videos, fotomontajes, imágenes y textos de construcción multimedia conocidos como «memes», replicados en las redes sociales, son una invitación a repensar la historia desde el compromiso de decir lo que tiene que decirse sin miedo y de señalar aquello que merece ser sancionado. Los memes son un modo de resistencia, una fuerza avasalladora que toma el pulso del acontecer diario y lo redefine, sin censura. Concentran unidades mínimas de información transmisible al servicio de un grupo social que comparte contenidos y opiniones de interés cultural, político o social con un toque de humor. Richard Dawkins, en El gen egoísta (1976), acuñó el término «meme» a partir de «memoria» y «mímesis», para nombrar esa información que la enseñanza o la imitación (mímesis) asimila y acumula en la memoria y que, según este científico británico, se replica en el cerebro de una persona a otra, como lo hacen los genes al transferir la herencia biológica de un cuerpo a otro. Ambas formas de trasmisión –cultural y genética– evolucionan: los genes desde su naturaleza misma, independiente de la voluntad de sus transmisores; y la cultura, desde el cúmulo de las acciones y conductas de estos5.
Las redes sociales son un campo de cultivo en el que los memes se crean y expanden como los virus desde un organismo infectado hacia otro vulnerable; por eso se los llama «virales». Como otros replicadores (los genes o las epidemias), su finalidad es reproducirse. Una vez inoculados en los internautas, estos los seleccionan y se los apropian para desarrollar con ellos nuevas expresiones cuyo vigor y vigencia determinan su réplica. Todo es susceptible de «viralizarse»; cualquier contenido en distintos formatos (audio, video, imagen o texto) puede tener la capacidad de reproducirse prácticamente «solo», sin más publicidad que la repetición de muro en muro, de tuit en tuit o de whats en whats.
Generalmente, los memes son indiferentes a la veracidad o falsedad de la información que transmiten. No buscan sino llegar a un número cada vez mayor de usuarios. Pero junto con esa frivolidad, también son un escaparate para exhibir abusos y excesos. A no pocos personajes les han otorgado sus «cinco minutos de fama» con etiquetas (o hashtags, en inglés) que de manera irónica llaman #Ladies y #Gentlemen o #Lords a ciertos personajes non gratos que protagonizan desplantes e improperios, o simplemente hechos ridículos con los que «muestran el cobre» y exponen sus prejuicios, su ignorancia o su incompetencia.
Una de las primeras etiquetas virales con el título de #GentlemanDeLasLomas fue la de un empresario textil llamado Miguel Sacal Smeke, condómino de un exclusivo edificio departamental en el Bosque de las Lomas de la Ciudad de México, quien en julio de 2011 ofendió y golpeó brutalmente al guardia de esa unidad habitacional porque no lo ayudó a cambiar la llanta de su Porsche. El caso se documentó en internet y Sacal Smeke terminó en la cárcel ante la presión pública, pero salió libre tras pagar una multa de 20.000 pesos (unos 1.000 dólares) y llegar a un acuerdo económico con la víctima para que retirara los cargos. El hecho demostró una vez más que la justicia en México suele estar en función del dinero que pueda pagarse para salir impune de un delito cometido. El violento individuo contaba con un historial de exabruptos, como demostró posteriormente otro video que el Grupo Reforma publicó en Youtube en enero de 2012, en el que se lo ve dirigirse furiosamente a un oficial de tránsito que lo grababa mientras era multado por estacionar su automóvil en un lugar reservado para personas con discapacidad, por lo que recibió también el título de #lordiscapacitado6.
Otro meme de denuncia se difundió en las redes sociales en abril de 2013. En este se ilustraba el berrinche que hizo la hija del titular de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), Andrea Benítez González, porque en un pequeño restaurante de la colonia Roma, en la ciudad capital, no le asignaron una mesa en donde ella quería, pese a que no tenía reservación. La señorita, molesta, amenazó con mandar clausurar el local. Después del percance, inspectores de la Profeco acudieron al lugar y lo cerraron por presuntas irregularidades en el sistema de reservaciones y en la venta de mezcal. El video se hizo viral bajo la etiqueta de «#LadyProfeco», y aunque en su cuenta de Twitter Humberto Benítez Treviño ofreció disculpas por la conducta inapropiada de su hija, fue destituido de su cargo7.
En Jalisco, además del apodo de «La rugidora» (por los sapos y culebras que «rugen» en su vulgar vocabulario y el juego de palabras sugerido a partir de la cercanía fonética con su cargo de de regidora), Elisa Ayón Hernández, quien fuera diputada local, dirigente estatal del sector popular del Consejo Nacional de Organizaciones Populares (cnop) y directora de dos escuelas primarias, participó en sonados escándalos de corrupción en la capital jalisciense, por lo que ostentó tres veces el título de #Lady: «#LadyPanteones» (porque el 7 de noviembre de 2013 circularon grabaciones en las que se la escuchaba ofender a trabajadores de la Dirección de Panteones del municipio de Guadalajara y exigirles «cuotas»); «#LadyInspección» (ya que cuatro días después de ese audio circuló otro en el que pedía dinero a los comerciantes establecidos de la calle Obregón de Guadalajara para resolver el problema de la competencia desleal con los vendedores ambulantes de la zona); y «#LadyEducación» (pues también cobraba por dos plazas directivas en sendas escuelas primarias: una en Guadalajara y otra en Puerto Vallarta). Luego de las respectivas averiguaciones, el Congreso local aprobó en marzo de 2014 desaforarla e inhabilitarla por diez años para ejercer cualquier cargo público8.