Opinión
agosto 2016

¿Lo entiende Hillary?

En lugar de deslizarse hacia el centro, Hillary Clinton debe comprender que la actual división en la política estadounidense ya no se centra mayoritariamente entre izquierda y derecha, sino entre anti-establishment y establishment.

¿Lo entiende Hillary?

¿Entenderá Hillary Clinton que la mayor división en la política estadounidense ya no es entre izquierda y derecha, sino entre anti-establishment y establishment? Me temo que no, al menos por ahora. Un operador del Partido Demócrata al que conozco desde el gobierno de Bill Clinton me dijo: «Ahora que ganó la nominación, Hillary se está moviendo hacia el centro. Está tras los decisivos votos de los moderados».

Es probable que por eso haya recurrido a Tim Kaine como vicepresidente. Kaine es el político de centro más insulso en que se pueda pensar. Para ser justos, Hillary solo está haciendo lo que mejor sabe hacer. Mudarse al supuesto centro fue lo que hizo Bill Clinton luego de que los demócratas perdieran la Cámara Baja y el Senado en 1994, cuando firmó leyes sobre la reforma en las prestaciones sociales, crimen, comercio y desregulación financiera que le permitieron ganar la reelección en 1996 y declarar el fin de la era del «big government».

En aquellos tiempos una elección general era como una competencia entre dos vendedores de salchichas por un paseo que se extendía de derecha a izquierda. Cada uno tenía que moverse hacia el centro para maximizar las ventas. (Si uno se desviaba demasiado a la izquierda o a la derecha, el otro se le plantaría al lado y le arrebataría todas las ventas del resto del paseo). Pero este punto de vista está desactualizado. En la actualidad, es el paseo versus los jets privados de camino a los Hamptons.

La fuerza más poderosa en la política estadounidense actual es la furia anti-establishment frente a un sistema manipulado por grandes corporaciones, Wall Street y los superricos. Esta es la gran razón por la que Donald Trump ganó la candidatura republicana. Es también por eso que Bernie Sanders ganó 22 estados en las primarias demócratas, incluyendo a la mayoría de los votantes en esas primarias de menos de 45 años. Ya no hay «moderados». Ya no hay un «centro». Hay un populismo autoritario (Trump) o un populismo democrático (que hubiese sido la «revolución política” de Bernie y que ahora está vacante). Y después está el establishment republicano (ahora disperso) y el establishment demócrata.

Si Hillary Clinton y el Partido Demócrata no reconocen este realineamiento, van en camino a un choque terrible, y me temo que también la nación. Porque Donald Trump sí la reconoce. Su populismo autoritario («Yo soy su voz») se basa en ella. «En cinco o diez años –dice Trump– ustedes van a tener un partido de trabajadores. Un partido de gente que no ha tenido un verdadero incremento salarial en 18 años, y que está enojada». En un discurso de junio en una fábrica en Pensilvania, denunció a los políticos y a los financistas que traicionaron a los estadounidenses al «arrebatarle a la gente los medios para ganarse la vida y sostener a sus familias».

La inquietud por el libre comercio solía limitarse a la izquierda política. Ahora, de acuerdo con el Pew Research Center, es más probable que los que dicen que los acuerdos de libre comercio son malos para Estados Unidos se inclinen por el Partido Republicano. El problema no es el comercio mismo. Es un sistema político-económico que no protegerá a los trabajadores de los reveses del comercio y de las alzas en las transacciones accionarias. En otras palabras, un sistema que está amañado. En esencia, el anti-establishment quiere al gran capital fuera de la política. Esa fue, de hecho, la premisa de la campaña de Bernie Sanders. También ha sido central para el atractivo de Donald Trump («Soy tan rico que no puedo ser comprado») aunque ahora está a la pesca del gran capital.

Una encuesta reciente de YouGov/Economist concluyó que 80% de los votantes en las primarias republicanas que preferían a Trump como candidato mencionaban el dinero en la política como un tema importante, y una encuesta de Bloomberg Politics muestra un porcentaje similar de republicanos que se oponían al fallo de la Suprema Corte de 2010 en el caso Citizens United versus Comisión de Elecciones Federales. Sacar al gran capital de la política es cada vez más importante para los votantes de los dos principales partidos. Una encuesta del mes de junio de New York Times/CBS News mostró que 84% de los demócratas y 81% de los republicanos quieren cambiar de raíz o reconstruir completamente nuestro sistema de financiamiento de campañas. En enero pasado, una encuesta de DeMoines Register entre asistentes probables a los caucus de Iowa mostró que 91% de los republicanos y 94% de los demócratas se encontraban insatisfechos o «muy furiosos» por el papel del dinero en la política.

Hillary Clinton no necesita moverse al «centro». En verdad, ese movimiento podría perjudicarla si se percibe que puede afectar la posición que adoptó en las primarias a fin de volverse más aceptable para los activistas demócratas. En cambio, necesita moverse hacia el anti-establishment, comprometiéndose a sacar al gran capital de la política y haciendo que el sistema funcione para muchos antes que para unos pocos privilegiados. Debe dejar en claro que el populismo autoritario de Donald Trump es una movida peligrosa, y la mejor manera de terminar con el «capitalismo de amigos» y de hacer que Estados Unidos funcione para la mayoría es fortalecer la democracia en el país.


Traducción: María Alejandra Cucchi

Este artículo apareció originalmente en el blog del autor.



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