Tema central

Leer el chavismo
Continuidades y rupturas con la historia venezolana


Nueva Sociedad 268 / Marzo - Abril 2017

Definir el chavismo en cuanto ideología ha sido motivo de continuas polémicas desde que Hugo Chávez irrumpió en la escena latinoamericana hace dos décadas. Las opiniones son encontradas y van desde quienes no ven en el movimiento ideología alguna, sino una mezcla ecléctica cuyo único objetivo es justificar la toma del poder y la permanencia en él, hasta quienes lo conciben como una forma novedosa y creativa de reactualizar el socialismo (socialismo del siglo XXI) y de radicalización democrática, pasando por quienes simplemente ven en él una imitación de Cuba (socialismo del siglo XX.

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Un producto histórico venezolano

Los pareceres sobre la ideología de Hugo Chávez y el movimiento que encabezó han ido cambiando en la medida en que lo ha hecho el propio chavismo en su ejercicio del poder, pero en su conjunto ponen el acento en dos características esenciales de este fenómeno político: cierta vaguedad, especialmente en la primera etapa, anterior al socialismo (1992-2005), cuando la combinación de ideas provenientes de diversas fuentes era más difusa; y, junto con ello, una capacidad extraordinaria para concitar emociones, de apoyo o rechazo, que influye significativamente en lo que cada quien concluya del ideario de Chávez y sus seguidores y lo aleja del análisis académico. Por otra parte, aunque Chávez estableció estrechas alianzas con el resto de los gobiernos de izquierda que llegaron al poder en América Latina a inicios del siglo xxi e influyó de diversas formas en la mayor parte de ellos, bien por la vía ideológica o mediante apoyos financieros más concretos, son significativas las diferencias con otros procesos. Fue mucho más lejos que Luiz Inácio Lula da Silva, Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, Rafael Correa e incluso Evo Morales y Daniel Ortega en el objetivo de «acabar con el capitalismo» –objetivo que pocos de ellos asumieron como tal– y de demoler la democracia liberal («burguesa», en sus palabras). Por eso su inserción dentro de la llamada «nueva izquierda», aunque esencialmente correcta, requiere de muchas puntualizaciones.

Las siguientes páginas esperan ser una contribución a este debate. Es tanto lo que se ha escrito sobre el tema que no pretendemos ofrecer más que un panorama inicial desde el cual partir hacia otras interpretaciones más detenidas. Esperamos demostrar que el chavismo, lejos de ser un fenómeno de aparición abrupta, reunió y sintetizó muchas corrientes de pensamiento presentes en Venezuela a lo largo del siglo xx. Que si bien la combinación en sí misma tiene algo de novedosa, existen tantas continuidades como rupturas con respecto al proceso histórico en el que se formó. En este sentido, este artículo ensayará tres objetivos: una caracterización muy general de la evolución del pensamiento de Hugo Chávez hasta llegar al «socialismo bolivariano», una síntesis sumaria de sus principales tesis y una aproximación a las corrientes históricas de las que se alimentó.

Entre el nacionalismo y el socialismo real

Mucho se ha debatido si desde el principio el proyecto de Chávez fue socialista, o si la construcción del «socialismo bolivariano», como terminó denominando a su ideología, fue el resultado de una paulatina radicalización. Sus contactos con grupos comunistas desde la década de 19801, así como su visita a La Habana en 1994 y la presencia de asesores de extrema izquierda ya en la campaña electoral de 1998, abonan la tesis de que siempre profesó algún tipo de pensamiento socialista y de que sus continuas declaraciones afirmando que no era socialista o comunista en la primera fase de su vida pública (pueden verse muchas de ellas en internet) no fueron más que estratagemas para no asustar a los electores. Un poco en el estilo de Fidel Castro, que negó ser comunista durante toda la guerra de guerrillas y los primeros dos años de su gobierno. De hecho, Chávez no habló de socialismo hasta el Foro Social Mundial de San Pablo de 2005, es decir, después de la seguidilla de victorias que desbarataron a sus principales oponentes (el paro petrolero y el golpe de 2002, el paro de 2003, el referéndum de 2004 y, finalmente, el aplastante triunfo en las elecciones presidenciales de 2006).

Pero aun aceptando la enorme influencia de Chávez sobre su movimiento –«hiperliderazgo», en palabras de Juan Carlos Monedero−, el chavismo en cuanto movimiento debe ser visto más allá de las ideas de un solo hombre, incluso cuando eventualmente haya logrado imponerlas. De tal manera que una revisión de los textos más o menos doctrinales puede dar cuenta de aquello en lo que cree (o creía) la mayor parte de sus seguidores. Como los materiales son superabundantes y aún no hay una compilación sistemática, podemos hacer el recorrido leyendo el Libro azul (1991), escrito por Chávez cuando aún era un militar conspirador; la Agenda alternativa bolivariana (1996), que escribió al salir de la cárcel; el Libro rojo (2010), con las bases doctrinales del Partido Socialista Unido de Venezuela (psuv); el «Proyecto nacional Simón Bolívar, primer plan socialista. Desarrollo económico y social de la nación, 2007-2013», su plan de gobierno para aquel periodo y un documento clave para comprender el proceso de implementación del socialismo; la «Propuesta del candidato de la patria comandante Hugo Chávez para la gestión bolivariana socialista 2013-2014» (2012), que es su segundo plan de gobierno redactado de cara a las elecciones de 2012 y recogido post mortem en el «Plan de la Patria. Segundo plan socialista de desarrollo económico y social de la nación, 2013-2019» (2013), presentado por Nicolás Maduro ante la Asamblea Nacional como el «legado y testamento político del comandante Hugo Chávez». Son textos que están al alcance de todos en internet. A ellos habría que sumar algunos otros trabajos producidos por intelectuales cercanos a la Revolución, como los de Jorge Giordani, el cerebro detrás del modelo económico, sobre todo su muy importante La transición venezolana al socialismo (2009); los escritos del nacionalista argentino Norberto Ceresole en los primeros años de su gobierno; los textos de Heinz Dietrich –creador de la expresión «socialismo del siglo xxi»– en el tiempo en que apoyó a la Revolución; lo producido por el Centro Internacional Miranda, think tank y escuela de cuadros en la que trabajaron intelectuales como el ya mencionado Juan Carlos Monedero2; y los textos de los articulistas del portal Aporrea.org (muchos de ellos, en la actualidad, muy críticos hacia el gobierno).

Si algún elemento transversal vemos en todos ellos es su oposición sistemática al neoliberalismo y su condena al sistema democrático que imperó en Venezuela entre 1958 y 1998 como resultado del Pacto del Punto Fijo3 (la «democracia representativa», en contraposición a la «participativa», según el discurso oficial). Pero en el ínterin Chávez pasó de exaltar la «tercera vía» de Tony Blair y de esbozar un modelo típicamente nacionalista y desarrollista, a asumir la tesis del «socialismo del siglo xxi» de Dietrich, aunque de una forma bastante libre; para finalmente llegar a su propia versión del socialismo. El Libro azul es una declaración de principios muy generales para alcanzar una sociedad «participativa, protagónica y solidaria», cuya naturaleza se explica poco. Su tesis titulada «El árbol de las tres raíces» está basada en los idearios (o mejor dicho, en una interpretación de los idearios) del pensador y pedagogo Simón Rodríguez (1769-1854), el libertador Simón Bolívar (1783-1830) y el líder democrático-liberal Ezequiel Zamora (1817-1860). El sistema ideológico ebr (por Ezequiel, Bolívar y Rodríguez) se apega esencialmente a la historia clásica nacionalista (la llamada «historia patria»). La Agenda alternativa bolivariana, escrita específicamente para oponerse al plan de ajustes implementado en 1996 con el nombre de Agenda Venezuela, podría definirse de manera general como un programa desarrollista y nacionalista que le otorga un gran papel al Estado y al control de los recursos de la nación, en oposición al neoliberalismo entonces en boga. Es el tipo de propuesta con la que Chávez gana la Presidencia en 1998. Y en ambos casos no se distanciaba de lo que podría esperarse de un típico militar nacionalista y hasta un poco fascista. Durante un tiempo, Ceresole fungió como uno de sus asesores estrella y probablemente fue clave en la formación de la tesis de la unión Ejército-líder-pueblo, que mantuvo hasta la muerte. Sin embargo, más allá de eso y de una confesa admiración por Juan Domingo Perón, en especial después de que se estrechara la alianza con Néstor Kirchner, su «peronismo» se limitó a ciertas formas de liderazgo.

En las elecciones de 2006, el presidente venezolano afirmó que quien votaba por él lo estaba haciendo por el socialismo. Embriagados en la bonanza de los petrodólares, los venezolanos lo hicieron masivamente, aunque no con demasiada conciencia ideológica. No por eso, sin embargo, Chávez dejó de cumplir su palabra y comenzó a aplicar el «Proyecto nacional Simón Bolívar, primer plan socialista. Desarrollo económico y social de la nación, 2007-2013». Si bien en el revés electoral del referéndum constitucional de 2007 la «transición al socialismo», como se la llama, sufrió un traspié, el proceso siguió a través de todo un enramado de leyes específicas destinado a «desmontar el capitalismo» y promover un vasto plan de estatizaciones4. Para definirlo de una manera muy general, el socialismo bolivariano es una versión del socialismo de planificación central reformado, en la que el Estado controla los resortes fundamentales de la economía, se encarga de impulsar el bienestar social, le deja a la empresa privada una participación en ciertas áreas no críticas –especialmente en el nivel de las pequeñas empresas y el comercio minorista– y se impulsan empresas de carácter social, al estilo de cooperativas y otras iniciativas comunitarias. En el campo político, espera sustituir la «democracia burguesa», como la vivida de 1958 a 1998, por una «participativa», cuya expresión máxima es el Estado comunal, en el que la sociedad se organiza en comunas que atiendan los problemas locales. Como objetivo ideal, de esas comunas ha de salir un parlamento comunal de alcance nacional.

Las tesis fundamentales

En su concepción y fundamentación ética e histórica, el ideario chavista ha mantenido en todo momento un conjunto de convicciones que pueden entenderse como sus tesis fundamentales5:

1. Cumplir la meta de grandeza trazada por Bolívar y abandonada por los gobiernos posteriores que traicionaron su ideario. La entrega del país a los intereses imperialistas foráneos operativizada por su aliada local, la oligarquía, ha destruido esa comunidad independiente, feliz y próspera a la que se llama patria. Bolívar dejó dicho, de una vez y para siempre, cuál es el camino a seguir: solo hay que retomar su senda para lograr la grandeza. Pero Bolívar fue traicionado por la oligarquía. Y por eso el Ejército, en cuanto heredero directo del Ejército Libertador, es el primer encargado de realizar esto; junto con el pueblo, que siempre fue bolivariano, debe rescatar su obra.

2. Debido a sus intereses antinacionales, la oligarquía no forma parte de la patria. Esta última estaría constituida por el pueblo –en el sentido de las clases populares–, los campesinos, los pueblos indígenas y los mestizos herederos de los esclavos, cuya redención solo es posible mediante su liberación, a través de la Revolución, del dominio de los intereses extranjeros y de las oligarquías. La alianza pueblo-Ejército es la clave para alcanzar este objetivo liberador.

3. Por ello, la historia ha sido una constante e implacable lucha entre el pueblo y las clases dominantes, comenzada con la resistencia de los indígenas a los conquistadores; seguida por los cimarrones, llevada más alto que nunca por el Libertador y después por líderes populares como Ezequiel Zamora. Los guerrilleros comunistas de la década de 1960 fueron los auténticos continuadores de aquellas luchas, ahora finalmente consumadas por Chávez.

4. De toda la historia venezolana, el largo periodo entre 1830 y 1999, llamado Cuarta República, fue sin duda el peor en cuanto a entreguismo al imperialismo y las oligarquías. Y dentro de él, la democracia de 1958 a 1998 (el «puntofijismo») representó el momento más oscuro, porque bajo la apariencia de una democracia se perfeccionó el control de las oligarquías y del imperialismo y se engañó al pueblo con una falsa sensación de protagonismo. El neoliberalismo es la expresión más clara de ese dominio de los intereses transnacionales y de las elites.

5. Por eso es una tarea de primer orden acabar con el capitalismo, que en cuanto sistema es el que crea el imperialismo y alimenta a sus aliados locales, así como con los valores burgueses (por ejemplo, la democracia representativa) que le impiden al pueblo tomar las riendas de su destino y alcanzar los altos fines a los que está llamado. Es perentorio, por tanto, crear una nueva ética socialista que a su vez ayude a forjar a un nuevo venezolano (el «nuevo republicano»).

6. La lucha contra el capitalismo no solo es necesaria para que la patria alcance su nivel de potencia, sino para que la vida misma del planeta se mantenga, comoquiera que la explotación irracional la ha puesto en riesgo.

Obviamente, esta puntualización es muy general y admite ajustes, especialmente adiciones. Pero consigna los elementos esenciales presentes en casi todos los textos doctrinales o más o menos ideológicos del chavismo. Ahora bien, es importante recalcar que ninguna de estas ideas fue inventada por Chávez. Todas, en grado mayor o menor, gravitaban en el panorama político venezolano, y en todo caso lo que él hizo fue combinarlas y meterlas en un mismo paquete.

¿Una ideología de reemplazo?

Cuando el historiador Germán Carrera Damas define el «bolivarianismo-militarismo» como una «ideología de reemplazo»6, se refiere a la citada condición de aglutinador de muchas de las ideologías adversas a la democracia representativa que existieron entre 1958 y 1998, especialmente entre las izquierdas comunistas. Ante la caída del Muro de Berlín y el descrédito de socialismo real –argumenta–, el pensamiento antiliberal y anticapitalista se recondujo bajo formas nacionalistas, como el «bolivarianismo». Una tesis similar es la desarrollada por la periodista Mirtha Rivero en su best seller La rebelión de los náufragos, una crónica sobre la caída del gobierno de Carlos Andrés Pérez aparecida en 20107. El título se basa en una frase del discurso pronunciado por el presidente Pérez cuando se enteró de su destitución en 1993 que para muchos fue premonitoria: «Es como la rebelión de los náufragos políticos de las últimas cinco décadas. Los rezagos de la subversión de los años 60»8.

Aunque ambas ideas minusvaloran lo que tiene el chavismo de identidad propia y sus antecedentes, también es cierto que Pérez no estuvo del todo desencaminado cuando se refirió a una alianza de todos los sectores que durante años se opusieron, desde la derecha y desde la izquierda, al sistema democrático y que entonces, ante su crisis estructural, aprovechaban la coyuntura para hacerse con el poder. Lo que parece sostener esta idea es que la reunión de comunistas y desafectos con el sistema que estaban a la derecha forma el primer chavismo. En efecto, si ensayamos una especie de «genealogía» de las convicciones señaladas en el apartado anterior, encontramos al menos dos de estas fuentes: el pensamiento de la izquierda comunista guerrillera de la década de 1960, en especial del sector más radical que no se pacificó en 1968; y el bolivarianismo nacionalista tradicional del Ejército. El segundo fue un dispositivo que se fue estructurando en torno de lo que el filósofo e historiador Luis Castro Leiva llamó el «historicismo político bolivariano», que unía la nacionalidad al culto a Bolívar9, pero que en el sector militar adquirió una connotación particular al presentarse a sí mismo como el heredero directo del Ejército Libertador. Fue, por supuesto, una manipulación introducida cuando realmente se crearon las modernas fuerzas armadas a principios del siglo xx y se buscó inspiración en la Independencia para darles un asidero doctrinal.

Este bolivarianismo, que encajaba muy bien con las ideas desarrollistas impulsadas durante la dictadura militar de la década de 1948 a 1958, pronto se unió a otro venido de la izquierda guerrillera. En el esfuerzo por «nacionalizar» el marxismo tras el fracaso de la lucha armada, un sector disidente del Partido Comunista, el Partido de la Revolución Venezolana (prv), fundado en 1966 y liderado por el comandante Douglas Bravo, alineó los objetivos de una revolución socialista con la versión de izquierda del bolivarianismo. Es una versión que se propulsó con la Revolución Cubana y especialmente por la Conferencia Tricontinental de La Habana, aunque venía de la década de 1920 y ya había tenido portavoces tan importantes como Augusto César Sandino. Denominado «neobolivarismo» por el historiador Ricardo Melgar Bao, básicamente veía a Bolívar como antecesor del antiimperialismo y el latinoamericanismo. Cuando los dos partidos de izquierda venezolanos que llevaban adelante la guerra de guerrillas, el Comunista y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (mir)10, decidieron regresar a la vida democrática, Cuba centró su apoyo en el prv. Cuando el grupo de Chávez era una logia militar, el Movimiento Bolivariano-200, Bravo entró en contacto con él, influyó en su doctrina y lo apoyó en la conspiración para derrocar al gobierno de Pérez a través de la fachada legal denominada Frente Patriótico, en el que actuaban muchas figuras públicas.

De esta manera, en el chavismo se unen dos corrientes inicialmente contradictorias: la del nacionalismo bolivariano militar, que sueña con hacer de Venezuela una potencia, y el socialismo de los guerrilleros, en la versión de sus sectores más radicales que siguieron en la clandestinidad. Su versión de la historia (lo de la Cuarta República y sus males, la glorificación de la guerrilla de la década de 1960, la abominación de la democracia «puntofijista», la necesidad de acabar con el capitalismo) es la de la extrema izquierda; pero muchos de los símbolos, metas y medios (la idea de patria, el deseo de ser potencia, la convicción de que los militares pueden intervenir en la política e incluso gobernar) son los de la tradición del Ejército. Chávez los asumió, ya que expresaban muy bien su proceso de una revolución fundamentada en dos pilares, el popular y el militar, que lo tenía a él en el centro; pero no significó un compromiso mayor.

Continuidades y rupturas

Leído en esta clave, el chavismo se insertó en algunas tradiciones venezolanas de larga data, como la del bolivarianismo, y en otras que, si bien no eran mayoritarias, tenían gran presencia en muchos sectores, sobre todo académicos, intelectuales y políticos, desde hacía medio siglo. Por otro lado, también hay que resaltar que la democracia venezolana del periodo 1958-1998 no fue, al menos hasta la etapa llamada «neoliberal», un régimen de derecha, en el sentido dado a la palabra como una política antipopular y permeable a los intereses foráneos. Más bien al contrario. Si la guerrilla y los golpes militares fracasaron en la década de 1960, se debió a que los principales partidos llevaron adelante importantes reformas sociales que beneficiaron a buena parte de la población y tuvieron una actitud tan antiimperialista como les fue posible en medio de la Guerra Fría (y con Cuba armando una insurrección armada). La creación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (opep), impulsada por el gobierno adeco de Rómulo Betancourt en 1960, y la nacionalización del petróleo decretada por el también adeco Carlos Andrés Pérez en 1976 son dos ejemplos claros de ello. Otro tanto puede decirse del hecho de que algunos de los grandes promotores y héroes de la democracia, en particular de ad, como el educador Luis Beltrán Prieto Figueroa y el especialista petrolero y artífice de la opep Juan Pablo Pérez Alfonzo, fueran asumidos también como héroes en el discurso chavista11.

Por eso, si bien en la honda crisis de la década de 1990 los ciudadanos optaron por la propuesta «antisistema» de Chávez, esto se debió en gran medida a que no hablaba un lenguaje del todo desconocido: revolución, antiimperialismo, ataque a la oligarquía, de eso se venía hablando en todo el espectro político desde la década de 1930. Es más, el primer Chávez fue en gran medida la reacción de una tradición contra el neoliberalismo que la ciudadanía identificaba como la causa del empeoramiento de sus condiciones de vida. La ruptura vino cuando en 2005 comenzó a hablarse de «socialismo». Pero nunca rompió tajantemente con ideas ya presentes en Venezuela, al menos en los sectores antisistema (los «náufragos»), a las que las nuevas circunstancias y la gran influencia de un líder muy carismático llevaron al poder.

  • 1.

    El tema fue trabajado extensamente por el periodista Alberto Garrido. V. Guerrilla y conspiración militar en Venezuela. Testimonios de Douglas Bravo, William Izarra, Francisco Prado, Catalá, Caracas, 1999, y Guerrilla y revolución bolivariana: documentos, edición del autor, Caracas, 2003.

  • 2.

    Se puede acceder a muchas de las publicaciones producidas por este centro en http://minci.gob.ve/libros/.

  • 3.

    Acuerdo de gobernabilidad firmado entre los partidos Acción Democrática (ad), Comité de Organización Política Electoral Independiente (Copei) y Unión Republicana Democrática (urd), firmado el 31 de octubre de 1958 tras el derrocamiento del dictador Marcos Pérez Jiménez.

  • 4.

    V. el estudio dirigido por Jesús María Casal y Jorge Luis Suárez: La libertad económica en Venezuela. Balance de una década (1999-2009), Universidad Católica Andrés Bello, Caracas, 2011.

  • 5.

    Agradezco al politólogo e historiador Guillermo T. Aveledo Coll por sus consejos y orientaciones en este aspecto, así como por haberme permitido leer un trabajo que en este momento está desarrollando sobre el tema.

  • 6.

    G. Carrera Damas: El bolivarianismo-militarismo. Una ideología de reemplazo, Ala de Cuervo, Caracas, 2005.

  • 7.

    Alfa, Caracas, 2010.

  • 8.

    El discurso puede hallarse en varios sitios en la web. Lo hemos tomado de https://politikaucab.net/2014/01/23/ultimo-discurso-de-carlos-andres-perez-como-presidente-de-venezuela-20-de-mayo-de-1993/.

  • 9.

    Ver L. Castro Leiva: De la patria boba a la teología bolivariana, Monte Ávila, Caracas, 1991.

  • 10.

    El mir se conformó con un ala disidente del socialdemócrata ad.

  • 11.

    Hay que admitir que Prieto Figueroa se separó de ad en 1968 y se desplazó hacia la izquierda en los años siguientes. Su partido, el Movimiento Electoral del Pueblo (mep), forma parte de la alianza chavista. Pérez Alfonzo fue también muy crítico en sus últimos años, aunque no renunció a su militancia.

Este artículo es copia fiel del publicado en la revista
ISSN: 0251-3552
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