Tema central

La revolución de las necesidades vitales
Marx en la era de la crisis ecológica


Nueva Sociedad 277 / Septiembre - Octubre 2018

Las nuevas lecturas de Marx y la renovación de la tradición marxista a menudo tienen lugar cuando la humanidad enfrenta nuevos problemas. Hoy, uno de los retos es la defensa del ambiente, que nos lleva de manera directa a la discusión de las necesidades humanas. Si el marxismo es una sofisticada teoría del capitalismo y la crisis ambiental es el resultado de este sistema, está claro que el marxismo tiene mucho que decir al respecto. Y hay una tradición de marxismo ecológico sobre la que vale la pena volver.

La revolución de las necesidades vitales   Marx en la era de la crisis ecológica

Nota: traducción del inglés de Carlos Díaz Rocca.


Introducción: un nuevo tipo de crisis

A lo largo de su historia, el capitalismo ha sufrido muchas crisis. Sin embargo, hoy se enfrenta a una de un nuevo tipo: la crisis ambiental. Esta tiene por lo menos cuatro dimensiones: el cambio climático, es decir, la modificación de patrones o parámetros climáticos a largo plazo; el agotamiento de los recursos y, especialmente, el de los recursos que son cruciales para el funcionamiento de las sociedades modernas, como el petróleo y el agua; formas de contaminación siempre nuevas, y la destrucción de la biodiversidad, lo que a veces se denomina la «sexta extinción». Estas cuatro dimensiones están conectadas entre sí. Sin embargo, se refieren a procesos naturales separados, y la crisis ambiental es el resultado de su combinación.

Todos estos patrones son causados por la actividad humana, son «antrópicos». «Antropoceno» es un concepto utilizado en los debates actuales sobre la crisis ambiental para referirse a la era en que la humanidad se convirtió en una fuerza geológica. Antes del siglo xix y durante toda la historia de la humanidad, las sociedades han dañado su medio ambiente, por ejemplo, agotando los recursos naturales. Pero estas crisis ambientales «locales» difieren de la crisis global actual. Resulta fundamental entender que no es la actividad humana per se la que causa estos procesos. Es el capitalismo, y especialmente el capitalismo en su forma industrial. La Revolución Industrial no podría haber existido sin energías fósiles: carbón, gas y petróleo. Sin el sistema de energía fósil, no podría haber existido industrialización en Gran Bretaña, donde comenzó, ni en ningún otro de los lugares adonde se propagó en los dos siglos siguientes. Las energías fósiles, la lógica del productivismo y el consumismo a los que dieron lugar son la principal causa de la crisis ambiental. En consecuencia, entender esta crisis implica analizar la dinámica del capitalismo industrial y, especialmente, su globalización.

Marxismo ecológico

¿Qué tiene que ver esto con Karl Marx y el marxismo? Se podría argumentar que las nuevas lecturas de Marx y la renovación de la tradición marxista tienen lugar cuando la humanidad enfrenta nuevos problemas. Esto ha sido cierto desde la muerte de Marx y sigue siéndolo hoy en día. Por lo tanto, la crisis ambiental ha llevado a un grupo de pensadores marxistas, principalmente del mundo angloamericano pero también de América Latina y Europa, a elaborar lo que ellos llaman «marxismo ecológico».

El marxismo ecológico se puede definir como el uso de las categorías e ideas de Marx y otros marxistas para tratar de comprender la crisis ambiental. El marxismo es una teoría del capitalismo, la más sofisticada que tenemos a nuestra disposición. Si la crisis ambiental es el resultado de este sistema, está claro que el marxismo tiene mucho que decir al respecto. Autores como James O’Connor, Ted Benton, Elmar Altvater, Andriana Vlachou, Paul Burkett, Jason Moore y Andreas Malm, entre otros, pertenecen a este grupo. En mi opinión, forman una de las corrientes marxistas más interesantes en la actualidad.

He intentado hacer un aporte al marxismo ecológico con mi libro La naturaleza es un campo de batalla. Ensayo de ecología política1. En este ensayo, muestro que la financiarización y la militarización de la naturaleza son las dos respuestas principales al cambio climático que han lanzado las clases capitalistas globales. Lo que me gustaría hacer en este artículo es continuar con este esfuerzo de desarrollar un marxismo ecológico. Sin embargo, lo haré explorando un problema que los marxistas ecológicos no han abordado hasta el día de hoy, que es el de la satisfacción de «necesidades» durante la transición ecológica. Este es el problema, expuesto de forma general: en el contexto de la transición ecológica que tendrá lugar en los próximos años y décadas, las sociedades no podrán satisfacer todas sus necesidades. La razón de esto es que durante los últimos dos siglos el capitalismo ha provocado una proliferación de necesidades, reales o artificiales. Sin embargo, una parte importante de estas necesidades no es sostenible desde el punto de vista ambiental.

Solo para citar una observación bien conocida: en 2016, Global Footprint Network calculó que se necesitarían 4,8 planetas si todos los ciudadanos del mundo vivieran con la misma huella ecológica que los ciudadanos de Estados Unidos. Se necesitarían dos planetas si cada ciudadano del mundo viviera como un ciudadano chino. Por lo tanto, necesariamente tendrá lugar algún tipo de cambio, deliberado o forzado. Este cambio –algunos de nosotros lo llamamos revolución– será caótico o planeado. Cuando esto suceda, cada sociedad se enfrentará con una simple pregunta: ¿qué necesidades debemos seguir satisfaciendo y cuáles deberíamos dejar de satisfacer? Por otra parte, ¿quién decide? ¿El Estado, los ciudadanos mismos, las ciudades, las organizaciones internacionales?

Mi argumento en este artículo es que no se pueden responder estas preguntas sin una teoría de las necesidades, de cuáles son las necesidades humanas en su diversidad y complejidad. Y me parece que Marx y el marxismo son un buen punto de partida para elaborar esa teoría de las necesidades. No responden todas las preguntas, obviamente, pero ofrecen un marco general para reflexionar sobre ellas. Otra vez, se hacen nuevas lecturas de Marx y de la tradición marxista cuando la humanidad se enfrenta a nuevos problemas. Uno de esos problemas es precisamente el de las necesidades en la transición ecológica. El propio Marx desarrolló un concepto de necesidad en numerosos textos: los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, la Crítica de la filosofía del derecho de Hegel, La ideología alemana, los Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) y El capital. De hecho, el concepto de necesidad es omnipresente en Marx. Solo por citar una famosa definición de mercancía en el comienzo de El capital:La mercancía es, en primer término, un objeto externo, una cosa apta para satisfacer necesidades humanas; de cualquier clase que ellas sean. El carácter de estas necesidades, el que broten por ejemplo del estómago o de la fantasía, no interesa en lo más mínimo para estos efectos. Ni interesa tampoco, desde este punto de vista, cómo ese objeto satisface las necesidades humanas, si directamente, como medio de vida, es decir como objeto de disfrute, o indirectamente, como medio de producción.2

En la tradición marxista, las ideas de Marx han sido desarrolladas durante las décadas de 1960 y 1970 por dos autores: André Gorz y Ágnes Heller. Marx, Gorz y Heller forman la columna vertebral de lo que llamaré la « teoría marxista de las necesidades». Podemos aprender mucho de esta teoría, para comenzar a responder nuestra pregunta: ¿qué necesidades deberíamos satisfacer durante la transición ecológica y qué necesidades deberíamos abandonar? En este artículo, me concentraré en la teoría de las necesidades de Gorz y Heller. No están de acuerdo en todo, pero a los fines del ensayo, fusionaré sus enfoques. También me referiré durante mi presentación a aspectos esenciales de la propia teoría de las necesidades de Marx. Concluiré con algunas reflexiones sobre la práctica de la teoría marxista de las necesidades para nuestra coyuntura política actual.

André Gorz y Ágnes Heller en contexto

Como dije, André Gorz (1927-2007) y Ágnes Heller (nacida en 1929) desarrollaron su teoría de las necesidades en las décadas de 1960 y 1970. Pero lo hicieron en dos tipos diferentes de sociedad. Gorz era francés, colaborador durante muchos años de Les Temps Modernes, la revista de Jean-Paul Sartre, recibió influencias del existencialismo. Más adelante, también estuvo en estrecho contacto con algunos miembros del operaísmo italiano, especialmente Antonio Negri, quien estuvo exiliado en Francia en la década de 1980. Gorz fue uno de los principales representantes en Francia de una izquierda antiautoritaria y antiestalinista y también fue pionero de la ecología política. Desarrolló su teoría de las necesidades en varios escritos, entre ellos, Estrategia obrera y neocapitalismo (1965).

El contexto histórico en el que Gorz elabora su teoría de las necesidades es el auge económico de la posguerra en Europa occidental y eeuu. Con el surgimiento de la «sociedad de consumo», el capitalismo pone constantemente en el mercado nuevas mercancías que deben ser consumidas. Al hacerlo, crea nuevas necesidades, materiales o simbólicas. El auge económico de la posguerra puso de manifiesto el capitalismo más productivista y consumista, y esta proliferación de mercancías planteó la cuestión de la legitimidad de las necesidades subyacentes. ¿Son reales las necesidades satisfechas por estas nuevas mercancías? ¿Son necesidades falsas, necesidades alienadas? Por lo tanto, el punto de partida para la teoría de las necesidades de Gorz es el auge de la sociedad de consumo y sus efectos sobre la subjetividad.

Ágnes Heller es húngara. Escribió en el contexto de un país autoproclamado comunista. En una economía planificada, una burocracia decide qué y cuánto producir. En otras palabras, decide qué necesidades satisfacer. Esto plantea dos preguntas. En primer lugar, ¿cómo sabe esta burocracia qué necesidades satisfacer? ¿Cómo viaja la información desde los ciudadanos hasta las oficinas de planificación central? La respuesta es que a menudo no lo hace. Dicho de otro modo: la planificación es principalmente desde arriba hacia abajo, y no desde abajo hacia arriba. Un problema crucial que las economías planificadas no lograron resolver durante el siglo xx –o solo lograron resolver parcialmente– es cómo recopilar y centralizar la información para satisfacer las necesidades de la población.

De ahí la segunda pregunta: ¿cuál es la legitimidad de la burocracia para decidir qué necesidades satisfacer? Y nuevamente, la respuesta es: su legitimidad es tradicionalmente débil. En resumen, en las economías planificadas, la información económica a menudo es imperfecta y la legitimidad es débil. La decisión de satisfacer una necesidad, o no, no la toma el individuo. La toman las instituciones económicas. En consecuencia, por razones diferentes de las de Gorz, Heller estaba interesada en la cuestión de definir las necesidades, de definir qué es una necesidad legítima, como oposición a una necesidad artificial. En 1976, publicó Teoría de las necesidades en Marx, en mi opinión uno de los mejores libros marxistas escritos en ese periodo.

Un aspecto común al trabajo de Gorz y Heller es su interés por el Marx joven. Durante las décadas de 1960 y 1970, muchos autores marxistas, tanto en Occidente como en Oriente, volvieron al concepto de alienación. Es el caso de Henri Lefebvre, Guy Debord, Jacques Ellul y Jean Baudrillard, por citar solo algunos nombres del campo intelectual francés, el que mejor conozco. Estos pensadores fueron influenciados por los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 de Marx, y también por Historia y conciencia de clase, de Georg Lukács (1923).

La alienación se convirtió en un tema teórico y político importante en las décadas de 1960 y 1970, porque el capitalismo producía bienestar material con tasas de crecimiento impresionantes, pero sin el correspondiente bienestar espiritual o intelectual. La alienación designa la brecha, cada vez más experimentada durante las décadas mencionadas, entre el bienestar material y el mental. Gorz y Heller fueron parte de este grupo de pensadores marxistas que escribieron sobre la alienación. Sin embargo, su originalidad está en que pensar en la alienación los llevó progresivamente al tema de las necesidades. ¿Cuál es el vínculo entre la alienación y las necesidades? La alienación se puede evaluar o medir en relación con las necesidades «auténticas». Uno está alienado de un estado inicial no alienado. La lucha contra la alienación sirve para encontrar el camino de regreso a ese estado o para llegar a él por primera vez. La creación por parte del capitalismo de necesidades siempre más artificiales es precisamente el resultado de la alienación. Por lo tanto, la crítica de la alienación se basa, explícita o implícitamente, en un concepto de necesidades «auténticas», es decir, de necesidades no alienadas. Lo interesante en el tema de las necesidades es que nos permite combinar una crítica de la alienación con una crítica de los daños que el capitalismo hace al medio ambiente. Detrás de ambas críticas está la cuestión de las necesidades auténticas versus las artificiales.

Primera paradoja

¿En qué consiste la teoría de las necesidades de Gorz y Heller? Su punto de partida es una clase específica de necesidades. Estas necesidades no son una condición para la supervivencia, no son necesidades absolutas o vitales, como comer o protegerse del frío. Sin embargo, a pesar de no ser necesidades absolutas, las necesidades a las que Gorz y Heller se refieren son necesidades «esenciales», en el sentido de que participan en la definición de lo que la mayoría de la gente llamaría una buena vida, una vida plena. Ejemplos de estas necesidades significativas son: amar y ser amado, ser autónomo, creativo y libre, participar en la vida social y política, relacionarse con la naturaleza circundante...Un ser humano probablemente podría sobrevivir sin satisfacer la mayoría de estas necesidades. Pero sería supervivencia, no vida. Gorz llama a estas necesidades «cualitativas». Heller las llama necesidades «radicales». La noción de «necesidad radical» ya está presente en Marx. En su Crítica de la filosofía del derecho de Hegel (1843-1844), Marx dice: «Una revolución radical solo puede ser la revolución de necesidades radicales». Marx vio claramente que las necesidades en general, y las necesidades radicales en particular, no son solo personales. Tienen una dimensión política, incluso revolucionaria. En lo que sigue, me referiré a las necesidades cualitativas y radicales como sinónimos.

Las necesidades cualitativas o radicales se basan en dos paradojas. Aquí está la primera. El capitalismo es un sistema explotador que propaga la miseria y el dolor. Pero también genera cierto bienestar material a largo plazo para partes significativas de la población. Las desigualdades son omnipresentes, pero esto no significa que el capitalismo sea incapaz de sacar a la gente de las formas extremas de pobreza. Tal como lo ha demostrado el economista Branko Milanović con su famosa «curva del elefante»3, desde 1988, los ingresos del 2% de los más pobres de la tierra, que viven principalmente en el Sur global, experimentaron un aumento de 20%, y los ingresos del 30% más pobre experimentaron un aumento de entre 20% y 50% (hay muchas diferencias dentro de cada uno de estos grupos). Las clases medias chinas e indias, en particular, se hicieron más ricas. Durante el periodo 1988-2008, el pib per cápita se multiplicó por 5,6 en China y por 2,3 en la India. Por supuesto, esto no ha impedido que el 1% de las personas más ricas del mundo se haya vuelto 70% más rico durante el mismo periodo. Para que surjan las necesidades cualitativas, se debe generar un excedente económico que permita pensar en satisfacer otras necesidades no materiales. El capitalismo libera a partes significativas de la población de la obligación de luchar diariamente por su supervivencia. En consecuencia, las necesidades cualitativas se vuelven cada vez más importantes a medida que se desarrolla la historia.

Sin embargo, a medida que surgen estas nuevas necesidades cualitativas, el capitalismo impide su plena realización. No es capaz de cumplir la promesa de una vida verdadera y mejor que las necesidades cualitativas representan. ¿Por qué? La división del trabajo confina a los trabajadores a desarrollar funciones y habilidades cada vez más limitadas, lo que les impide desenvolver todo el espectro de capacidades humanas. Las necesidades creadas artificialmente por el consumismo capitalista ocupan más y más espacio en la vida de las personas, que tienen cada vez menos tiempo y energía para dedicar a necesidades más «auténticas». Aunque pueden experimentar una satisfacción temporal, a largo plazo esto daña sus subjetividades, causa insatisfacción y diversas patologías. Estas necesidades cualitativas o radicales son una parte constitutiva de nuestro yo moderno. Participan en la definición de lo que la mayoría de nosotros consideraría una buena vida. Pero incluso si el desarrollo capitalista es la condición para su surgimiento, no puede satisfacerlas por completo. De hecho, impide que se hagan realidad.

Esta es la razón por la cual las necesidades cualitativas o radicales son la base de muchos movimientos sociales y políticos. Las necesidades contienen las semillas de la revolución, dice Gorz en Estrategia obrera y neocapitalismo4. La búsqueda de la satisfacción de estas necesidades cualitativas lleva tarde o temprano a la gente a criticar el sistema capitalista, que impide su realización. La historia de los movimientos sociales y políticos modernos puede verse como la historia de las luchas que han tenido como objetivo satisfacer las necesidades insatisfechas o solo parcialmente satisfechas. Para definir su concepto de «necesidad radical», Heller escribe: «La conciencia de la alienación, en otras palabras, las necesidades radicales (...)». Las necesidades radicales son la «conciencia de la alienación»5. Su argumento es el siguiente: cuando estás alienado, no sabes quién eres; en esto consiste precisamente estar alienado. Vives ignorando la alienación de la que eres víctima. Sin embargo, dadas ciertas circunstancias, una persona o un grupo de personas se vuelven conscientes de su condición alienada, o se dan cuenta completamente de lo que solo habían percibido de manera confusa. Esta conciencia no elimina la alienación de inmediato. La alienación no es solo una cuestión de «conciencia», es esencialmente una cuestión de estructuras sociales alienantes. Sin embargo, esta conciencia conduce a luchas sociales y políticas que, en un plazo más o menos largo, transformarán estas estructuras y, en consecuencia, pondrán fin a la alienación. También conducirán a la ampliación del grupo de aquellos que son conscientes de su condición alienada y que tomarán parte en la lucha. Las necesidades radicales son el «operador» que subyace a este proceso. Son la «conciencia de la alienación», en el sentido de que desencadenan luchas sociales y políticas. Su advenimiento ha sido posible gracias al capitalismo, pero no pueden ser satisfechas por este sistema. Es necesario el surgimiento de otro sistema, el poscapitalista, para que se hagan realidad.

Entre la naturaleza y la historia

Según la teoría marxista de las necesidades, estas se encuentran en la intersección de la naturaleza con la historia. Este es uno de los aspectos más interesantes de esta teoría. Comer o respirar son obviamente acciones enraizadas en alguna forma de necesidad natural humana. Sin embargo, estas funciones también están conectadas de manera directa con los procesos históricos. Hay una cita famosa de Marx tomada de los Grundrisse: «El hambre es hambre, pero el hambre que se satisface con carne cocida comida con cuchillo y tenedor es un hambre muy distinta de la que devora carne cruda con ayuda de manos, uñas y dientes»6.

En este pasaje, Marx reconoce la existencia de necesidades biológicas absolutas, es decir, necesidades cuya satisfacción es una condición para la supervivencia. El hambre es hambre, sea cual fuere el periodo histórico o la región considerada. Pero además de ser biológica, esta necesidad ha evolucionado durante la historia. En las sociedades antiguas, se satisfacía con carne cruda que se comía con las manos. Según Marx, este no es el mismo hambre, es decir, no es la misma necesidad que la que se satisfaría, más adelante en la historia de la humanidad, con carne cocida comida con cuchillo y tenedor. Marx puede estar exagerando un poco al expresar su punto de vista. Pero el argumento es bastante simple: las necesidades tienen una historia, son al mismo tiempo biológicas e históricas. El pensamiento tradicional opone la naturaleza a la historia, mientras que Marx intenta combinarlas. Esto lo lleva a elaborar sus propias e innovadoras definiciones de naturaleza e historia. Pero ¿en qué consiste esta historia de las necesidades humanas? El objeto consumido modifica, al menos en parte, la necesidad subyacente. Según Marx, las necesidades tienen una historia, no son solo las formas en que son satisfechas lo que cambia históricamente. De ahí la idea de que el hambre se refiera a dos tipos diferentes de necesidades, según la forma en que se satisfaga. Aquí está el punto importante: como el objeto consumido primero tiene que producirse, en última instancia es la producción, es decir la producción capitalista, lo que determina las necesidades. El objeto externo (la mercancía) determina la necesidad, la producción determina el objeto y, por lo tanto, la producción determina la necesidad. La cita de los Grundrisse antes mencionada continúa de la siguiente manera: «No es solamente el objeto del consumo, sino también el modo de consumo, lo que la producción produce no solo objetiva sino también subjetivamente. La producción crea, pues, al consumidor. La producción no solamente provee un material a la necesidad sino también una necesidad al material»7.

Según Marx, bajo el capitalismo, la producción es la que manda la mayor parte del tiempo. Si se produce una evolución en la esfera productiva siguiendo, por ejemplo, una innovación tecnológica, es probable que conduzca a una nueva «forma de consumo». A veces, esta nueva forma se refiere a una necesidad vital, como comer, por ejemplo, cuando la humanidad comenzó a cocinar carne y comerla con cuchillo y tenedor, en lugar de comerla cruda y con las manos. Pero como la producción determina el consumo, a menudo pone en el mercado bienes que no corresponden a ninguna necesidad previa, vital o no, y crea así artificialmente la necesidad. Las necesidades artificiales son una consecuencia del productivismo. Por lo tanto, como dice Marx: «La producción crea al consumidor». Creo que está muy claro que esta es la lógica básica del mundo en que vivimos. Los daños ambientales provocados por esta lógica y los daños causados a la subjetividad humana son evidentes.

Segunda paradoja

Las necesidades radicales se basan en una segunda paradoja. En el nivel colectivo, las necesidades evolucionan y se vuelven más sofisticadas y diversas a medida que avanza la historia. Pero en el nivel individual, se produce un empobrecimiento de las necesidades y las formas en que son satisfechas. Esto es lo que se verifica especialmente entre las clases populares, pero también en las dominantes. «Riqueza de la especie, pobreza del individuo» es la fórmula que emplea Heller para referirse a esta segunda paradoja de las necesidades radicales. Una forma de definir el progreso es decir que se crean necesidades cada vez más sofisticadas a lo largo de la historia. Se produce un proceso de ampliación del espectro de necesidades cualitativas. Según Gorz, «cuanto más rica sea una civilización, más ricas y diversas serán las necesidades de los hombres»8. Esta frase se hace eco de un pasaje de los Elementos fundamentales para la crítica de la economía política:

el descubrimiento, creación y satisfacción de nuevas necesidades procedentes de la sociedad misma; el cultivo de todas las propiedades del hombre social, la producción del mismo como un individuo cuyas necesidades se hayan desarrollado lo más posible, por tener numerosas cualidades y relaciones; su producción como producto social lo más pleno y universal que sea posible (pues para aprovecharlo multilateralmente es necesario que sea capaz de disfrute y por tanto cultivado al extremo) constituye asimismo una condición de la producción fundada en el capital.9

En esta cita, la relación entre el capitalismo y la producción del «ser humano social» «lo más lleno de necesidades que se pueda» es claramente establecida por Marx. Sin embargo –y aquí radica la paradoja–, este progreso colectivo, el nivel de la humanidad como tal, va acompañado de un empobrecimiento o trivialización de las necesidades individuales. En otras palabras, existe una brecha entre el «ser humano social» y cada individuo en particular, que Marx analiza a través del concepto de necesidades. ¿Cómo vamos a explicar esta paradoja? Tres factores contribuyen a este resultado. En primer lugar, el grado de sofisticación de las necesidades depende del tiempo que tenemos para atenderlas. Cuanto menos tiempo tengamos a nuestra disposición, menos sofisticadas serán nuestras necesidades. Asimismo, más sucumbiremos a las necesidades «preformateadas» y estandarizadas.

En el capitalismo, el individuo –especialmente el individuo subalterno– dedica la mayor parte de su tiempo y energía al trabajo. Hoy, por ejemplo, en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (ocde), un trabajador dedica 40% de su tiempo al trabajo. El resto incluye comer y dormir, es decir, la satisfacción de las necesidades vitales básicas. Por lo tanto, tiene poco tiempo para sus necesidades cualitativas. El cansancio agrava esta condición. Cuando uno regresa cansado del trabajo, no necesariamente tiene la energía para atender las necesidades propias. En resumen, desarrollar necesidades sofisticadas requiere tiempo. Esta es la razón por la cual, en la teoría marxista de las necesidades, la reducción del tiempo de trabajo es una política crucial y progresista. Gorz fue uno de los primeros teóricos de la reducción del tiempo de trabajo, y también del «ingreso básico»10. La reducción del tiempo de trabajo no solo permitirá compartir el trabajo, sino que también, y como consecuencia, reducirá el desempleo. También liberará tiempo para que podamos cuidar de nosotros mismos y encargarnos de nuestras necesidades. Como dice Marx, el tiempo libre se convertirá entonces en la «medida de la riqueza», una riqueza emancipada del valor capitalista.

La estandarización de la producción es un segundo factor que explica la trivialización de las necesidades individuales bajo el capitalismo. Productos exactamente iguales se producen en cantidades cada vez mayores. La estandarización es una tendencia a largo plazo de la producción capitalista y responde a la necesidad de reducir los costos de producción y realizar economías de escala. Es un parámetro central en el surgimiento de la «sociedad de consumo» desde el siglo xix, y aún más desde el boom económico de la posguerra. La invención del contenedor para transporte marítimo en la década de 1950, la «contenedorización» que hizo posible la globalización al disminuir los costos de transporte, ha incrementado esta tendencia aún más en la segunda mitad del siglo xx.

La estandarización tiene una gran influencia en las formas de consumo y, en consecuencia, en la definición de las necesidades y los modos en que se satisfacen. El consumidor consume mercancías a las que tiene acceso, es decir, mercancías estandarizadas, que son las mismas para miles de millones de personas. Pensemos en los teléfonos inteligentes que todos llevamos en nuestros bolsillos. Existen formas de consumo alternativas, más sostenibles, especialmente en las clases medias con un alto «capital cultural». Pero siguen siendo marginales. Por lo tanto, los productos estandarizados tienden a estandarizar las necesidades.

Un tercer factor que explica que la riqueza de la especie con respecto a las necesidades conlleve un empobrecimiento del individuo es la división del trabajo. La división del trabajo existe en diversas formas en cada sociedad humana, e incluso en algunos grupos de animales. Lo que es específico de la división capitalista del trabajo es que tiene sus raíces en la división entre trabajo manual e intelectual. El capitalismo confina de forma duradera a ciertos individuos (la mayoría de la humanidad) del lado del trabajo manual, y a otros individuos (una minoría) del lado del trabajo intelectual. Por supuesto, el trabajo siempre tiene aspectos manuales e intelectuales, pero en grados muy diferentes. La razón por la cual el capitalismo se basa en esta división es porque se supone que aumenta la productividad, y el aumento constante de la productividad es el combustible de la acumulación capitalista. La informatización del trabajo, el desarrollo del llamado trabajo digital durante las últimas tres décadas, no cambia esta lógica básica. Ha dado lugar a una proliferación de tareas repetitivas, como la captura y gestión de datos, que de ninguna manera favorecen la creatividad. El antropólogo David Graeber llamó a estas nuevas formas de trabajo digital bullshit jobs, «trabajos de mierda».

Gorz y Heller son, después de Marx mismo, grandes pensadores de los efectos políticos de la división del trabajo. Esta confina al individuo a un conjunto limitado de tareas repetitivas durante toda su carrera profesional. Debido a la centralidad del trabajo en las sociedades capitalistas, esto tiene impacto en todos los aspectos de la existencia de una persona. Si el trabajo es embrutecedor, si deja poco tiempo y energía para pensar en las necesidades verdaderas y auténticas, las consecuencias se harán sentir, por ejemplo, en la vida amorosa, o en la capacidad para disfrutar del arte, o para ser creativo intelectual o manualmente. Por lo tanto, a la vida le serán amputadas algunas de sus potencialidades más importantes.

Una transición ecológica poscapitalista

Se pueden mencionar muchos otros aspectos de la teoría marxista de las necesidades. Pero quiero concluir volviendo a nuestro interrogante: durante la transición ecológica, ¿qué necesidades deberíamos satisfacer y cuáles no? Obviamente, la teoría marxista de las necesidades no es una hoja de ruta detallada para esta transición. Para construir tal hoja de ruta tenemos que recurrir a escenarios de transición ecológica elaborados por economistas e ingenieros ambientales. Pero esta teoría proporciona una manera de pensar acerca de este problema, o al menos acerca de algunos aspectos de él.

Entre los objetivos de la transición ecológica debería estar la satisfacción de las necesidades biológicas absolutas de todos los seres humanos. Hoy, 800 millones de personas aún padecen hambre; esto equivale a una persona de cada nueve en el planeta. La manera de lograr este objetivo queda fuera del alcance del presente artículo. Sin embargo, es cierto que el capitalismo no solo genera un excedente económico que permite que segmentos significativos de la población mundial se dediquen a las necesidades cualitativas. También induce la pobreza y las desigualdades, que obligan a otros segmentos a concentrarse en sus necesidades materiales inmediatas. La pobreza y las desigualdades no son remanentes del pasado que se desvanecerán con el paso del tiempo. El capitalismo las reproduce constantemente, son una consecuencia de su lógica básica. Por lo tanto, una crítica seria del capitalismo apunta a alcanzar este objetivo.

Las necesidades cualitativas o radicales serán una fuerza transformadora durante la transición ecológica. La razón de esto es que plantean la pregunta «¿qué necesidades debemos satisfacer?» desde abajo. La satisfacción de las necesidades radicales es más una cuestión de movimientos sociales y políticos beligerantes que de políticas estatales. Más precisamente, es la influencia de tales movimientos en el Estado lo que hará que esas necesidades sean satisfechas.

Así es como debe avanzar la transición ecológica: movilizando a la población, sus conocimientos y su know-how, para decidir qué necesidades satisfacer. Esto requerirá una profundización de la democracia y tal vez también la creación de nuevas instituciones democráticas «deliberativas», en las que tendrá lugar un debate sobre las necesidades legítimas frente a las ilegítimas. Queda un interrogante aún sin respuesta: qué forma podrían adoptar estas nuevas instituciones democráticas. Tal vez los consejos obreros de las revoluciones del siglo xx puedan ser un modelo. Estos consejos, sin embargo, deberían ampliarse para incluir a todos los ciudadanos, no solo a los trabajadores.

Las necesidades radicales son una falsa promesa hecha por el capitalismo. Pero es una falsa promesa que la gente toma en serio. Esta falsa promesa permite que surjan movimientos sociales y políticos y permite luchar por su cumplimiento. Al hacerlo, necesariamente cuestionan la legitimidad del capitalismo. De forma análoga, la diversificación del espectro de necesidades humanas durante la historia –o sea, el progreso– contrasta abiertamente con la creciente incapacidad de los seres humanos para encontrar el tiempo y la energía para satisfacer sus necesidades. Esto también lleva a cuestionar la legitimidad del sistema. Lo que los movimientos beligerantes hacen, en suma, es tomarle la palabra al capitalismo y exigir que las necesidades cualitativas sean satisfechas.

  • 1.

    Clave Intelectual, Madrid, 2016.

  • 2.

    K. Marx: El capital I, FCE, Ciudad de México, 2001, p. 3 (mi énfasis).

  • 3.

    B. Milanović: Global Inequality: A New Approach for the Age of Globalization, Harvard up, Cambridge, 2016.

  • 4.

    «Bastaba plantear reivindicaciones en nombre de la necesidad de consumo más inmediata para que esa reivindicación tuviera un contenido revolucionario inmediatamente consciente: la necesidad de la revolución se confundía con la de vivir». A. Gorz: Estrategia obrera y neocapitalismo, Era, Ciudad de México, 1969, p. 80.

  • 5.

    Á. Heller: Teoría de las necesidades en Marx, Península, Barcelona, 1986.

  • 6.

    K. Marx: «Introducción a la crítica de la economía política» en Contribución a la crítica de la economía política, Siglo Veintiuno, Ciudad de México, 2005, p. 291.

  • 7.

    Ibíd., pp. 291-292.

  • 8.

    A. Gorz: Historia y enajenación, FCE, Ciudad de México, 1964, p. 270.

  • 9.

    K. Marx: Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-1858, Siglo Veintiuno, Ciudad de México, 2007, p. 361 (mi énfasis).

  • 10.

    El ingreso básico es un ingreso otorgado incondicionalmente a cada ciudadano que le permite decidir si trabaja o no, o cuánto debe trabajar.

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