Tema central
NUSO Nº 241 / Septiembre - Octubre 2012

La calle para quien la ocupa. Las condiciones sociopolíticas de la globalización no hegemónica en México DF

Por ser una de las ciudades más grandes del mundo y con mayor cantidad de vendedores informales, el Distrito Federal de México es un buen escenario para estudiar la globalización no hegemónica. Este artículo se enfoca en las transformaciones registradas en el mundo de los comerciantes informales a partir deuna serie de cambios económicos y políticos, como la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte(TLCAN), las novedosas sociedades entre comerciantes mexicanos y chinos, y los modos de regulación política de esta economía informal, alterada solo en parte por la llegada de la centroizquierda al gobierno de la ciudad.

La calle para quien la ocupa. Las condiciones sociopolíticas de la globalización no hegemónica en México DF

La globalización es un fenómeno que ha resultado de la confluencia de grandes cambios económicos, políticos y tecnológicos que tuvieron lugar en las últimas tres décadas del siglo XX. La desregulación económica y financiera, el colapso de la Unión Soviética y de los regímenes de los países de Europa del Este y la revolución de las tecnologías de la información y la comunicación son la trama sobre la que confluyen los nuevos hilos que sirven de urdimbre al Estado y su redimensionamiento, y al nuevo mercado en el que tienen un lugar prominente las grandes empresas transnacionales del comercio, la industria y las finanzas.El modelo keynesiano, exitoso en muchos países durante los «30 años gloriosos» –entre mediados de los años 40 y mediados de los 70–, marcados por el crecimiento y la estabilidad social, entró en una crisis a partir de la cual los gobiernos y las empresas iniciaron una reestructuración productiva que se materializó en la desregulación, la privatización de las empresas públicas y la tendencia al desmantelamiento del contrato social. La reestructuración capitalista de los años 80 se concretó en algunas reformas económicas con las que se intentaba alcanzar cuatro metas: lograr mayores beneficios empresariales en la relación capital-trabajo; intensificar la productividad del trabajo y del capital; globalizar la producción, la circulación y los mercados; y conseguir el apoyo del Estado para aumentar la productividad y la competitividad, a veces en detrimento de la protección social. Esta reestructuración dependía de la innovación tecnológica, de la flexibilidad y del cambio organizativo orientado a la adaptabilidad. El colapso de la URSS y el triunfo del mercado sobre las economías planificadas sirvieron de soporte político e ideológico para los cambios. La velocidad del cambio tecnológico y la aplicación de la electrónica a los sistemas de producción y comunicación están transformando los Estados nacionales, la división del trabajo y las relaciones laborales, las formas de producir, distribuir y consumir, las identidades colectivas y la vida doméstica cotidiana; además, favorecen la tendencia a que se separen la economía, la política y la cultura1.

La revolución de las tecnologías de la información y la comunicación transformó a estas en vehículos para la integración de los mercados financieros globales. Esta es la globalización hegemónica regulada por las instituciones multilaterales como la Organización Mundial del Comercio (OMC), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), y está enmarcada en múltiples acuerdos internacionales establecidos por la Unión Europea, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el Mercosur y muchos otros. El análisis de esta globalización o mundialización se ha realizado según diversas perspectivas. Entre ellas están la teoría de las relaciones internacionales, que parte de la idea de que existen Estados soberanos que actúan desde el campo político y militar y están en creciente interdependencia y coordinación internacional; y la teoría que podemos denominar «de determinación económica», que sostiene que el proceso de mundialización está comandado por el poder económico, que no se identifica con las divisiones territoriales de los Estados nacionales. Pero entreverada con esta globalización existe otra globalización no hegemónica, que no la contradice ni la niega, sino que aprovecha sus intersticios y sus vacíos para sacar también provecho de la producción, la circulación y el consumo globalizados. Esta globalización, que también podría denominarse «internacionalización de la economía informal», no es únicamente un hecho mercantil asimilable a la respuesta automática ante la apertura económica, sino que está imbricada además en sistemas de poder local, nacional y transnacional. China aparece como una base cada vez más importante de este proceso al proveer de bienes de consumo popular y a bajo costo a gran parte de la población de los países en desarrollo.

Se trata más bien de la otra cara de la globalización, que opera en sus márgenes y está constituida por millones de personas que se desplazan entre países y continentes con permisos y sin ellos, con mercancías legales, «semilegales» o ilegales, que en lo individual pueden ser de poco valor pero que en conjunto significan enormes volúmenes de capital. Sus actores son pequeños comerciantes, empresarios y migrantes que, de manera «informal» y fuera del control estatal, llevan sus mercancías nuevas o usadas, genuinas o falsificadas, a los clientes de la base de la pirámide que los esperan en los centros de las ciudades, en la periferia o en el medio rural. Así, esta globalización no hegemónica brinda alternativas de consumo, de supervivencia a través del empleo que genera para los vendedores y de movilidad social para quienes hacen los negocios.

Muchos Estados, las grandes empresas transnacionales y los medios de comunicación de masas consideran estas actividades de la globalización no hegemónica como ilegales e ilegítimas, y se las llega a asociar con el crimen organizado, como si estuviesen en los mismos circuitos que el lavado de dinero, el contrabando de armas, de drogas2 o de seres humanos, por lo que se las considera un peligro para las economías y las sociedades nacionales. Algunos analistas piensan que este tráfico ilícito coloniza las administraciones públicas de los países con gobiernos débiles y corruptos, las esclaviza, manipula y compra3. Sin embargo, desde otros miradores se observa que quienes participan en las nuevas lógicas de intercambio subalternas a través de estos nexos globales desde abajo no pretenden reemplazar ni destruir el capitalismo, sino beneficiarse de él, y en muchos puntos de su trayecto aparecen connivencias y se entrecruzan grandes empresas formales con pequeñas empresas informales consideradas como ilícitas4.

Migrantes chinos y vendedores informales de México DF

La globalización desde abajo empieza a ser estudiada en profundidad y ya existen algunos trabajos que la analizan preponderantemente desde los ángulos económico y cultural5. En este texto, nos interesa abordar las implicaciones políticas de la globalización no hegemónica a partir del caso de la Ciudad de México. En efecto, para que pueda tener lugar la circulación y venta de mercancías en los lugares más visibles y prohibidos, tanto por sus implicaciones espaciales como fiscales, es necesario que los vendedores estén bien organizados.

La Ciudad de México es una de las más grandes del mundo y una de las que tiene el mayor número de vendedores ambulantes; nadie sabe con certeza cuántos son, pero se cuentan por varios cientos de miles; hay quienes calculan que podrían ser entre 350.000 y 500.000. Tan solo en el centro histórico son cerca de 20.000 y pueden ascender al doble en ciertas épocas del año.

La mayor parte de los productos de contrabando que se vendían en las calles de la ciudad hasta el año 2000 provenía casi exclusivamente de Estados Unidos. Tanto el «contrabando hormiga» transportado en maletas– que en México se llama popularmente fayuca–, como el contrabando en tráiler o a gran escala contaban necesariamente con el apoyo de funcionarios de la aduana y de la policía para pasar las fronteras y recorrer más de 1.500 kilómetros de carretera antes de llegar a la capital mexicana. Fayuqueros y contrabandistas se abastecían de mercancías en diversas ciudades del sur de EEUU; en el caso de la ropa, provenía principalmente del Fashion District en Los Ángeles, California6. Si al principio los propios comerciantes iban con frecuencia en autobús a comprar sus productos de fayuca, con el tiempo aparecieron intermediarios mayoristas que les entregaban el producto en la Ciudad de México, y muy especialmente en Tepito7. La fayuca en maleta se convirtió en contrabando en tráiler.

Existen dos formas principales de introducir las mercancías sin pagar impuestos: una es el «contrabando bronco», que realizan por una parte los fayuqueros en pequeña escala y por la otra los grandes contrabandistas, llamado así porque se introducen los bienes sin papeles, en forma subrepticia, con engaño o con «mordida»; otra es el «contrabando técnico», que se comete generalmente a gran escala, por medio de alguna modalidad orientada a hacer entrar los bienes con declaraciones falsas en relación con su volumen, valor, origen o naturaleza.

El siglo XXI cambió la naturaleza de los productos que transitan por el circuito inferior de la economía. Por una parte, el TLCAN que entró en operación en 1994 eliminó progresivamente los impuestos sobre gran parte de los productos de origen estadounidense y canadiense; por lo tanto, en México bajaron los precios de los bienes provenientes de América del Norte y resultó obsoleto el contrabando de muchos productos, aunque no el de la ropa usada, cuyo tráfico cobró renovada fuerza8. Por la otra, las reformas económicas de China y su entrada a la OMC en 2001 generaron una nueva división internacional del trabajo, que ha tenido repercusiones sobre la producción, el consumo y el empleo en todo el orbe. Los flujos y las redes de distribución por vía terrestre a través de un eje Norte-Sur, que habían prevalecido en México durante todo el siglo XX, empezaron a ser complementados por redes comerciales transpacíficas a través de los puertos mexicanos o por intermediación de puertos sureños del Pacífico de EEUU. Algunos de los operadores de este nuevo comercio de contrabando siguen siendo los mismos: «comerciantes formales» de México, «comerciantes informales» con experiencia en el intercambio internacional (muchos de ellos de Tepito) y funcionarios y empleados de las aduanas mexicanas. Otros operadores se debilitaron: por ejemplo, los migrantes mexicanos que se habían convertido en intermediarios en EEUU. En cambio, han aparecido nuevos actores, como los comerciantes asiáticos.

Los coreanos llegaron a México después de la crisis argentina de principios de la década de 1990, en algunos casos con experiencia comercial en ese país. Por otro lado, una nueva oleada de inmigrantes chinos empezó a llegar desde la segunda mitad de la misma década. Ambos grupos étnicos han rentado o comprado locales en zonas de denso comercio popular en el centro histórico de la Ciudad de México y en Tepito; por regla general no venden directamente productos al menudeo en la calle. Iniciaron sus negocios casi sin hablar el español, con la ayuda de algunos líderes de los vendedores ambulantes, que recibían a cambio una retribución económica. Existen en el centro histórico cerca de 100 importadores chinos, de los cuales la mayoría son mujeres; ellos traen los productos de su país y los distribuyen entre los vendedores ambulantes o los venden directamente a los consumidores en negocios establecidos. Estas importadoras chinas otorgan créditos a corto plazo a los pequeños comerciantes ambulantes, lo que les ha dado muy buenos resultados, ya que los proveedores mexicanos no lo hacen. Además, han establecido diversos tipos de negocios de importación de productos chinos en asociación con comerciantes de Tepito. María Rosete es la más importante líder de los vendedores ambulantes de Tepito y dirige el Frente Metropolitano de Organizaciones Populares (FMOP) que, según sus declaraciones, agrupa 28 organizaciones y a más de 5.000 comerciantes. Desde hace varios años está asociada con Ann Lang, una médica china que llegó a México a mediados de los años 90; al no poder ejercer su profesión, Lang se dedicó al comercio y ya tiene seis tiendas de importación (legal) de productos chinos de consumo popular9 (bolsas para mujeres). La tarjeta de visita de la líder de los comerciantes de Tepito está escrita en mandarín y en castellano. Su proyecto es llevado a cabo con el apoyo de empresarios chinos; su objetivo es convertirse en importadora de productos legales y baratos procedentes de China, que venderán los agremiados10.

Por su parte, algunas decenas de comerciantes de Tepito viajan varias veces al año a China en busca de mercancías; uno de los lugares favoritos es Yiwu. Algunos de ellos cobran a otros comerciantes por enseñarles el know-how de las importaciones chinas y por acompañarlos al país asiático. A veces lo hacen a través de agencias de viajes que se presentan como organizadoras de tours turísticos y que además operan como agencias para llevar a pequeños comerciantes a comprar mercancías. Desde hace pocos años existe una comunidad de «tepiteños» asentada en Beijing, que se encarga de una parte de este «comercio desde abajo».

Los principales productos de contrabando que provienen de China son los que siguen sometidos a derechos aduanales elevados o a cuotas compensatorias cuando se demuestra que se han introducido en condiciones de discriminación de precios (dumping)11: textiles y ropa (de baja calidad y consumo masivo), calzado de plástico, juguetes, productos de cerámica y vidrio, aparatos eléctricos y electrónicos, perfumes, productos de uso personal (bolsas, relojes, lentes, etc.), discos vírgenes y grabados.

Una de las características del contrabando contemporáneo es la extrema diversidad de actores, circuitos y técnicas de aprovisionamiento. Algunos de los grandes grupos de distribución, supermercados y cadenas de almacenes especializados, que representarían cerca de 55% del mercado nacional de ropa12, han recurrido también a importaciones ilegales. La triangulación es el procedimiento más común para introducir grandes cantidades de mercancías de contrabando13. Una parte de la industria maquiladora de exportación participa también en los circuitos de contrabando, en especial con las telas, a través del desvío de las reglas de importación temporal inscritas en los programas oficiales Programa de Importación Temporal para Producir Artículos de Exportación (Pitex) y Maquila. Una vez que las telas fueron transformadas por las industrias o por sus subcontratistas, los productos son cedidos a los establecimientos de comercio formales, o vendidos por medio de mayoristas que proveen a los pequeños vendedores callejeros o a los tianguis. Eso muestra el carácter apresurado de los enfoques orientados a hacer del comercio ilegal un segmento especializado de las actividades informales. Una conclusión que podemos extraer es que la globalización desde abajo no siempre es un circuito independiente de la globalización hegemónica, sino que en diversos momentos ambas transitan por el mismo camino en una relación simbiótica. Los vendedores ambulantes no consiguen siempre sus mercancías por sí mismos; con frecuencia se proveen con intermediarios y mayoristas que tienen negocios establecidos y registrados.

Es preciso analizar la globalización económica desde abajo desde el ángulo de los flujos de mercancías en la línea que acabamos de esbozar, con apoyo de la geografía y la economía14. También puede examinarse desde una perspectiva sociopolítica15, que es la que nos interesa desarrollar aquí. Para que estas mercancías legales e ilegales, auténticas y falsificadas, puedan venderse en algunos lugares prohibidos, es necesario que existan ciertas condiciones sociales y políticas. A diferencia de los pequeños talleres industriales informales, que están dispersos y no cuentan con ninguna organización que represente sus intereses16, los vendedores en vía pública en Ciudad de México tienen un alto grado de organización para defender sus intereses y poder trabajar en la calle.

Liderazgos femeninos y vínculos políticos

Los comerciantes ambulantes forman parte de la historia centenaria de la ciudad, pero su expansión masiva y sus líderes surgieron en el contexto de tres grandes transformaciones ocurridas en México en la segunda mitad del siglo XX: un cambio demográfico, una crisis y cambio de modelo económico, y una transición política. Como en los demás países latinoamericanos, el agotamiento del modelo de industrialización por sustitución de importaciones, la crisis de la deuda que estalló en 1982 y las políticas liberales de ajuste y de apertura comercial provocaron una caída en la creación de puestos de trabajo en el sector industrial formal tradicional más expuesto a la competencia externa (textil, ropa, calzado), muchos de cuyos empresarios, poco organizados para hacer frente de manera colectiva a la contracción del mercado y a las importaciones legales o de contrabando, debieron reconvertirse hacia el comercio de esos bienes o emigrar a EEUU. A ese desplome laboral en la economía formal correspondió una fuerte expansión de la población en edad de trabajar y del empleo informal sin local fijo, especialmente en el comercio y los servicios ligados a los que podemos denominar «complejos» o grupos aglutinadores de algunas necesidades básicas demandadas por los citadinos –viviendas, alimentos, vestido, transporte– a partir de la comercialización, legal o no, de bienes a bajo costo. Los vendedores ambulantes, a la inversa, han dispuesto de organizaciones poderosas adscritas al Partido Revolucionario Institucional (PRI) o, más recientemente, al Partido de la Revolución Democrática (PRD) –actualmente a cargo del gobierno del DF– cuyos contingentes, a cambio de tolerancias y connivencias, son movilizados por los políticos en la competencia electoral17.

Casi todos los líderes son originarios de la Ciudad de México y de sus alrededores; son hijos de vendedores ambulantes o de pequeños comerciantes de orígenes modestos. Gran parte de sus padres nacieron también en la Ciudad de México y sus alrededores, aunque algunos llegaron de otros estados del centro y sur mexicano. Por lo general, los líderes y muchos comerciantes del centro histórico, del Mercado de la Merced y de Tepito, vivieron en «vecindades», edificaciones precarias, usualmente de dos pisos, donde se hacinaban decenas de familias con muchos hijos, cada una en un cuarto con cocina pero sin servicios sanitarios. Debían compartir baño y lavaderos.

Los líderes de los comerciantes empezaron a trabajar desde niños. Se recuerdan a sí mismos en la calle desde muy temprana edad, al lado de sus padres, generalmente de su madre, en el trabajo cotidiano. Muchos empezarían a realizar sus primeros trabajos a los seis o siete años; otros aun antes. Trabajaban por necesidad económica pero también por tradición: era costumbre que los hijos de comerciantes trabajaran desde muy pequeños. Han vendido en la puerta de sus casas o en las vecindades, en los camiones, en el metro, en la calle. Los líderes han vendido productos de la economía informal, como discos y películas piratas, productos de fayuca o de contrabando, o ropa de pequeños talleres clandestinos ubicados en el centro de la ciudad hasta el temblor de 1985 y después ubicados en las colonias de la periferia de la megalópolis o en los pueblos de los alrededores. También han comerciado productos que provienen de la economía formal: dulces y chocolates, alimentos envasados, papel, cosméticos, productos escolares.

La mayoría cursó solamente la educación primaria; algunos ni siquiera la terminaron, mientras solo unos cuantos lograron concluir la secundaria. Esta realidad es más acentuada en el caso de los líderes de primera generación y en los de las etnias indígenas. En el caso de las mujeres, la interrupción de los estudios es más temprana que en los hombres, porque a las carencias económicas se añade la formación de su nuevo hogar, con todas las responsabilidades; y cuando permanecen solteras por más tiempo, por la presión cultural de la familia para dejar los estudios: los padres solo les han permitido terminar la educación primaria. La falta de instrucción escolar no ha sido un impedimento para que ejerzan funciones de liderazgo ni para que tengan en sus organizaciones como colaboradores a subalternos con mayor nivel de escolaridad. La calle fue la mejor escuela para luchar en la vida.

El trabajo en la calle y la lucha por el espacio de venta propician situaciones de enfrentamiento y violencia entre grupos rivales, toleradas y a veces fomentadas por ciertas autoridades en determinados momentos para debilitar y fortalecer liderazgos y organizaciones. Por eso mismo, no es extraño encontrar a muchos líderes con antecedentes penales. La misma vida en la calle durante gran parte del día y el poco tiempo para atender a los hijos a veces lleva a los comerciantes a tratar de compensar su ausencia con dinero y regalos que tienen consecuencias no deseadas: no son pocos los casos de dirigentes que tienen problemas de hijos adictos al alcohol o las drogas.

Un recurso fundamental en el comercio en vía pública es el capital político. Los líderes acumulan a lo largo de su vida experiencias, relaciones, contactos y saberes que pueden aprovechar sus sucesores. El conocimiento de los vericuetos de las oficinas estatales, el acceso a los funcionarios y la consulta a los asesores son valores intangibles que pueden ser aprovechados por los que se inician en el liderazgo. Pero no son garantía de éxito; se necesitan también otras condiciones estructurales en el entorno económico, social y político, así como cualidades personales en los nuevos líderes para que puedan potenciar el capital político heredado.

En el caso del centro de la Ciudad de México, pueden distinguirse al menos dos generaciones de líderes contemporáneos. La primera generación corresponde a los pioneros, cuyo liderazgo es anterior a la crisis de 1982, cuando el comercio en la vía pública no era nuevo pero tampoco era masivo. En su mayoría eran mujeres, que en muchos casos sufrieron desde niñas la persecución y el encarcelamiento por parte de las autoridades del gobierno del Distrito Federal; fueron las primeras mujeres en ejercer funciones de liderazgo real y formal en el comercio del centro histórico y todas acabaron por incorporarse al sistema político por la vía corporativa.

Aunque su instrucción escolar fue elemental, algunas de ellas han llegado a controlar a miles de vendedores y fueron un apoyo del PRI cuando se requirió de su presencia y participación. Al principio eran un sector marginal desde un punto de vista político, sobre todo comparadas con las grandes organizaciones corporativas durante el modelo de industrialización por sustitución de importaciones, constituidas por los obreros (Confederación de Trabajadores de México, CTM; Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos, CROC) y los campesinos (Confederación Nacional Campesina, CNC). Ni siquiera habían sido importantes dentro de las organizaciones de trabajadores independientes que se agrupaban en la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP). Todos los comerciantes que recibieron lugares en los mercados construidos durante la administración de Ernesto Uruchurtu (1952-1966) se incorporaron a la CNOP, pero los nuevos comerciantes ya no pudieron hacerlo, porque nacieron después y llegaron tarde al mercado de trabajo, cuando entraba en crisis el modelo desarrollista y los jóvenes empezaban también a migrar en forma masiva a EEUU. La crisis y el cambio de modelo, junto con el cambio de partido en el gobierno del DF, los convertiría en actores económicos y políticos importantes. Si al principio fueron rechazados y reprimidos, después fueron tolerados y encauzados.

La segunda generación de líderes nació después de la crisis de 1982, de la reestructuración productiva, los ajustes y la liberalización de la economía que trajeron consigo el auge del comercio informal. La puerta de entrada al liderazgo del centro histórico se la abrió la muerte de los líderes pioneros con quienes trabajaban en la organización y el arribo al gobierno del DF del PRD, que se interesó en desmantelar las antiguas organizaciones corporativas que no lo apoyaban y creó incentivos para que los delegados se emanciparan de los líderes, a cambio de pasarse al PRD.

La mayor parte de los líderes de esta segunda generación fueron delegados de la organización de Guillermina Rico, quienes aprovecharon la confluencia de tres circunstancias para emanciparse: la muerte de «la Jefa» (el 4 de septiembre de 1996); la crisis de la organización durante la sucesión de ese liderazgo y, finalmente, los conflictos por el control del espacio de venta en las calles, ya sin la disciplina que habían impuesto la líder histórica y el PRI.

Durante el apogeo del modelo de industrialización por sustitución de importaciones, el liderazgo de los comerciantes en vía pública estuvo fuertemente concentrado. Unos cuantos líderes representaban a los vendedores ambulantes del centro de la ciudad. Al principio no formaban parte de ninguna organización partidista, hasta que por el lado del PRI y de los propios vendedores ambulantes se vio la conveniencia de buscar mediaciones políticas a través de la incorporación al partido de gobierno. Esto permitiría pasar del enfrentamiento callejero y el soborno a los responsables de vigilar la vía pública, a una negociación en la que gobierno y vendedores obtendrían beneficios. Cuando el PRD llegó al gobierno de la Ciudad de México, en 1997, había 13 organizaciones de ambulantes. Diez años después, cuando la administración de Marcelo Ebrard realizó el tercer reordenamiento de ambulantes del centro histórico el 12 de octubre de 2007, había más de 60 organizaciones; la mayoría y las más importantes estaban dirigidas por mujeres.

Las agrupaciones de comerciantes presentan una estructura formal con pocos niveles jerárquicos y una fuerte concentración de poder en el líder. La organización real de los comerciantes está sustentada en el conocimiento que el líder tiene de la gente, en la experiencia y la confianza. Las organizaciones de comerciantes en vía pública más grandes y complejas cuentan con un líder, delegados y otros cargos de menor jerarquía como los «chalanes» (ayudantes) y «charoleros» (cobradores), cuyas funciones están bien delimitadas.

Conclusiones

El comercio informal en la Ciudad de México, como en otras de América Latina, ha crecido notablemente desde los años 80 y 90 por la confluencia de varios factores: la expansión demográfica, las crisis, la reestructuración productiva, la desregulación de las actividades económicas y la liberalización de la economía. Como las actividades, los lugares y los productos de los vendedores están en las fronteras entre la legalidad y la ilegalidad, han desarrollado organizaciones para defender sus intereses. Este comercio se ha convertido en un mecanismo fundamental para la globalización. Los liderazgos se han trasformado en el contexto de los cambios políticos que han ocurrido en la ciudad. Sin embargo, han aparecido nuevos actores que emergieron de la globalización no hegemónica. Las nuevas corrientes de mercancías que circulan en la Ciudad de México a través de la globalización económica desde abajo han incorporado como nuevos actores a los asiáticos, quienes se han insertado en las redes tradicionales de la economía informal controladas por las organizaciones de vendedores ambulantes. En ese sentido, la expansión de esta forma de globalización no ha ido en contra de los sistemas tradicionales de organización popular, sino que se ha montado sobre ellos. Por otra parte, el arribo del Partido Acción Nacional (PAN) a la Presidencia de la República (2000-2012) y del PRD al gobierno del Distrito Federal (desde 1997 hasta la actualidad) no han trasformado tampoco de manera radical los esquemas de regulación política informal que imperaron durante los gobiernos del PRI. El gobierno del PAN en el ámbito federal ha incrementado el combate contra las mercancías de contrabando y piratería (acción que puede interpretarse en parte como real, pero en parte como simbólica, ritual y también como performance18), pero estas se siguen distribuyendo a la vista de todos en los mercados tradicionales. Por su parte, el gobierno del PRD en la Ciudad de México ha ejercido desde 2007 una mayor regulación formal del espacio público del centro histórico al reubicar a la mayoría de los vendedores ambulantes en plazas y espacios confinados, tal como lo hicieron en otras épocas administraciones locales como la mencionada de Uruchurtu y la de Manuel Camacho Solís (1988-1993). La ubicación de los vendedores en plazas puede estar debilitando el papel tradicional de la gestión de los líderes y puede estar permitiendo la emergencia de nuevas relaciones, como lo sugiere Caroline Stamm19 para el caso de algunas plazas creadas durante la administración de Camacho en el marco del Programa para el Mejoramiento del Comercio Popular de principios de los años 90. Sin embargo, hasta ahora no se perciben cambios notables, más allá de la transformación física de lugar; los modos de regulación política no se han modificado radicalmente: el corporativismo, el clientelismo, el compadrazgo y la fuerza de la organización familiar son procesos aún vigentes que se han formado y consolidado a lo largo de muchos años.

  • 1. Alain Touraine: «Presentación» en ¿Podremos vivir juntos? Iguales y diferentes, Fondo de Cultura Económica, México, df, 1997, pp. 9-23.
  • 2. Para un análisis del tráfico de drogas y la corrupción en América Latina a partir del caso de México, v. Jean Rivelois: Drogue et pouvoirs: du Mexique aux paradis, L’Harmattan, París, 2000. Para un análisis de diversos países, v. Pierre Salama (ed.): «Drogues: un nouvel avantage comparatif?» en Tiers-Monde vol. xl No 158, 4-6/1999.
  • 3. Moisés Naím: Ilícito. Cómo traficantes, contrabandistas y piratas están cambiando el mundo, Debate, Barcelona, 2006.
  • 4. Carlos Freire y Vera Telles: «São Paulo: comércio informal e mercadorias políticas» en Carlos Alba Vega y Pascal Labazée (coords.): Metropolización, transformaciones mercantiles y gobernanza en los países emergentes. Las grandes ciudades en las mutaciones del comercio mundial, El Colegio de México / ird, México, df, en prensa.
  • 5. Alain Tarrius: La mundialización por abajo. El capitalismo nómada en el arco mediterráneo [2002], Hacer Editorial, Barcelona, 2007; Alejandro Portes, Luis Guarnizo y Patricia Landoldt (coords.): La globalización desde abajo: transnacionalismo inmigrante y desarrollo. La experiencia de Estados Unidos y América Latina, Flacso-México / Miguel Ángel Porrúa, México, df, 2003; Fernando Rabossi: «Ciudad del Este and the Brazilian Circuits of Commodities» en Gordon Mathews, Gustavo Lins Ribeiro y Carlos Alba Vega (eds.): Economic Globalization from Below, Routledge, Londres, 2012; G. Mathews: Ghetto at the Center of the World: Chungking Mansions, Hong Kong, The University of Chicago Press, Chicago, 2011; Ritajyoti Bandyopadhyay: «Negociaciones del archivo desde abajo: el caso de los vendedores ambulantes movilizados en Calcuta» en Estudios de Asia y África vol. 45 No 1 (141), 1-4/2010.
  • 6. Sandra Alarcón: El tianguis global, Universidad Iberoamericana, México, df, 2008.
  • 7. Carlos Eduardo Alba Villalever: «Piratería: La economía política de Tepito. México», tesis de licenciatura, Universidad Nacional Autónoma de México (unam), 2009.
  • 8. Melissa Gauthier: «Mexican ‘Ant Traders’ in the El Paso / Ciudad Juárez Border Region» en G. Mathews, G. Lins Ribeiro y C. Alba Vega (eds.): ob. cit.
  • 9. Entrevista de Pascal Labazée, Carlos Eduardo Alba Villalever, Marianne Braig, Armando Sánchez y Carlos Alba con María Rosete y Ann Lang, México, df, 19 de noviembre de 2009.
  • 10. M. Braig y C. Alba Vega: «El comercio de productos chinos en la Ciudad de México», conferencia en el taller «Asia y América», Colegio Internacional de Graduados «Entre Espacios», Instituto de Estudios Latinoamericanos, Universidad Libre de Berlín, 1 de febrero de 2011.
  • 11. Simón Nadima: «Prácticas desleales e ilegales de comercio internacional en las industrias de textiles y prendas de vestir en México» en Isabel Rueda Peiros, Nadima Simón y María Luisa González (coords.): La industria de la confección en México y China ante la globalización, unam / Porrúa, México, 2004.
  • 12. Kurt Salmon y Asociados (ksa): El mercado mexicano de ropa, ksa-Canainvest, México, 2002.
  • 13. La triangulación consiste en hacer pasar los productos de origen asiático, sometidos a aranceles elevados, por un tercer país –principalmente eeuu–, desde donde se reexportan después de modificar los documentos de origen y las etiquetas, a fin de beneficiarse con las ventajas aduanales previstas por los acuerdos de libre comercio. Panamá es otro punto de tránsito de las mercancías trianguladas que se introducen en el mercado mexicano por el puerto de Manzanillo.
  • 14. Para un análisis detallado del mecanismo de contrabando y piratería en la Ciudad de México, v. S. Alarcón: ob. cit. y C.E. Alba Villalever: ob. cit. Para la ciudad de Guadalajara, v. José Carlos Gómez Aguiar: «Nuevas ilegalidades en el orden global. Piratería y la escenificación del estado de derecho en México» en Foro Internacional No 196, 4-6/2009.
  • 15. El caso de los vendedores ambulantes de Calcuta ha sido analizado desde una perspectiva política por Ritajyoti Bandyopadhyay: ob. cit.
  • 16. C. Alba Vega y Dirk Kruijt: The Convenience of the Minuscule. Informality and Microenterprise in Latin America, Thela, Ámsterdam, 1994.
  • 17. C. Alba y Pascal Labazée: «Libéralisation et secteur informel. Réflexions à partir du cas mexicain» en Transcontinentales No 4, primer semestre de 2007.
  • 18. V. al respecto J.C. Gómez Aguiar: ob. cit.
  • 19. «La democratización de la gestión de las plazas de comercio popular en el centro histórico de la Ciudad de México» en Trace No 51, 6/2007.
Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 241, Septiembre - Octubre 2012, ISSN: 0251-3552


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