Izquierda y democracia
octubre 2009
América Latina no parece encontrar una vía estable de prosperidad. El Consenso de Washington, con sus recetas neoliberales, fue un fracaso para la región, y ahora el socialismo bolivariano, de inspiración neocastrista, pretende presentarse como una nueva alternativa.
“Lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer” A. Gramsci
América Latina no parece encontrar una vía estable de prosperidad. El Consenso de Washington, con sus recetas neoliberales, fue un fracaso para la región, y ahora el socialismo bolivariano, de inspiración neocastrista, pretende presentarse como una nueva alternativa.
No es sólo un problema de América Latina. En todo el mundo, el debate político de la izquierda está envejecido, y la frase de Gramsci que hacía referencia a la convulsa situación de la Europa de los años 30 podría rescatarse para explicar el presente.
Es preciso, por tanto, situar el debate en los modos de profundizar la democracia para conseguir que esta no sólo garantice la igualdad jurídica de los ciudadanos, sino también la social y la económica. Y hay que revitalizar la «herramienta» de la política –entendida como un instrumento colectivo de transformación social– liberándola, por un lado, de mercaderes y, por otro, de caudillos.
Tal vez la lectura de Los orígenes del totalitarismo, de la gran filósofa alemana Hannah Arendt, que premonitoriamente defiende la libertad como elemento imprescindible en la lucha contra la corrupción y las desigualdades, podría dar luz a la confusión en la que vive América Latina, en la que algunos contraponen las reformas sociales a la calidad de la democracia.
¿Qué hubiera pasado en España si, tras la muerte de Francisco Franco, Felipe González y el Partido Socialista no hubieran llevado adelante, con la misma fuerza, la construcción de un Estado de derecho y la lucha contra las desigualdades? La izquierda española, socialistas y comunistas, aprendió de errores anteriores –no hay que olvidar la Guerra Civil– y de los aciertos de sus vecinos europeos y se empeñó en construir un Estado de Bienestar, capaz de distribuir la riqueza con cierta eficacia.
El futuro de la izquierda tiene que ser el futuro de la democracia. Y las experiencias de Europa y, en América, las de Costa Rica y más recientemente el Chile de la Concertación demuestran que los Estados más prósperos son los que combaten la pobreza y cuidan de su democracia. Saludo las medidas que ha tomado Hugo Chávez para mejorar la vida de los millones de pobres venezolanos, pero no es un buen camino olvidarse de las instituciones y de los valores democráticos. Fijémenos en Cuba: la revolución no trajo libertad y las perspectivas de bienestar son prácticamente nulas.