Gobernar la Ciudad de México
octubre 2009
A lo largo de los nueve años que formé parte del Gobierno del Distrito Federal, noté que la mayor parte de quienes habitan la Ciudad de México desconocen la magnitud de los retos que implica su funcionamiento, el desarrollo de su vida cotidiana, y lo que significa satisfacer no solo la demanda de sus nueve millones de habitantes, sino también la de los cuatro millones de personas que la visitan diariamente.
A lo largo de los nueve años que formé parte del Gobierno del Distrito Federal, noté que la mayor parte de quienes habitan la Ciudad de México desconocen la magnitud de los retos que implica su funcionamiento, el desarrollo de su vida cotidiana, y lo que significa satisfacer no solo la demanda de sus nueve millones de habitantes, sino también la de los cuatro millones de personas que la visitan diariamente. Dado su carácter de centro político, económico, financiero y cultural del país, prevalece en la capital una visión nacional por encima de las cuestiones locales. Esto, que se puede observar en asuntos tan elementales como la ausencia de las materias de historia y geografía del Distrito Federal en el sistema de educación básica, se explica en parte por el excesivo centralismo de nuestro país, que vincula siempre nuestra entidad con el aspecto federal. También se explica porque hasta 1997, cuando se inició la conformación de un gobierno propio, el Distrito Federal fue una dependencia del gobierno federal.
En prácticamente todos los foros en los que he intervenido durante estos años causan sorpresa los datos históricos, las cifras sobre la monumentalidad de esta ciudad y los retos que se enfrentan para gobernarla y prestar los servicios básicos. Que más de la mitad del territorio de esta entidad es rural, y que en ese espacio se generan los servicios ambientales que permiten su sustentabilidad; que el Distrito Federal es el primer productor de nopal en el país; que la Central de Abasto es uno de los principales centros de abasto del mundo, que recibe 300.000 visitantes diarios y realiza operaciones anuales por más de 8.000 millones de dólares; que la ciudad es el principal destino turístico del país, o que 54% de la inversión extranjera se concentra en la capital son, sin duda, datos que sorprenden.
Del mismo modo, causa incredulidad enterarse de que el Distrito Federal forma parte de la segunda zona metropolitana más grande del mundo, que concentra alrededor de 20 millones de personas que consumen 65 metros cúbicos por segundo de agua y generan diariamente más de 23.000 toneladas de basura, y que en esta región circulan más de 3.800.000 vehículos, que consumen 24 millones de litros diarios de gasolina y diesel.
Muchos desconocen que el metro transporta a cuatro millones y medio de pasajeros cada día; que el metrobús movilizó en poco más de un año a cien millones de usuarios; que la Ciudad de México es la urbe con mayor cantidad de taxis, pero también de museos, del mundo.
Más allá de las tareas de seguridad pública, protección civil y concertación política, de la experiencia de gobierno se desprenden otras condiciones básicas para garantizar la gobernabilidad de una ciudad como el Distrito Federal, que podríamos resumir en cinco indicadores de servicios públicos indispensables: el abasto de agua, la recolección de residuos, la operación del Sistema de Transporte Colectivo Metro, el abasto de electricidad y la situación en los reclusorios de la ciudad. Cuidar estos aspectos nos permite mantener estabilidad, evaluar el funcionamiento general de la ciudad y tomar oportunamente medidas preventivas para evitar incidentes mayores.
Poco se sabe de la propia ciudad y, por lo mismo, poco se la valora. Por esa razón, se hace indispensable contribuir a que se conozca mejor su trayectoria, sus problemas y virtudes, sus limitaciones y fortalezas, a crear conciencia en nuestros conciudadanos, para que asumamos con responsabilidad la relación con nuestro entorno y fortalezcamos nuestro sentido de identidad y pertenencia.