Opinión
enero 2011

Género y revolución en México

En 2010, México conmemoró el centenario de su Revolución. Capítulo de gran importancia y significado en la historia del país y la región latinoamericana. La modernidad y la democracia se asomaron al escenario. Lamentablemente, también hay procesos inconclusos y promesas incumplidas. A cien años de distancia, México permanece como un país desigual y con graves déficits democráticos. De ello, las mujeres son doblemente testigos debido a la desigualdad de género que sufren.

<p>Género y revolución en México</p>

En 2010, México conmemoró el centenario de su Revolución. Capítulo de gran importancia y significado en la historia del país y la región latinoamericana. La modernidad y la democracia se asomaron al escenario. Lamentablemente, también hay procesos inconclusos y promesas incumplidas. A cien años de distancia, México permanece como un país desigual y con graves déficits democráticos. De ello, las mujeres son doblemente testigos debido a la desigualdad de género que sufren. Hoy las mujeres mexicanas, siendo mayoría (57 millones), viven en condiciones discriminatorias e injustas. Sufren violencia, reciben menores salarios que los hombres, están políticamente subrepresentadas, son víctimas del machismo y su sexualidad está controlada, por ejemplo. ¡Como hace cien años, el orden de género está intacto! La Revolución no consumó su (macro) cometido: justicia y democracia. Y respecto a la igualdad de género, a pesar de los avances que se han logrado, tampoco se han dado las (micro) transformaciones necesarias para establecer una sociedad realmente justa y democrática. Transformaciones que parecen insignificantes, pero que son las verdaderas revoluciones del orden social. ¿Y cuál es la base de este orden? Aquí unas reflexiones sobre el llamado sistema sexo-género. Una reconstrucción de Gayle Rubin dada en su ensayo El tráfico de mujeres: notas sobre la “economía política” del sexo (1975). Se trata del sistema de parentesco: esa imposición de la organización cultural, cuya esencia está en el intercambio de mujeres (regalos) entre hombres, siendo el matrimonio la forma básica de intercambio. Mujeres como conductos de las relaciones sociales y objetos de transacción: esclavas, prostitutas, botín de guerra, esposas. Y los hombres como sujetos con derechos sobre ellas. Mujeres objetos, hombres sujetos. ¿Qué está en el fondo de esta interpretación? La naturaleza y origen de la opresión y subordinación femenina. Como antropóloga y feminista, Rubin propone una revolución sexual, una revolución en el parentesco. Su sociedad ideal: aquella que logre ser sexualmente igualitaria, aquella donde las diferencias sexuales entre hombres y mujeres no se traduzcan en desigualdades sociales. ¡Una sociedad andrógina! ¡Una sociedad sin género! Con su ensayo Rubin alimenta la teoría de género. Categoría que se refiere a una serie de procesos y construcciones sociales basados en las diferencias sexuales (biológicas). Así, ser mujer o ser hombre va acompañado de prácticas, estereotipos, normas y costumbres que las sociedades imponen más allá de lo que implica ser “hembra” o “macho”. Como diría Simone de Beauvoir: la feminidad (y la masculinidad) se fabrica; la mujer (y el hombre) no nace, se hace. Si alguna categoría de análisis dentro de las ciencias sociales es verdaderamente revolucionaria, es ésta. Su vocación es transformadora y democrática. Hombres y mujeres como seres humanos iguales, así de sencillo y, al mismo tiempo, así de complejo. A través de esta categoría podemos entender y construir la realidad de otra manera, de una forma integral, completa. Un enfoque de género evidencia hechos ocultos, otorga nuevos significados y permite construir equidad desde la raíz. Respeta las diferencias entre mujeres y hombres y toma en cuenta sus experiencias y necesidades con el mismo valor y la misma magnitud. Una visión de género, aplicada a la reconfiguración de relaciones y procesos sociales, permitiría construir una sociedad diversa, justa y democrática desde las más íntimas relaciones (personales) hasta la edificación de instituciones. La perspectiva de género nos invita a hacer trasformaciones y revoluciones en la esfera privada, al y desde el interior. Sobre la Revolución Mexicana. A la larga lista de pendientes se debe añadir la emancipación femenina. Para muestra sólo una mirada a la vida diaria. El cumplimiento cabal de los derechos humanos de las mujeres, su plena incorporación a la esfera pública (y la de los hombres a la esfera privada), la erradicación de la violencia, la eliminación de la discriminación laboral, el cese de las dobles y triples jornadas femeninas y la superación de las prácticas machistas son algunos ejemplos de problemáticas y batallas que aún no se han ganado. Las soldaderas revolucionarias fueron combatientes doblemente rebeldes: rebeldes al sistema político y social autoritario y rebeldes a su destino de género (a su “eterno femenino”). Lucharon por una vida mejor, por una vida en la que ellas también fueran protagonistas. El pensamiento progresista, nutrido de un espíritu siempre revolucionario, debe intentar romper estructuras y conductas tradicionales que atenten contra la igualdad y la justicia. Hasta hoy las relaciones de género han sido desiguales e injustas. Éste puede ser un excelente punto de partida para imaginar y crear un futuro mejor para tod@s. Pensemos y actuemos en este sentido. Revolucionemos.



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