El mundo se transforma, ¿el G-20 sigue igual?
noviembre 2024
Pese a que la cumbre del G-20 celebrada en Río de Janeiro dejó algunos ganadores, entre ellos China y el propio Brasil, la foto y la declaración final podrían estar exhibiendo un orden global que en breve se verá alterado.
«Si quieres salvar a alguien de la horca, tienes que hablar con el verdugo», le dijo un diplomático europeo a otro, quien recientemente contó la anécdota en la embajada alemana en Argentina. «Vale la pena intentarlo», parecen decir algunas de las naciones que participaron en el G-20 –un foro intergubernamental que reúne a los mandatarios de los países con las economías más avanzadas y también a los de las emergentes en auge– que tuvo lugar en Río de Janeiro el 18 y 19 de noviembre y que reunió a 20 países industrializados y emergentes de todos los continentes. Allí se sentaron a una misma mesa líderes de naciones contendientes en guerras armadas y comerciales, países acreedores y deudores, mandatarios de países petroleros y «verdes». A pesar de las diferencias, en algunos casos notorias, la convocatoria logró ser un escenario para que se debatan cuestiones relativas a un pacto mundial contra el hambre, el cambio climático, la inteligencia artificial, la gobernanza global, los impuestos a los superricos y los conflictos bélicos y arancelarios. Luego de meses de discusión, se pusieron de acuerdo sobre todos estos temas. Pero ¿realmente se pusieron de acuerdo? ¿Por cuánto tiempo?
Con una mirada optimista, es preciso señalar como algo positivo que, en un mundo cada vez más conflictivo, los líderes globales, aun cuando rivalizan, mantengan líneas abiertas de comunicación y discusión. Además, se vieron caras sonrientes en la foto de familia del último día del encuentro. Sin embargo, inmediatamente después hay que agregar que ese es un signo auspicioso en medio de otros que no lo son en absoluto. Y es que cualquier logro suena relativo a la luz de la presencia de un elefante en la sala: el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca y al orden internacional.
Que Estados Unidos -aun si es una potencia global en relativo declive- cambie de mando en enero amenaza con revertir consensos en torno de temas claves. Además, Alemania, la tercera economía mundial, también tendrá un cambio después de celebrar elecciones en febrero, lo que va a mover el tablero europeo. En tanto, Argentina, que también ocupa el tercer puesto, pero entre las economías latinoamericanas, firmó «en disidencia» en puntos centrales de la declaración. Así, los acuerdos que se alcanzaron se fueron desvaneciendo ya instantes después de haber sido impresos y firmados. Entonces, ¿qué se celebra?
A su vez, el dispositivo G-20 tiene límites. Y es que en tanto constituye una instancia cuyas decisiones no son vinculantes para los países miembros, no tiene más que el espíritu de un foro de debate. Si se mira en perspectiva histórica, la reunión se desarrolló en medio de disputas bélicas y comerciales que se llevan puesto a cualquier actor que intente ofrecerse como mediador, así como a los organismos multilaterales que funcionaron como árbitros de un orden internacional que también se desvanece en el aire.
¿Hubo ganadores?
Brasil y China, así como algunos de sus aliados, tienen razones para considerar el encuentro positivo. El primero, por ser el país anfitrión, y el segundo, en tanto la foto con su líder fue una de las más buscadas.
El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva logró imprimir a la declaración final de 85 puntos una agenda casi idéntica en los principales aspectos a la que se propuso para su gobierno y, en ese gesto, cumplió en parte con su idea de que Brasil debe «volver al mundo». Hambre, impuesto a los superricos, cambio climático y gobernanza global fueron los principales temas con los que el líder de Partido de los Trabajadores regresó a Brasilia en enero de 2023.
«En una declaración histórica, los líderes del G-20 se comprometen a gravar a los multimillonarios, combatir las desigualdades y tomar medidas climáticas», reza el título que informa acerca del documento de cierre de la cumbre en su página web. Lula da Silva fue el anfitrión de una cumbre convocante, a punto tal que coordinó un documento de consenso -a pesar de las adendas posteriores y las quejas de Francia y Alemania en torno de Rusia- y logró que su rival Javier Milei le diera la mano. Asimismo, sorteó un intento de atentado en la capital del país, que la justicia brasileña investiga como un acto terrorista, y hasta se ocupó de tener una foto con sus aliados progresistas de la región: el presidente de Chile, Gabriel Boric; el de Colombia, Gustavo Petro; y la flamante mandataria mexicana, Claudia Sheinbaum.
En concreto, el documento final recogió el compromiso de alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y acelerar la implementación de acciones para cumplirlos a tiempo. Para eso, el G-20 lanzó la Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza, un tema central de la declaración y que nace con el sello de Lula da Silva, además de contar con el apoyo de más de 80 países y de organizaciones como la Fundación Rockefeller y la de Bill Gates.
Además del combate contra el hambre, Lula da Silva ha insistido en gran parte de sus intervenciones en foros y organismos internacionales en la necesidad de una reforma de la gobernanza global, que implicaría, entre otros aspectos, la reforma del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En esa línea, el documento de cierre refleja el compromiso de los líderes presentes en Río de Janeiro de trabajar por esa «reforma transformadora» a fin de que se ajuste «a las realidades y exigencias del siglo XXI, lo haga más representativo, inclusivo, eficiente, eficaz, democrático y responsable».
Lo que se pretende es mejorar la representación de las regiones y grupos infrarrepresentados y no representados, como África, Asia-Pacífico y América Latina y el Caribe, según dice la declaración; pero si bien existe un amplio consenso al respecto –incluso Joe Biden lo ha apoyado en la Organización de las Naciones Unidas (ONU)–, lo cierto es que hay casi tantas propuestas de reformas como países que la demandan.
El otro ganador de la cumbre fue China. Xi Jinping llegó a la ciudad brasileña después de inaugurar el complejo portuario de Chancay, ubicado a unos 70 kilómetros al norte de Lima, y de ser el protagonista en el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés), donde el presidente Biden tuvo un rol deslucido.
A su vez, la mayoría de los presidentes buscó reuniones bilaterales con el mandatario chino, incluso el libertario Javier Milei, quien revisó sus rivalidades con el líder comunista y hasta pactó encuentros futuros. «El presidente Xi cursó una invitación formal al presidente Milei para visitar China y, en retribución, el presidente Milei extendió una invitación formal al presidente Xi para visitar Argentina. Estas visitas se realizarán en plazos y términos a acordar», informó la Cancillería argentina.
Un logro adicional de China fue que su socio ruso Vladímir Putin no saliera herido explícitamente en la declaración final de la cumbre. Sin embargo, estos eventuales réditos que pueden haber obtenido Brasil y China –ya sea para su público interno o para una eventual mejora de sus posiciones relativas en el concierto internacional– no se pueden asimilar a éxitos de la cumbre, un foro cuyas resoluciones no solo no son vinculantes, sino que se desvanecen frente a la inminente llegada de Trump.
El elefante en la habitación
«Teníamos a dos elefantes grandes en la habitación. ¿Qué más quieren que les diga?», dijo en noviembre de 2018 el entonces primer ministro de Papúa Nueva Guinea, Peter O'Neill, cuando le tocó ser el país anfitrión en el foro APEC. Fue la primera vez en 25 años que dicha cumbre no tuvo un documento de consenso. El Estados Unidos de Trump y la China de Xi Jinping se habían mostrado los dientes y no fue distinto en las cuatro reuniones del G20 a las que asistió Trump cuando estuvo al frente de la Casa Blanca. Ahora, a solo semanas de que el republicano inicie su segundo mandato, no es posible anticipar lo qué hará respecto a los «compromisos» asumidos por los líderes del G20, pero es conocido lo que ya hizo en el pasado y lo que dijo que hará cuando el 20 de enero vuelva a Washington. «Diecinueve contra uno. Ese ha sido el resultado de la cumbre del G-20 celebrada en Hamburgo y que ha dejado negro sobre blanco el creciente autoaislamiento de Estados Unidos», relató el diario El País en 2017, cuando ya se vio la impronta de Trump. Temas como cambio climático –después de la retirada de Washington del Acuerdo de París– y el libre comercio –en medio de la batalla arancelaria– fueron algunos en los que se expresaron las principales diferencias entre los dirigentes, centralmente entre Xi y Trump. Esto no impidió, sin embargo, que se dieran las manos. Al año siguiente, repitieron la coreografía en la cumbre celebrada en Buenos Aires. El documento de cierre fue de consenso, pero tuvo la explícita aclaración de que Estados Unidos, en su momento MAGA [Make America Great Again], ratificaba su salida del Acuerdo de París. En 2019, el republicano y el líder del Partido Comunista Chino dialogaron por teléfono antes de la cumbre en Japón y luego se vieron las caras en Japón, donde acercaron posiciones para frenar la carrera arancelaria. El documento buscó reducir las tensiones, al menos por un tiempo.
2020 fue un año atípico, ya que la cumbre tuvo lugar en medio de la pandemia de covid-19 y se realizó en formato virtual. Además, Trump ya se había enterado que estaba con un pie afuera de la Casa Blanca, tras no lograr la reelección. La cumbre elaboró un documento atípico (también la foto de familia virtual lo fue), ya que estuvo centrado en las vacunas contra el virus. Y, como algo más habitual, los líderes no alcanzaron compromisos financieros y Estados Unidos insistió en su defensa de la salida del pacto climático. Con Arabia Saudita como anfitrión, el compromiso destacable y más operativo fue la suspensión de los servicios de deuda que se habían definido a principio de ese año y se prolongaron en noviembre del 2020 en esa cumbre celebrada en Riad.
Mientras Biden se retira en un lento fade-out, el demócrata envió sus delegaciones a las reuniones de los grupos de trabajo previas al G20, donde se debatió la propuesta brasileña de gravar con un 2% los ingresos de los multimillonarios. Pero a solo semanas del regreso de Trump, esta propuesta no será retomada por el magnate, quien hizo campaña prometiendo reducir impuestos corporativos y forjó alianzas con megarricos como Elon Musk, que integrará su gabinete.
En la misma línea, la de Javier Milei fue una voz que anticipó y representó parte de las posiciones del trumpismo en la cumbre en Río de Janeiro respecto al cambio climático y los impuestos a los superricos. Pese a haber cedido en parte a las presiones de líderes como Macron –quien lo visitó en Buenos Aires antes de viajar a Brasil– y de haber rubricado el documento conjunto, introdujo «peros» en un texto que acercó a posteriori. El sherpa argentino para el G20, Federico Pinedo, dijo que el país sudamericano considera que «la mención a los 'ultrarricos' es un acto discriminatorio» y que necesita inversiones para salir de una «crisis pavorosa». Sin embargo, este desmarque pareció ser más un gesto para el público interno, antes que una maniobra con efectos sobre la declaración final.
Un funcionario de Brasil y uno de otro país del G20, citados por la agencia de noticias AP bajo condición de anonimato, dijeron que los negociadores argentinos se opusieron con más vehemencia a esa cláusula –que habían aceptado previamente, en julio– y a otra que promovía la igualdad de género. Al final, Argentina firmó la declaración del G20, aunque disintió parcialmente de ciertos aspectos, según dijo en un comunicado en X. Eso incluía contenidos relacionados con la anterior agenda de desarrollo sostenible 2030 de la ONU, a la que Milei se refirió anteriormente como «un programa supranacional de naturaleza socialista». La impugnación a los árbitros internacionales, se ve una vez más.
A eso se sumaron las declaraciones del colombiano Gustavo Petro, quien dijo haber tenido un cruce con su par argentino durante su intervención, y lo acusó de haber escondido el video de ese momento (las grabaciones quedan a cargo de la delegación de cada país y sujetas a su decisión de publicarlas o no).
Trump también ya adelantó que profundizará su política arancelaria, principalmente contra productos chinos y mexicanos, algo que es contrario a las reiteradas declaraciones a favor del libre comercio que pregonan los documentos del foro. En ese contexto, las tensiones con China solo prometen acrecentarse. Además, el magnate neoyorkino y político estadounidense ya anticipó que volverá a sacar a su país del Acuerdo de París, consecuentemente con su posición negacionista del cambio climático y su cruzada contra la Agenda 2030.
El republicano de 78 años aún no volvió a sentarse en la Oficina Oval, pero ya logra hacer temer que el documento del G20 se vaya desvaneciendo, como la foto de Marty McFly y sus hermanos en la película Volver al futuro.
Las guerras, Trump y el orden internacional
La guerra en Ucrania ya sobrevivió a tres reuniones del G-20. Pese a que este conflicto fue un tema central en las dos cumbres previas en la India e Indonesia, los líderes no solo se muestran impotentes e ineficientes para encontrarle una solución, sino que algunos de ellos se han sumado en el camino a otras dos contiendas bélicas: una, entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza, y otra entre el país hebreo y Hezbolá en Líbano.
Trump hizo campaña prometiendo resolver «en 48 horas» la disputa entre Kiev y sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y Moscú, sin dar detalles de cómo lo haría, a qué costos y a qué cuenta se los cargará. Mientras tanto, Ucrania teme salir desfavorecida, ya que la cercanía entre Putin y el próximo ocupante de la Casa Blanca fue visible en cumbres como la de Helsinki de 2018, así como en las recientes declaraciones de Trump respecto a su «muy buena relación» con el mandatario ruso.
El titular del Kremlin, a su vez, fue la ausencia más notable, y esto se debió a que la Corte Penal Internacional emitió una orden que obliga a los Estados miembros a detenerlo. En su lugar asistió el canciller ruso, Serguéi Lavrov, quien se fue con un logro bajo el brazo, ya que la declaración final destacó el sufrimiento humano en Ucrania e hizo un llamamiento a la paz, pero sin nombrar a Rusia.
Trump promete una solución exprés para la guerra entre Rusia y Ucrania –claramente favorable a Rusia—, y es posible que afirme lo mismo para el conflicto en Oriente Medio. El presidente electo no ha dejado dudas respecto a su incondicionalidad hacia Tel Aviv. El ataque de Hamás contra Israel del 7 de octubre se produjo un mes después de la cumbre del G-20 del año pasado y no estaba claro cómo la declaración de este año podría abordar el tema. Si bien los mandatarios realizaron a principios de 2024 una cumbre virtual frente a esta escalada, y allí declararon –en palabras del primer ministro indio, Narendra Modi– que «el G-20 está de acuerdo en la necesidad de resolver el problema entre Israel y Palestina mediante una solución de dos Estados», lo cierto es que no estuvieron ni Biden ni Xi Jinping, y allí aún no se había visto la devastación de Gaza y los planes de reocupación que anuncian sectores del gobierno del primer ministro Benjamin Netanyahu.
Parte de la línea planteada por Modi se reiteró en la declaración del G-20 de Río de Janeiro, donde los líderes reafirmaron «el derecho palestino a la autodeterminación» y reiteraron su «compromiso inquebrantable con la visión de la solución de los dos Estados, en la que Israel y un Estado palestino convivan en paz». También hicieron referencia a la «catastrófica situación humanitaria en Gaza y a la escalada en Líbano» y remarcaron la urgente necesidad de ampliar la ayuda humanitaria y reforzar la protección de los civiles.
Pero esas convicciones están lejos de reflejar la política que desarrolló Trump en su primer mandato, y nada parece haber cambiado para su segunda gestión. De manera adicional, cabe mencionar la impugnación que ha llevado a cabo Israel de organismos como la ONU y sus brazos operativos -como la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA) o la Fuerza Provisional de las Naciones Unidas para el Líbano (FINUL)-, y que si bien el país no forma parte del G-20, Trump podría alinearse con esa posición.
En suma, los líderes que se reunieron en Brasil son exponentes de países con un peso internacional de dimensiones, ya que representan «en torno de 85% del PIB mundial, más de 75% del comercio mundial y alrededor de dos tercios de la población mundial». Sin embargo, los efectos de la cumbre de Río de Janeiro, por las características específicas del G-20, así como por los movimientos internacionales que supone la llegada de Trump y las transformaciones del orden internacional que se están viviendo por la rivalidad entre Estados Unidos y China, no serán significativos. La foto de familia y la declaración final podrían representar un orden que en breve se verá alterado. Por eso, se puede asimilar el evento a un cielo lleno de estrellas, pero de aquellas cuya luz se sigue viendo desde la Tierra pese a que ya se han apagado.