Opinión
junio 2013

El relato del poder en América Latina: los medios de comunicación son la cancha donde se juega la democracia

Los medios de comunicación son la cancha donde se está jugando la democracia en América Latina y el premio es EL relato del poder. En una esquina llamada de izquierda van ganando los gobiernos de Argentina, Ecuador, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Panamá y Uruguay; en la otra esquina, la de la derecha, los gobiernos de México, Chile, Colombia, Perú, Paraguay, Brasil y los países centroamericanos. El resultado de este partido político es una democracia invertida en la que los presidentes se convierten en periodistas mientras los medios de comunicación juegan como actores políticos.

<p>El relato del poder en América Latina: los medios de comunicación son la cancha donde se juega la democracia</p>

Los medios de comunicación son la cancha donde se está jugando la democracia en América Latina y el premio es EL relato del poder. En una esquina llamada de izquierda van ganando los gobiernos de Argentina, Ecuador, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Panamá y Uruguay; en la otra esquina, la de la derecha, los gobiernos de México, Chile, Colombia, Perú, Paraguay, Brasil y los países centroamericanos. El resultado de este partido político es una democracia invertida en la que los presidentes se convierten en periodistas mientras los medios de comunicación juegan como actores políticos.

La libertad de expresión e información como garantía de la democracia fue una ganancia de la democracia del siglo XX. Tanto que la sociedad compró eso de que “a mayor libertad de información, mayor democracia”. Y aún más se compró que la libertad de informar pertenecía a los medios de comunicación y que el Estado debía respetar el libre ejercicio del periodismo y la libertad de empresa mediática. Pero llegó el siglo XXI y todo cambió: llegó el internet, el celular y las redes sociales; se inventó el derecho a la comunicación; los presidentes decidieron comunicar más que gobernar. Y comunicar devino en luchar por el relato del poder.

“...unos (los medios) atacan esgrimiendo una democratización de la información que no practican ni ebrios ni dormidos y otros (los gobiernos) se defienden invocando una libertad de prensa que siempre intentaron sofocar con sus medios y sus prácticas empresarias.” Martín Caparrós

Hay muchas formas de jugar el partido: una es la profesionalización del aparato de gobierno, otra el control de contenidos vía la pauta publicitaria, una más la creación de un sistema de medios públicos y privados, una más molesta es la judicialización del oficio de informar y opinar. Todas son clásicas formas de jugar y ganar. Pero hay dos novedosas: una, presidentes que comenzaron a cuestionar el poder de los medios y su propiedad de la libertad de expresión; otra, presidentes que insultan, denigran, critican la calidad periodística de los medios. Y una donde se juntan todas: nuevas leyes de medios. El resultado es que los presidentes aumentan el rating y, los medios pierden el partido de la calidad periodística.

La forma de lucha y juego más fuerte es la legislación. Hacer leyes nuevas no es una discusión ideológica; hay que hacerlas. El mundo de los medios en el siglo XXI es totalmente inédito en tecnologías y experiencias: nuevos modos de comunicarse con internet, el celular, las redes sociales, lo digital (que produce un nuevo ecosistema de medios); desconfianza respecto de la acción de los medios de comunicación (que lleva a cuestionar su lugar de verdad y propiedad de la libertad de expresión); aparición del derecho a la comunicación (lo cual implica un Estado activo en la promoción de la expresión ciudadana); el personismo como modo hacer política y gobernar más allá de los partidos y las institucionalidades (lo cual pone de presente que gobernar es comunicar).

“Los periodistas son unos sinvergüenzas. ¿Por qué? Porque ni tienen criterio para informar, y no tienen criterio porque no tienen cultura general y porque cobran por lo que informan cuando deberían pagarle a uno, que es la realidad, por sacarle información.” Lo dice un taxista de Manga, Ecuador. Lo dice Rafael Correa, presidente de Ecuador

El partido está difícil para los medios. La gran virtud del debate que los presidentes le han presentado a la legitimidad democrática de los medios es que la ciudadanía se ha graduado de crítica de medios, ya saben que los medios mienten, ya saben que no se pueden creer, ya saben que son entretenimiento. Y los medios no hacen más que confirmar todo: juegan a la táctica que le ponen, se convierten en actores políticos, votan al traste su credibilidad al dejar de hacer calidad periodística y huyen en el negocio del entretenimiento sensacionalista.

Goleada del poder

La lucha de los medios como relatores del poder comienza en el discurso y termina en las leyes: discurso para ganar el apoyo popular, leyes para tomar las medidas pragmáticas. En Ecuador, por ejemplo, el presidente Rafael Correa ha tildado a los medios de “asesinos con tinta” y “prensa corrupta” mientras sigue centrando el debate de país sobre la ley de medios que ordenó la Asamblea Constituyente y sobre un referendo popular. Al mismo tiempo que el gobierno Correa judicializa toda opinión contraria, hace jugadas mediáticas como aprobar el asilo al fundador de Wikileaks para demostrar que se respeta la libertad de información.

En Argentina la ley del sistema de medios se aprobó en el 2009 (Ley 26.522) y se ha venido implementando efectivamente con el aumento de señales de televisión pública y apoyo a los medios ciudadanos, pero los dos artículos antimonopolio que reglamentan la desinversión de medios y que obligaría al grupo Clarín (prensa, radio, televisión abierta y por suscripción, internet) a vender parte de sus propiedades no se han podido aplicar porque este grupo ha presentado una demanda de constitucionalidad sobre la que no se ha fallado aún en forma definitiva. Mientras tanto la gobernabilidad argentina se juega en una lucha constante entre el gobierno de Cristina Fernández y el grupo Clarín por dominar la opinión pública y legitimar su versión del relato político. Hasta el momento el grupo Clarín ha ganado las batallas jurídicas pero ha perdido las del periodismo de calidad.

En el caso de Bolivia, el control de los medios por parte del gobierno tiene como precedente una ley de medios que está ligada a otras leyes como la Ley contra el Racismo y toda forma de Discriminación (2011), la Ley Electoral (2011) y la Ley de Telecomunicaciones, tecnologías de información y comunicación (2011), que repartió el espectro en tercios y permite las escuchas telefónicas. Al estar en diversas leyes, el control de contenidos y la judicialización de medios es posible desde diversos lugares. Esto ha llevado a una polarización que va más allá del enfrentamiento entre modelos económicos (entre los grupos económicos dueños de grandes medios y el gobierno) para incluir luchas entre clases sociales, “razas”, regiones y por supuesto ideologías. De esta manera se ha vuelto una pelea entre viejas y nuevas élites, que corresponden a las largas diferencias regionales, de raza y de clase presentes en Bolivia. Con el mismo tono que Rafael Correa, Evo Morales ha tildado a los medios de ser “su peor opositor”.

En Uruguay poco a poco y de una manera más pragmática y debatida se han ido produciendo leyes sobre los medios comunitarios y está en debate la ley de televisión digital.

Toda esta historia comenzó en Venezuela con el presidente Hugo Chávez, que fue el primero que se atrevió a cuestionar e intervenir el poder y la verdad de los medios de comunicación. Desde 2002 hay una “guerra mediática” en Venezuela que se expresa en una retórica, la L ey de Responsabilidad Social en Radio y Televisión (2004), el sistema de medios públicos (TeleSur en el 2005), la confiscación de medios (RCTV en el 2007) y una Ley de Responsabilidad Social en Radio, Televisión y Medios Digitales (2010) que responsabiliza a portales, proveedores y anunciantes de medios electrónicos sobre todo su contenido, incluso el colocado por sus usuarios.

En estos países el relato del gobierno se ha impuesto a través de un proceso continuo de leyes, vigilancia, control de contenidos y uso de publicidad oficial pero, a su vez, los medios de comunicación se han olvidado de la calidad de la información y se han convertido en grupos económicos y políticos opositores a estos gobiernos.

El poder de los medios

Hay otra esquina, una que luce más de derechas o liberal en las leyes, donde los medios no son atacados sino integrados al modo de gobierno: esto ocurre en México, Chile, Colombia, Perú, Paraguay, Brasil y los países centroamericanos.

El caso más dramático es México. El poder de los grupos económicos ha llevado a que los medios y los periodistas se hayan acostumbrado a negociar con los partidos, los gobiernos y las empresas dejando de lado la construcción de un periodismo independiente, profesional y en libre competencia. Por tanto, la libertad de expresión en México está limitada por la concentración mediática, la violencia del crimen organizado y el narcotráfico que ha llevado a la autocensura, a la intimidación y a que muy pocos periodistas se arriesguen a cubrir estos temas.

Pero... sorpresas te da la vida. La telenovela cambió con el presidente Enrique Peña Nieto y una unidad de partidos que parecen querer hacer “historia” y que harán historia porque se limitaría el poder de concentración, se socializaría internet y las pantallas y se crearía autonomía institucional en la gestión. México pasará de ser el peor ejemplo a convertirse en el país a imitar.

Y ojalá se convierta en ejemplo a seguir para Chile, Perú, Colombia y los países centroamericanos donde no hay debates políticos sobre la propiedad monopólica de los medios, tampoco sobre la calidad informativa, y donde las nuevas leyes de comunicación que se han elaborado solo buscan legitimar y aumentar el poder de los grupos de medios de comunicación.

La comunicación es importante pero no tanto como para convertirla en el eje de la democracia. En este partido entre medios y gobiernos, bien sea que se odien o amen, la que va perdiendo es la democracia y los ciudadanos porque tanto la democracia como la ciudadanía están huyendo de la información de calidad, diversa y plural.

Todo se ha convertido en vestir una camiseta y así todos nos quedamos con la emoción y la verdad de nuestro equipo y sin la verdad o la interpretación del otro bando, dela otra camiseta. Medios y gobiernos ganan, pierde la democracia.

* Director del programa de comunicación de la Fundación Friedrich Ebert . Profesor Asociado de la Universidad de los Andes (Colombia).

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