Opinión
julio 2018

El papel de las noticias falsas en las elecciones mexicanas

Esta es la primera elección presidencial en México en la que el tema de las redes sociales a través de las noticias falsas podría ser determinante y crucial.

El papel de las noticias falsas en las elecciones mexicanas

Este artículo forma parte del especial «Elecciones México 2018: despolarización y desinformación» producido en alianza con democraciaAbierta en el marco del proyecto #EleccionesAbiertas2018

En México existen más de 79.1 millones de personas que son usuarios de Internet, es decir, 67 por ciento de la población mayor de 6 años. En 2006 esa cifra era de 20.2 millones y en 2012 de 45.1 millones. Por otro lado, los principales usuarios de Internet son las personas de nivel socioeconómico medio, abarcando 69 por ciento del total de usuarios. Además, 50 por ciento de la población mexicana que usa Internet se ubica en el rango de edad de entre 18 y 44 años; los usuarios de 45 años o más representan el 16 por ciento de esta población.

Vale la pena señalar que las principales redes sociales utilizadas en México son, en orden de popularidad, Facebook, WhatsApp, YouTube, Instagram y Twitter, siendo las primeras las más recurridas, por mucho. Con respecto a YouTube se ha observado un importante crecimiento en los últimos años, en contraposición con Twitter que más bien ha ido perdiendo adeptos.

El dato de Twitter es importante dado que es de donde los análisis de social listening sobre entorno digital obtienen el grueso de la información. Finalmente, los datos muestran que sólo 1 por ciento de los usuarios de Internet no están inscritos en alguna red social, y que en promedio en México cada uno de ellos posee cinco de estos espacios digitales.

A partir de los datos anteriores, podemos darnos una idea de la penetración de las redes sociales en México y de la influencia que éstas pueden tener como espacios para incentivar y organizar movilizaciones de distintos grupos. Sin embargo, y antes de proceder a hablar específicamente del caso mexicano, cabe enfatizar que lo que sabemos sobre el nivel de influencia que se ejerce dentro de estos medios no es del todo preciso.

Los estudios de social listening se basan en la información que se obtiene de un sinnúmero de plataformas de análisis digital, de las cuales muy pocas son realmente confiables dado que en general sus márgenes de error son muy amplios, son plataformas que no distinguen, no filtran, no aprenden y por consiguiente malinterpretan información.

Ello sin considerar que la mayor parte del contenido es obtenido de Twitter, que como se observa en las estadísticas, a pesar de ser una de las plataformas más utilizadas, no lo es tanto como Facebook o WhatsApp cuya información, en su mayoría, no es pública. El no tener acceso completo a esas otras plataformas genera un vacío de datos más que considerable.

Por otro lado, lo que sí podemos observar es que, en términos cualitativos, el impacto de las redes sociales sí es significativo, al grado de que pueden modificar los resultados esperados según los estudios de opinión. Ejemplos de ello los encontramos en los casos recientes del Brexit, el triunfo de Donald Trump o el referéndum por la paz en Colombia.

La presencia de las redes sociales como factor de movilización social jugó

un papel fundamental en los resultados de los ejemplos mencionados. Los estudios de opinión tradicionales no fueron capaces de detectar el factor distorsionador de estas “nuevas” plataformas.

Es a partir de lo expuesto que los llamados influencers cada vez adquieren más fuerza en las estrategias de comunicación. El aumento en el número de programas en YouTube protagonizados por estos nuevos comunicadores ha sido significativo. El principal medio de información de los llamados millennials (nacidos entre 1979 y 2004 de acuerdo con el Harvard Center) es esta plataforma, alejándose de los medios de comunicación tradicionales. Ello lleva consigo el riesgo de la desinformación ya que no existe un filtro real y cada una de las personas que participan en estos programas puede decir lo que quiera independientemente de si lo que se comunica es verdadero o falso.

Lo mismo aplica para la enorme cantidad de portales electrónicos que aparecen día con día en Internet. Estos nuevos espacios de expresión han jugado un papel fundamental en la aparición de las llamadas fake news. Sin embargo, hay que señalar que aunque estos espacios han demostrado cierta efectividad para la difusión de esta clase de notas, se ha sobrevalorado su nivel de alcance, ya que para que esta información tenga un verdadero impacto es necesario que trascienda en medios tradicionales, por ello, muchas de estas notas mueren en lapsos de tiempo muy cortos. Lo anterior no elimina que estos nuevos comunicadores se vuelvan atractivos para alcanzar ciertos públicos y plantar trampas informativas.

Pasando al caso de México, y una vez establecido todo lo anterior, se enfatiza que esta es la primera elección presidencial en el país en la que el tema de las redes sociales está presente de manera real.

En este proceso electoral se puede observar un elemento que trasciende a las campañas negativas, y que, si bien no es nuevo, gracias a la presencia de las nuevas tecnologías, hoy por hoy se ha utilizado como nunca en la historia electoral: el de las campañas falsas. Se ha abusado de las redes sociales para golpear a los adversarios en base a mentiras y a falsas narrativas.

El fenómeno no debería de sorprender dado que las redes sociales son un espacio natural en el que se manifiestan los grupos de personas que están inconformes con el status quo. De ahí el éxito de este tipo de campañas en dichos medios.

Por otro lado, estos espacios están libres de auditoría debido a, como se mencionó, la dificultad que representa tener acceso a toda la información que ahí se presenta, así como al rastreo del origen de la misma (¿cómo demostrar que lo que una persona aparentemente independiente difunde no está pautado?). Por consiguiente, hoy en día se invierte mucho dinero en este tipo de publicidad. De ahí la importancia de buscar la manera de regular las campañas descritas.

La desinformación genera falsas expectativas de la realidad que, aunada a una clara inconformidad de la sociedad mexicana con el régimen actual, se convierte en un elemento de movilización disruptiva de gran calado y eficiencia. Por otro lado, el exceso de información al que uno tiene acceso no sólo en las redes sociales, sino en Internet en general, sin filtro ni organización, es de igual forma desinformativa. Por todo lo mencionado, viene al caso subrayar que las redes sociales han sido uno de los principales espacios de difusión y otro elemento del éxito de la campaña de López Obrador.

No es un factor menor señalar que los millennials representan un importante porcentaje de la población que votará este año (casi 50 por ciento de la lista nominal según datos del Instituto Nacional Electoral). Es entonces que las redes sociales cobran mayor relevancia como espacios de información/desinformación, para la movilización rumbo al 1 de julio.

Será interesante observar también en este proceso electoral, a manera de hipótesis, el fracaso de las encuestas debido principalmente a los elevados niveles de no respuesta que, como nunca en la historia de México desde que estos estudios existen, se han registrado. Los resultados que éstas han arrojado en sus últimas mediciones son tan distintos que, en vez de orientar al elector sobre el lugar en el que están parados, han abonado a la desinformación.

La hipótesis es que, al igual que lo sucedido en casos como los ya comentados, la presencia de las redes sociales influirá en el resultado final, alterando el pronóstico de los estudios de opinión tradicionales. El riesgo es que, mientras no se comprenda, se difunda y se concientice a la población de esta nueva realidad, los resultados del 1 de julio pueden perder credibilidad sea quien sea el ganador, debilitando y afectando la legitimidad del gobierno entrante.


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