Opinión

¿El clima cambia por Trump?


junio 2017

Trump está decidido a sacar a Estados Unidos del Acuerdo de París sobre el cambio climático. El compromiso internacional en la materia hará añicos las ideas del presidente estadounidense.

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En la actual coyuntura, marcada por el anuncio oficial por parte de Estados Unidos de su retirada del Acuerdo de París, resulta oportuno recordar que durante dos décadas este país se negó a ratificar el Protocolo de Kioto. De esta manera nunca asumió metas vinculantes cuantificadas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Dada la contribución significativa de Estados Unidos al total de emisiones mundiales (16% en 2013), a fin de incorporarlo al esfuerzo cooperativo mundial de acción climática, se desarrollaron las complejas negociaciones que culminaron con dicho Acuerdo. El objetivo a largo plazo del Acuerdo es que el calentamiento mundial no sobrepase 2 oC a finales de este siglo, y continuar esfuerzos para limitarlo a 1.5 oC. Todos los países definen su contribución bajo un marco de transparencia facilitador, no intrusivo, no punitivo, respetuoso de la soberanía nacional y sin cargas indebidas para los países. Para Deon Terblanche de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), la salida de EEUU del Acuerdo representaría 0,3 oC adicionales de calentamiento a finales de 2100.

Aunque con el Acuerdo se está configurando un régimen climático más flexible y laxo que el del Protocolo de Kioto (lo cual podría amenazar la efectividad de la mitigación y la viabilidad de la adaptación), la pertinencia y relevancia histórica de continuar las negociaciones multilaterales y la acción climática mundial bajo dicho Acuerdo, radica en que se han creado espacios y plazos para el diálogo y de acción cooperativa mundial para aumentar la meta mundial de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Además, se están definiendo los criterios y directrices que asegurarían la idoneidad y aplicación efectiva de la acción climática.

Considerando que el Acuerdo entraría en vigor en 2020, de cristalizarse la decisión del presidente Trump, ésta podría eventualmente revertirse con la próxima elección presidencial en 2021. En el ínterin, los negociadores estadounidenses continuarían participando en el proceso multilateral de la Convención Marco sobre el Cambio Climático , bajo la cual los países tienen compromisos de mitigación, adaptación, cooperación internacional, tecnología, notificación y financiamiento, de conformidad con sus responsabilidades comunes pero diferenciadas y sus respectivas capacidades.

Para John Sterman, del Instituto de Tecnología de Massachusetts, el abandono del Acuerdo por EEUU podría generar una cascada de erosión de las metas del Acuerdo que podría socavarlo y desintegrarlo, aumentando el riesgo de una catástrofe climática global. Sterman teme que otros países hagan lo mismo para librarse de asumir compromisos de reducción de emisiones. Dos días después del anuncio de Trump, el ala conservadora del partido demócrata-cristiano alemán, demandó públicamente un cambio radical en la política climática del gobierno federal, llamando a poner fin al chantaje moral ejercido por la investigación climática y a decir adiós a las metas unilaterales de reducción de CO2 asumidas por Alemania.

Mientras Sterman plantea que se podría debilitar y ralentizar el despliegue de tecnologías renovables y limpias necesarias para reducir las emisiones en la generación eléctrica y el transporte, Brian Dees, de la Escuela de Gobierno de Harvard, expresa que la retirada de Estados Unidos no revertirá el ímpetu y avance global de la lucha contra el cambio climático, ni los grandes adelantos de los últimos años en la creación de energía limpia barata. Sin embargo, reconoce que puede dañar la economía, la importancia y el liderazgo diplomático de Estados Unidos.

Las negociaciones climáticas en curso para definir el régimen climático del Acuerdo, han tomado tal relevancia que irrumpieron en la diplomacia internacional como un asunto tan central como el comercio y la seguridad, lo cual se refleja en las reuniones del G7 y G20. De ahí que Estados Unidos podría ver perjudicado su protagonismo en la cooperación internacional, comercio, finanzas o seguridad. Además, entraría en conflicto con sus más firmes aliados y socios comerciales, generándole aislamiento diplomático, económico y estratégico. Estados Unidos estaría abandonando su liderazgo en el régimen internacional del clima, que sería ocupado por otros países, situándose así en desventaja en la competencia por el mercado mundial de energías limpias, que para 2030 representaría 6 billones de dólares. Todo esto amén del temor de algunas empresas energéticas multinacionales estadounidenses por posibles represalias de otros países, incluyendo aranceles.

China ya se apresta a ocupar parte del vacío que dejaría Estados Unidos, mediante un partenariado con Europa para garantizar la vigencia del Acuerdo, lo que le permitiría no solo aprovechar las oportunidades de negocios en energía renovables, sino concretar una estrategia más amplia de equilibrio frente a Estados Unidos. Mientras China ya está invirtiendo 360 billones de dólares en energía renovable hasta 2020, generando trece millones de empleos adicionales, Trump no reconoce la transición energética en curso a nivel mundial y en Estados Unidos, a pesar de que en su país la energía solar emplea más personas que el carbón tradicional, el gas y el petróleo juntos. En 2016, el empleo en el sector de energía solar aumentó en 25% y en el de eólica, en 32%.

De acuerdo con las tendencias observadas en 2016, la baja en los precios del carbón mineral y gas natural no descarrilarían la transformación y descarbonización de los sistemas energéticos mundiales, causa principal del cambio climático. Para 2040, las fuentes de energía de “emisiones cero” contribuirían hasta con el 60% de la capacidad instalada. La energía eólica y solar contribuirían con 64% de los 8,6 teravatios (TW) de la nueva capacidad de generación que se agregaría mundialmente en los próximos 25 años; y en los próximos cinco a siete años se podría alcanzar a nivel mundial el primer TW de energía solar, que antes de 2025 aportaría un 20% del total de la capacidad energética mundial, pudiendo detonar una eventual transición energética.

El Acuerdo goza de una amplia credibilidad y legitimidad ya que fue forjado por todos los Estados del mundo, y es apoyado por una ola creciente de ciudades, estados, regiones, ciudadanos, sectores, asociaciones, comunidades e inversionistas. Muchos empresarios de Estados Unidos expresaron que continuarán con los programas de reducción de emisiones en curso, incluido California cuya economía sería la sexta más grande del mundo, siendo su meta alcanzar 100% de energía limpia para 2045.

La movilización social es creciente en materia de acción climática. El grupo Ciudades líderes del clima cuenta con 90 ciudades del mundo, 650 millones de personas y un 25% del PIB mundial. La red Alcaldes por el Clima tiene 175 alcaldes demócratas y republicanos, con casi 50 millones de personas comprometidas en adoptar, mantener y honrar compromisos para el logro de las metas del Acuerdo. Unas 27 ciudades estadounidenses se comprometieron a producir el total de su electricidad con energías renovables para 2025. Varios estados como Minnesota, Illinois, Nueva York, California, Washington y Oregón, están adoptando metas de reducción de emisiones superando las metas del nivel federal notificadas en la contribución nacional de Estados Unidos al Acuerdo.

El abandono del Acuerdo por parte de Estados Unidos no significará una vuelta atrás en la reducción efectiva de emisiones, pues el apoyo a la acción climática internacional ha crecido, al igual que la voluntad y habilidad de una diversidad de actores del nivel subnacional para continuar una agenda climática ambiciosa, incluyendo legislación. California, Washington y Nueva York constituyeron la Alianza de los EEUU por el Clima para trabajar en una Coalición de Voluntades, desafiando nacional e internacionalmente a la administración Trump.


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