Opinión

Elecciones en Ecuador

Balance y perspectivas


agosto 2023

Ecuador llevó adelante el proceso de elecciones presidenciales en un contexto de fuerte violencia política. Tres analistas abordan los resultados y los escenarios que se abren.

<p>Elecciones en Ecuador</p>  Balance y perspectivas

Ecuador votó, de manera anticipada, el domingo 20 de agosto, tras la «muerte cruzada» decretada por el presidente Guillermo Lasso para evitar el juicio político. En el marco de una crisis de seguridad y un avance del crimen organizado como el país nunca vivió en su historia, los resultados incluyeron algunas sorpresas. Al porcentaje menor al esperado del binomio correísta (Luisa González-Andrés Arauz), que obtuvo 33%, se sumó un inesperado segundo lugar para Daniel Noboa (con 24%), hijo del rico empresario bananero y varias veces candidato presidencial Álvaro Noboa. Por su parte, el candidato indígena Yaku Pérez ha visto diluirse su capital electoral: estuvo a punto de pasar a la segunda vuelta en 2021 y esta vez no llegó a 4%. Las opciones más «bukelistas» quedaron finalmente rezagadas.

Cabe destacar también el triunfo del «Sí» en el referéndum ambiental paralelo a la elección. Casi 60% de los electores votaron por suspender la explotación de petróleo en un sector del parque amazónico del Yasuní, una reivindicación histórica de las organizaciones ambientalistas. La consulta nacional sobre el Bloque 43-ITT de ese territorio protegido fue promovida por el colectivo ambientalista Yasunidos, que libró una batalla legal de diez años con los órganos electorales de Ecuador. También se impuso el «Sí» para impedir la minería en la zona subtropical de Quito.

En este marco, Nueva Sociedad pidió la opinión de tres intelectuales, tanto de los resultados como de los escenarios que se abren rumbo a la segunda vuelta del 15 de octubre.

Pablo Ospina (docente de la Universidad Andina Simón Bolívar, investigador del Instituto de Estudios Ecuatorianos)

Quizá la característica más notable del último tramo de la campaña electoral fue la volatilidad en la intención de voto. En esta campaña, marcada por la excepcionalidad, con el asesinato de un candidato presidencial por primera vez en la historia (Fernando Villavicencio), y el asesinato, también por primera vez, de un alcalde en funciones de una de las más grandes ciudades del país (Agustín Intriago, de Manta), el electorado no correísta deambuló durante días entre varias opciones. Finalmente recaló en Daniel Noboa, el hijo del empresario bananero Álvaro Noboa, quien fuera cinco veces candidato en el último cuarto de siglo. Noboa hijo se había destacado en el debate presidencial del 13 de agosto por sus respuestas directas, su manejo de los distintos temas y por el hecho de no centrarse solo en la seguridad y mostrar un buen desempeño en todos los frentes. Noboa dispuso durante toda la campaña de fondos casi ilimitados y recorrió todo el país repartiendo servicios médicos, alimentos, semillas y hasta prendas de vestir. Por su parte, la candidatura de Yaku Pérez se desinfló aceleradamente en las últimas semanas, quizá porque su tendencia a presentarse como un candidato pacífico y espiritual no se correspondía con la fuerte demanda de una presidencia enérgica, decidida y firme, necesaria para enfrentar una situación social y económica desesperada. 

A primera vista, la situación del correísmo luce muy difícil, aunque habrá todavía que ver cómo manejan ambas candidaturas la campaña para la segunda vuelta, que será más larga. Noboa tiene menos resistencias. Aparece como mucho más solvente que su padre y, al mismo tiempo, compite con el correísmo en el electorado de la Costa. Además, el anticorreísmo se ha consolidado tanto por la propia estrategia electoral correísta como por el clima creado por el asesinato de Villavicencio. Por último, la imagen de conocimiento y manejo de los diversos aspectos de la tarea de gobierno puede también influir en una parte de la votación. La candidata del correísmo deberá mejorar y desplegar un discurso con más calado. Por su parte, Noboa cargará con el peso de haber sido aliado de Guillermo Lasso.

Si comparamos territorialmente la votación de 2021 con la de 2023, lo que se percibe es una masiva transferencia de votación desde Yaku Pérez y Xavier Hervas hacia Daniel Noboa y Fernando Villavicencio, el candidato asesinado, que siguió figurando en la papeleta aunque fue sustituido por el periodista Christian Zurita. Pero en el voto de Zurita hay, al menos, otro componente. El crimen de Villavicencio pareció inicialmente fortalecer al candidato que enarbolaba lo que podríamos llamar la «estrategia Bukele», el empresario Jan Topic, del conservador Partido Social Cristiano, pero luego una parte de los electores se recondujo hacia el sucesor de Villavicencio. Ya durante la campaña, Villavicencio venía compitiendo con Topic sobre cuál era la personalidad que tenía la mano más firme contra las mafias delincuenciales y políticas. Finalmente, su trágica muerte y la ola de simpatía que la acompañó, llevó a su lista hasta el 16% de los votos. Conviene decir, sin embargo, que ninguno de los dos ganadores de la primera vuelta, Luisa González y Daniel Noboa, tenía una estrategia de campaña centrada en la seguridad, sino en una agenda más amplia, económica y social.

Finalmente, pero no menos importante, la amplia victoria del «Sí» en la Consulta del Yasuní (59% a 41%), así como la más amplia victoria del «Sí» para prohibir la minería en la zona subtropical de Quito (con un margen de 68% a 32%), marca un hito en las luchas ambientales y rurales del país. Es posible que un aspecto decisivo de ambas victorias fuera la credibilidad de los grupos indígenas, de jóvenes y movimientos que llamaron a votar por el «Sí», frente al desprestigio de las voces reconocidas y personalidades desgastadas de grupos empresariales que llamaron a votar por el «No». De hecho, los candidatos presidenciales se cuidaron de aparecer en oposición abierta a la consulta. Incluso Daniel Noboa destacó en el debate presidencial por su argumentación estrictamente económica a favor del «Sí» (no es rentable extraer un crudo tan pesado). Llama la atención que la votación por el «Sí» haya sido más alta en la Costa, tradicionalmente de voto más conservador, posiblemente debido a que los beneficios económicos de la explotación petrolera han llegado menos a esa región, y el discurso sobre las rentas estatales para la inversión en políticas sociales o en obras de infraestructura sonaba incluso menos creíble que en la Sierra, donde la presencia estatal es más visible.

Paulina Recalde (directora de la firma investigadora de opinión pública Perfiles de Opinión)

Las elecciones anticipadas ecuatorianas deben ser leídas en muchos sentidos como excepcionales e inéditas: son consecuencia de la primera vez que se aplica el decreto de «muerte cruzada», ocurren en la primera crisis de seguridad de una magnitud nunca vista y, en medio de una campaña sumamente corta, uno de los candidatos presidenciales fue asesinado, lo cual se convirtió sin duda alguna en el punto de inflexión no solo para el proceso electoral sino también para la vida social y política del país. Todo esto contribuyó a que los escenarios electorales mutarán casi de semana a semana.

En este contexto, el resultado de Revolución Ciudadana (RC) muestra su fuerza, vigencia y votación, sobre todo orgánica, en provincias de todas las regiones del país, especialmente en la Costa, pero delata también un techo (33%) que casi replica el de las elecciones de 2021. Esto es consecuencia, posiblemente, de una estrategia extremadamente afincada en reivindicar su voto duro (reversión del estigma de «borregos»), de un binomio -integrado por Luisa González y Andrés Arauz- que fue promovido sobre todo por ser leal al líder del proyecto -Rafael Correa-, pero casi sin voz ni relato propio sobre el país, y de una línea discursiva que insistió en el «ya lo hicimos» más que en conjugar propuestas en presente en relación con los gobiernos locales recién ganados o en transmitir una idea de futuro. Para el Poder Legislativo, todo indica que RC tendrá un bloque superior al alcanzado en 2021 y este se convertirá una vez más en la reserva de poder para su acción política. La segunda vuelta demandará no solo giros discursivos sino fundamentalmente acción política para la ampliación de la base electoral. Durante la campaña de la primera vuelta, difícilmente se pueden identificar gestos que buscaran tender la mano hacia otras fuerzas. La orfandad electoral de las fuerzas sociales que han impugnado tanto el modelo como al gobierno de Guillermo Lasso, expresada en la derrota de Pachakutik y la ausencia de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) en la disputa presidencial, debería ser una agenda clave para considerar. 

La marginal votación de Yaku Pérez (3,93%) constituye una suerte de corolario de las fracturas internas del movimiento indígena y su brazo político, la Conaie, y la intención de Pérez de arrogarse nuevamente la representación de las luchas de la organización social habría encontrado esta vez límites que no vio en 2021, cuando quedó muy cerca de pasar a la segunda vuelta. Territorios de la Sierra otrora hegemonizados por Pachakutik esta vez le dieron el triunfo a la derecha (Noboa y Christian Zurita, aunque en la papeleta seguía figurando el asesinado Villavicencio)

La votación del resto de los binomios da cuenta de la capacidad de renovación de los rostros de la derecha en Ecuador, encarnada en Daniel Noboa, Jan Topic, Otto Sonnenholzner, así como su radicalización, con el anticorreísmo como elemento clave, representada por Villavicencio. Las posibilidades de estos candidatos de alcanzar la segunda vuelta mutaron durante todo el mes de campaña, pero cabe destacar algunos elementos adicionales. Topic representó sobre todo la enorme expectativa en torno de la seguridad: si hace un año solo 22% consideraba que era el principal problema del país, este porcentaje subió a 70% tras el asesinato de Villavicencio. El efecto de la presencia de Topic, así como la demanda por un discurso sobre seguridad termina además traccionando la votación por el histórico Partido Social Cristiano, que vuelve a la Asamblea con un bloque. 

Noboa logró captar la adhesión de aquellos que demandaban una figura por fuera de la vieja clase política, aunque en su caso fuera impulsado también por el legado del padre, Álvaro Noboa, su trabajo de asistencialismo de vieja data con fundaciones, brigadas de salud y sus viejas ofertas de empleo que incluyen la posibilidad de registro para una plaza en su página web. Para la segunda vuelta esta candidatura tiene a su favor el no haber sufrido prácticamente desgaste durante la primera, pues ningún binomio entró a confrontar con Noboa, quien mostró además un tono conciliador, se ubica ideológicamente en la misma clave que la gran mayoría de binomios en la papeleta -lo que le puede permitir más fácilmente tender puentes- y, finalmente, cuenta con un know-how de la Corporación Noboa para enfrentar procesos electorales. 

Cualquiera de las dos fuerzas en la Presidencia deberá lidiar con un actor insospechado: el bloque de Construye -el partido que postulaba a Villavicencio-se convirtió en segunda fuerza política. Este grupo de asambleístas supone una plataforma de acción para la ex-ministra María Paula Romo, pieza fundamental en el bloque de poder de Lenín Moreno y Guillermo Lasso, y la continuidad del legado de Villavicencio, que hizo de las denuncias de corrupción su principal carta de acción política. Su presencia en la Asamblea hace pensar en una inminente conflictividad.

Finalmente, el triunfo contundente del «Sí» (en 23 provincias) en la consulta popular Yasuní ITT es un hito histórico por tratarse de la primera consulta ambiental nacional, que podría convertirse en un punto de confluencia entre varias organizaciones sociales (Yasunidos, Conaie, Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana -Confenaie-, movimientos de mujeres) que estuvieron en campaña y en el punto de partida para un debate postergado sobre el modelo extractivista en el país. Por lo pronto, ya hay un matiz entre Noboa, que se manifestó a favor del «Sí», y el correísmo, que insinuó sus discrepancias durante la campaña y expresó preocupaciones sobre el costo económico que podría tener tanto el desmontaje como la falta de ingresos por el crudo en cuestión. 

La campaña por la segunda vuelta será larga y, en un país tan marcado por la violencia, sin duda, convulsa.  


Augusto Barrera G. (investigador y docente, ex-alcalde metropolitano de Quito)

El proceso electoral que se realizó en Ecuador el 20 de agosto (primera vuelta en las presidenciales, elección de asambleístas y consulta popular sobre la explotación petrolera en el área protegida de Yasuní), constituye un hecho inédito porque deriva de la aplicación de la figura constitucional de la «muerte cruzada», esto es, disolución de la Asamblea y culminación anticipada del gobierno de Lasso, así como de la decisión de la Corte Constitucional de reactivar la consulta popular sobre el Yasuní planteada hace varios años. 

El contexto general en el que se producen las elecciones está marcado por la concurrencia de una crisis económica que no encuentra salidas desde la pandemia del covid-19, un enorme desgaste político del gobierno de Guillermo Lasso por su manifiesta ineptitud y el escalofriante incremento de las cifras de inseguridad. La violencia ha trastocado la vida del país, que hoy se encuentra en medio de guerras entre bandas del crimen organizado que han costado miles de víctimas, entre ellas las de autoridades y políticos, frente a un Estado desorientado y ausente. El ánimo general con el que la población concurrió a las urnas fue de miedo y pesimismo. No obstante, la ciudadanía fue a votar.

Durante el primer tramo de la campaña, se presumía que el deterioro de un gobierno abiertamente anticorreísta como el de Lasso provocaría un efecto de péndulo/castigo que se expresaría en las urnas. Revolución Ciudadana (RC), el partido del ex-presidente Rafael Correa, posicionó incluso la posibilidad de su triunfo electoral en la primera vuelta. Eso no ocurrió. El asesinato del candidato Fernando Villavicencio y una generalizada valoración sobre el desempeño de los candidatos en el debate presidencial revirtieron esa tendencia y colocaron otra vez el escenario del balotaje.

Si bien en la política los acontecimientos son capaces de trastocar la inercia de la realidad, es necesario situar las condiciones de posibilidad. En ese sentido, podemos sintetizar algunas razones de lo ocurrido:

-La campaña de RC, esto es, las decisiones sobre el binomio presidencial, la narrativa y la estrategia general, se organizó en torno de consolidar el voto duro y proponerle al país, una vez más, la evaluación de Rafael Correa y su gobierno; es decir a reforzar el clivaje correísmo/anticorreísmo. Se transmitió que los dramáticos problemas actuales ya habían sido resueltos en el pasado, por lo que la única salida era que el correísmo volviera a gobernar. El resultado ha sido que la candidata Luisa González ha obtenido prácticamente la misma votación que Andrés Arauz hace dos años. RC no logró capitalizar el enorme descontento que hay frente al gobierno de Lasso, cuya reprobación bordea el 70%.

-En la línea del clivaje correísmo/anticorreísmo, el asesinato de Villavicencio generó dos efectos. Por un lado, la infame imputación política a RC impactó en una parte del electorado indeciso, pero, por otro lado, provocó el incremento del caudal electoral del partido del candidato asesinado. Hoy Construye (la organización que respaldaba a Villavicencio) tendrá el segundo bloque de asambleístas, y está por verse si deriva en la conformación de una fuerza de derecha dura o se trata de un hecho coyuntural, producto de una condolencia social. Cabría preguntarse en este punto si el clivaje correísmo/anticorreísmo actúa más bien como techo del campo progresista y como posibilidad de justificación y radicalización de la derecha. 

-En las elecciones anteriores, las candidaturas de Yaku Pérez y Xavier Hervas obtuvieron juntas más de 30% de los votos y mostraban la potencialidad de una política con lógicas menos confrontativas y la posibilidad de consolidar un espacio de centroizquierda; sin embargo, el desastre de las gestiones legislativas de Izquierda Democrática y Pachakutik, muy erráticas en relación con el gobierno de Lasso y atravesadas por vergonzosas rencillas internas, terminaron destruyendo cualquier pretensión de mantener su presencia política y parlamentaria. La ausencia de la Conaie en la campaña de Yaku, así como una difusa posición del candidato frente a temas fundamentales, explican su deficiente desempeño político y electoral: Pérez pasó de casi 20% en 2021 a menos de 4%. Se cierra así un ciclo que deberá refundarse con otras lógicas y procesos. El descalabro electoral de estos actores profundiza la crisis de los partidos políticos. Con excepción de la candidata de RC, el resto de los aspirantes no tenía ninguna relación orgánica con las organizaciones que los auspiciaban. Los partidos políticos están en una profunda crisis y operan como membretes de alquiler sin sustento ideológico ni base social. 

-El espacio político que está fuera del clivaje correísmo/anticorreísmo fue ahora ocupado por las candidaturas gestionadas desde los grupos de poder de Guayaquil. Grandes fuerzas político-económicas apostaron por un recambio generacional, a través de tres candidatos «jóvenes y bien preparados», todos fuertemente vinculados a emporios empresariales: Jan Topic (telecomunicaciones y seguridad), Otto Sonnenholzner (camarones) y Noboa (banano). Desaparece así la representación política de la Sierra y de Quito en particular.

-El acumulado de cinco campañas presidenciales de su padre Álvaro Noboa, un «generoso» trabajo territorial, una figura joven y más bien conciliadora y un buen desempeño en el debate presidencial fueron las condiciones que empujaron durante los últimos días la candidatura de Daniel Noboa. Pese a que fue asambleísta durante el último periodo y a su origen político-empresarial, es percibido como externo a la política y a la guerra mediática y jurídica que el país ha vivido en estos años. Interpela al voto joven, ofrece empleo y una versión menos «bukelizada» para enfrentar la inseguridad. Se mantiene distante del enfrentamiento con Correa y el gobierno de Lasso. Escenifica una cierta forma de antipolítica. Ha formulado algunas ideas que refuerzan el papel del sector productivo frente al capital financiero, pero aún es temprano para identificar potenciales contradicciones. 

-Si bien hay casi 10 puntos de diferencia entre Luisa González y Daniel Noboa, a primera vista parece que los votos de Christian Zurita (reemplazante de Villavicencio), Sonnenholzner y Topic estarán más cerca del joven candidato; ese movimiento operará en las calles y las plazas durante la campaña, pero sobre todo en los pasillos de la negociación de los grupos de poder de Guayaquil.

-No luce posible el acercamiento de ninguna de estas fuerzas con RC ni parece recomendable ninguna forma de acuerdo explícito, por los códigos culturales con los que la sociedad entiende los pactos; pero, más allá de eso, parece indispensable un replanteamiento importante de la estrategia de RC que permita ampliar su base electoral y fortalecer sus opciones frente a la segunda vuelta.

El gobierno de Lasso sale paradójicamente bien librado de este proceso electoral porque tiene la opción de gestionar un acercamiento con Daniel Noboa y tenderá esos y otros puentes con algunos asambleístas próximos.

La Conaie y otras organizaciones sociales privilegiaron el escenario de las consultas ambientales y se han mantenido ajenas al proceso electoral. Esa ausencia ha sido cuestionada por algunos sectores de RC, quienes arguyeron que «el [voto] nulo ideológico» hace el juego a la derecha. Sin embargo, tampoco se ha planteado con seriedad un campo de convergencia progresista, popular y plurinacional que permita una respuesta programática, política y electoral que enfrente a un neoliberalismo maltrecho, gestionado desde una burbuja distante del desangre y la pobreza que asola al país. 

Pese a la agresiva campaña de los grandes medios para debilitar las consultas del Yasuní y el Chocó Andino, en ambos casos hay muy claros resultados. El «Sí» gana hasta este momento con 59,98% en la consulta del Yasuní y en el caso del Chocó Andino (consulta solo para el Distrito Metropolitano de Quito), con cerca de 68%. Se abre con ello un proceso inédito para repensar un modelo de desarrollo que abandone o al menos limite el extractivismo y genere nuevas sinergias sociales, productivas y ambientales. 

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