¿Dónde está la izquierda progresista en Alemania?
agosto 2021
Desde hace algunos años, está volviendo a formarse un nuevo campo progresista en Alemania. Sus prioridades son los problemas cruciales de nuestro presente: los refugiados, la desigualdad, el clima. Sin embargo, hasta ahora los partidos progresistas no logran darles una respuesta.
Formación de campos sociales
Desde mediados de la década de 2010, vuelven a soplar vientos favorables a las corrientes y los partidos progresistas en Alemania. Los puntos de cristalización más notorios fueron y son la solidaridad con los refugiados y las protestas contra la inminente catástrofe climática (Fridays for Future), que fueron impulsadas principalmente por jóvenes. En 2015 y 2016, varios cientos de miles de personas participaron directamente en la acogida solidaria y el apoyo de personas que, en su mayoría, querían escapar de la devastadora guerra en Siria. En el verano de 2016, más de 10% de los alemanes, aproximadamente entre ocho y nueve millones de personas, declararon estar realizando alguna acción en beneficio de los refugiados (por ejemplo, donaciones). Frente al ascenso de la derecha radical (Alternativa para Alemania), su cínico desprecio por la dignidad humana y su exigencia de mantener a los refugiados de la guerra civil lejos de la frontera alemana mediante el uso de las armas, se generó también una protesta política. En octubre de 2018, alrededor de 240.000 personas se manifestaron en Berlín contra el racismo y la asignación de ayudas estatales según el color de piel y el lugar de origen. «No permitiremos que entren en colisión el Estado de bienestar con los refugiados y la inmigración», fue el lema central.
Desde 2018 hay manifestaciones de estudiantes de todo el mundo contra la catástrofe climática. Solo en septiembre de 2019, una cantidad de personas que superaba holgadamente el millón respondió a una convocatoria y salió a las calles en más de 500 localidades de Alemania. La protesta climática excede en mucho los ámbitos juveniles. La necesidad de una transformación socioecológica también se está discutiendo en los sindicatos. En 2019, por ejemplo, el sindicato metalúrgico se manifestó junto con dos organizaciones ambientalistas y movilizó a decenas de miles de sus miembros hacia Berlín. Este cambio ecológico no está exento de polémica dentro de los sindicatos industriales, lo cual no debería sorprender ni ser ocultado. Hay que destacar, no obstante, que un sindicato, cuya fuerza y poder de lucha reside especialmente en los trabajadores de la industria automotriz, está (con cautela) abogando por abandonar el automóvil. «La protección del clima solo puede tener éxito si se aborda con seriedad el cambio radical en energía y transporte», afirmó Jörg Hofmann, presidente del sindicato IG Metall.
¿Y los partidos progresistas?
En realidad, todo esto no sería malo para las nuevas mayorías progresistas. Sin embargo, hasta ahora esas mayorías solo se han formado fuera de los Parlamentos. Los tres partidos relevantes, el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD, por sus siglas en alemán), Los Verdes y La Izquierda, no logran unir al campo progresista en las elecciones. La socialdemocracia se encuentra actualmente estancada entre 15% y 18% en las encuestas y, por lo tanto, terminaría por debajo de su resultado electoral de 2017 (20,5%). No pintan muy diferentes las cosas para La Izquierda, ya que según las encuestas terminará con 6% o 7% de los sufragios, significativamente por debajo de su resultado electoral anterior (9,2%). Los Verdes son los «ganadores» del cambio social descrito anteriormente. Si obtuvieron 8,9% en las elecciones al Parlamento de 2017, como mínimo duplicarán ese porcentaje en septiembre de 2021. La cuestión climática ya hizo de las elecciones europeas de 2019 una opción por la protección del medio ambiente, donde Los Verdes dieron el gran salto, pasando de 10,4% (2014) a 20,5%. Esta primavera boreal llegaron incluso a tener por un breve lapso 28% de las preferencias del electorado, según las encuestas, superando así a los conservadores.
La baja probabilidad de que los tres partidos progresistas logren la mayoría no es un fenómeno natural. En lugar de una búsqueda de cooperación, lo que encontramos es una consciente diferenciación. Especialmente desde las «elecciones climáticas» de 2019 en Europa, la socialdemocracia ha intentado «no volverse más verde que Los Verdes» (tal es el argumento frecuentemente esgrimido). A veces, sin embargo, estos esfuerzos por diferenciarse se pasan de la raya y Los Verdes son vistos como oponentes mayores que los conservadores. En una encuesta realizada en junio de 2021, se consultó a los votantes si preferirían un gobierno con un liderazgo conservador o verde. Más de dos tercios de los potenciales votantes del SPD se mostraron favorables a un gobierno democratacristiano.
Entre los votantes de La Izquierda se verificó una tendencia similar; puestos ante la opción de Los Verdes o los conservadores, casi la mitad se inclinó por un gobierno liderado por los conservadores. La Izquierda todavía riñe esencialmente con los socialdemócratas, y sus cuadros internos, que rechazan cualquier participación en el gobierno, son tan fuertes que no se pueden mantener conversaciones constructivas en el nivel federal en este momento. Por su parte, hay una fuerte ala en Los Verdes que ha estado trabajando con éxito durante años en una alianza con los conservadores. Su objetivo es formar coaliciones en todas las direcciones y gobernar. En resumen, se puede decir que las fuerzas centrífugas de los partidos progresistas son actualmente más fuertes que las fuerzas cohesivas y que las cosas no pintan bien en el ámbito parlamentario para las nuevas mayorías progresistas.
Cuestiones de identidad
El la coyuntura actual, los debates sobre «políticas de identidad» son un factor inhibidor. Detrás de esto está la acusación de que los progresistas y la izquierda solo se preocupan por las «minorías», la moral, las cuestiones culturales o la corrección al hablar. Y además, de que ignoran los problemas sociales fundamentales, los intereses sociales de los desfavorecidos, los trabajadores y la gente que vive en condiciones precarias. En realidad, son argumentos conservadores contra las demandas progresistas de igualdad y emancipación. Pero al igual que con el debate análogo sobre la «corrección política», el argumento también se retoma en el campo progresista. Debe aceptarse, por cierto, que en los últimos 20 años la socialdemocracia en particular ha perdido una parte importante de sus seguidores tradicionales entre los trabajadores. Pero la interpretación de que esto se debió a cuestiones de identidad es incorrecta. Los socialdemócratas sufrieron graves derrotas electorales en la década de 2000 como consecuencia de la restrictiva política social de aquel momento.
En esta disputa también se pasa por alto que las «cuestiones de identidad» siempre fueron y van de la mano con las cuestiones materiales. También los movimientos obreros del siglo XIX fueron movimientos culturales relacionados con la identidad y la pertenencia. Pero, dejando esto de lado, los movimientos de los últimos años han demostrado vívida y concretamente que los problemas sociales deben abordarse en relación con los derechos humanos y las cuestiones humanas. La solidaridad con los refugiados combinó el compromiso a favor de una sociedad abierta, democrática y antirracista con la organización del alojamiento y la alimentación y la gestión de ofertas culturales y educativas, y logró una integración social y cultural relativamente exitosa de cerca de un millón de personas. No se trata aquí de pasar por alto ningún problema, pero la atención debería centrarse en cómo sería la sociedad alemana hoy sin este compromiso tomado con centenares de miles de seres humanos. El cambio climático, a su vez, muestra con demasiada claridad este verano, con sus brutales olas de calor, incendios e inundaciones, que defender la neutralidad climática no es una cuestión de superioridad moral, sino una cuestión profundamente material y social.
Los conservadores: adiós al pragmatismo liberal
Tampoco los conservadores quedan a salvo de los debates sobre su identidad. Con el ascenso de la derecha radical, los dos partidos cristianos han perdido votantes a los que habían podido retener durante décadas. Las disputas por la sucesión de Angela Merkel muestran las profundas fisuras del partido conservador. Además del sucesor de Merkel, Armin Laschet, Friedrich Merz se propuso como candidato para presidir el partido. Merz, que en realidad ya se había retirado de las labores partidarias, representa al ala radicalmente promercado de los demócratas cristianos y fue derrotado apenas por 521 votos contra 466 en la convención del partido. Esto muestra el peso que tiene esa fracción. Otra mala señal es que el ex-jefe del servicio de inteligencia interior (Oficina Federal para la Protección de la Constitución) Hans-Georg Maassen pueda actuar libremente en el partido conservador. Maassen, que busca explícitamente un acercamiento al partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán), tuvo que dejar el servicio de inteligencia en 2018 debido a la negación de disturbios racistas. Laschet, actual sucesor de Merkel y probablemente próximo jefe de gobierno, está fuertemente ligado a círculos católicos conservadores. Su asesor y mano derecha, Nathanael Liminski, milita en el ala conservadora del partido, es cofundador de la Iniciativa Pontifex y aboga por la abstención sexual antes del matrimonio. Todo esto indica que el liberalismo pragmático de la era Merkel en su partido, la Unión Demócrata Cristiana (CDU, por sus siglas en alemán), ha llegado a su fin.
Futuro incierto para las mayorías progresistas
Después de las elecciones al Parlamento alemán del 26 de septiembre, probablemente solo queden dos opciones para la socialdemocracia, y ambas plantean inmensos problemas. Una alianza de Los Verdes, el partido La Izquierda y los socialdemócratas parece estar políticamente descartada en este momento y es poco probable que alcance la mayoría. También es improbable que el cogobierno con los conservadores, tal como ha ocurrido hasta ahora en el marco de la Gran Coalición, siga siendo viable, y la falta de una mayoría hará que finalmente fracase. Lo más probable hoy es que se forme un gobierno de conservadores y verdes o, si tampoco hubiera mayoría, una alianza de conservadores, liberales y socialdemócratas. En este caso, los socialdemócratas estarían en un gobierno significativamente más a la derecha que el actual. Después de Merkel, la CDU se posicionará de manera más conservadora, más autoritaria, pero también con un sesgo más liberal promercado que con Merkel. En las últimas décadas, los liberales han abandonado en gran medida temas como los derechos civiles y la democracia y se están concentrando en el liberalismo económico. Con el ascenso de la derecha radical, también están tratando de atraer a esos votantes con consignas populistas. Es muy dudoso que la socialdemocracia evite desnaturalizarse dentro de tal constelación de gobierno. Pero tampoco será fácil ser partido de oposición a un gobierno conservador-verde. El partido La Izquierda se diferencia en gran medida de los socialdemócratas y Los Verdes, a quienes considera refugio del neoliberalismo. Sin embargo, sus demandas en materia de política social son tan moderadas que no es fácil para ninguno de los partidos diferenciarse entre sí.
Pero no hay por qué desanimarse. Existen bases sociales para una alianza progresista. A escala regional, hay muchos ejemplos productivos de gobiernos en los que participan esas tres fuerzas. Sin embargo, es muy posible que estos partidos necesiten todavía un empujón desde afuera. Los movimientos en las calles no serán suficiente. Los sindicatos podrían desempeñar un papel importante. Representan un bastión contra la derecha radical; en cuanto a su estructura, son organizaciones con una gran proporción de personas con antecedentes migratorios; y sus discusiones sobre la salvaguarda de los medios de subsistencia incluyen, casi por su naturaleza, la seguridad material de los trabajadores. Pero esto no exime a los partidos de su deber de preparar mayorías progresistas. En lugar de definir el propio papel a través de la diferenciación, se podría intentar definirlo como parte de un gran campo social.
Traducción: Carlos Díaz Rocca