Opinión

Colombia ante la posibilidad de un vuelco histórico


marzo 2022

Tras las elecciones del pasado domingo, Gustavo Petro se consolidó como el candidato progresista con más posibilidades de ganar la presidencia de Colombia. La elección de la activista afrocolombiana Francia Márquez (que pisó fuerte en las elecciones primarias) como compañera de fórmula apunta a consolidar su perfil progresista y llegar a sectores sociales jóvenes y al movimiento feminista.

<p>Colombia ante la posibilidad de un vuelco histórico</p>

Los comicios del pasado domingo pusieron muchas cosas en juego en el tablero político colombiano. Además de la elección de representantes para el Congreso, la ciudadanía votó en lo que pueden considerarse unas primarias simultáneas para escoger a los candidatos que medirán fuerzas en las presidenciales del 29 de mayo. Tanto las coaliciones de derecha, centro e izquierda definieron, el domingo, a los hombres y mujeres que llevarán a la contienda electoral más importante del país. Los resultados implicaron, sin embargo, un verdadero sacudón en las dinámicas de poder y comenzaron a dibujar un país diferente.

El primer cambio se observó en los resultados al Congreso, donde por primera vez en la historia una coalición de izquierda obtuvo la más alta votación y se ubicó como la bancada mayoritaria en el Senado de la República. La lista del Pacto Histórico, promovida por el senador y ex-alcalde de Bogotá Gustavo Petro, logró 19 curules, en medio de tensiones en el recuento de los votos. En la Cámara baja, la izquierda logró tambiéel primer lugar en porcentaje de votos aunque quedó segunda en número de parlamentarios.

El Pacto Histórico consiguió representaciones que antes parecían inimaginables: por ejemplo, la referente indígena Carmen Felisa Ramírez fue elegida como la representante en el Congreso de los colombianos en el exterior, puesto que solían ostentar políticos del uribismo o, recientemente, cristianos evangélicos de derecha. Otro dato trascendente es el que muestra el cruce entre la elección de la izquierda y las protestas sociales: el Pacto Histórico consiguió la mayor parte de sus representantes en los departamentos en los que el estallido social de 2020 y 2021 se vivió con mayor potencia. Los representantes elegidos en esas regiones forman parte de los liderazgos asociados a organizaciones sociales que han cobrado, en los últimos tiempos, una trascendental relevancia en el país. Esto significa, como lo ha dicho el mismo Petro que «el Pacto Histórico ha logrado el mejor resultado del progresismo en la historia de la República de Colombia».

El Centro Democrático, el partido del ex-presidente Álvaro Uribe, redujo su representación en ambas cámaras en 26 curules, siendo superado por las listas lideradas por Petro. Este dato no es menor, sobre todo teniendo en cuenta que hace cuatro años fue el uribismo la fuerza que se alzó ganadora en el proceso electoral. La desaprobación de la gestión del actual presidente Iván Duque, perteneciente a esa corriente, ha llegado a 73%, indicador que ya no solo muestra hartazgo con las políticas del presidente, sino un cambio en las preferencias y un giro de la ciudadanía en términos de espectro político. 

El extraordinario papel jugado en estas elecciones por el Pacto Histórico y otros partidos progresistas en un país que se ha caracterizado por un fuerte conservadurismo, es más fácil de concebir después del gran estallido social del 2021, los Acuerdos de Paz entre el Estado colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) y el cambio en las prioridades de la ciudadanía. Temas como el desempleo, la desigualdad y el aumento de  la pobreza han pasado a un primer plano, en gran medida como uno de los efectos de la pandemia.

El Congreso elegido es también más diverso. Aumentan de dos a seis los parlamentarios abiertamente LGBTI y, al mismo tiempo, se hacen más visibles las agendas ambientalistas y ecológicas. Otro rasgo importante del proceso electoral se vincula a una mayor participación política de las mujeres. La inscripción de candidaturas subió nueve puntos porcentuales y de las 16 listas a Senado nacional, por primera vez se presentaron cuatro listas cerradas en las que se observa un esfuerzo de conformación con paridad y alternancia. Los resultados muestran que la participación de las mujeres llegó a 30%, el nivel más alto de la historia democrática del país, ubicándose 10 puntos por encima del Congreso pasado. Sin embargo, el primer movimiento político expresamente feminista de Colombia -Estamos Listas- no logró pasar el umbral para entrar al Poder Legislativo.

A pesar de estos avances de la izquierda, el nuevo Congreso mantendrá una importante presencia de los partidos tradicionales que tienen aún poderosas máquinas políticas en los territorios, particularmente el Liberal y Conservador, que se alzaron como la segunda y tercera fuerza, respectivamente. La derecha está lejos de haber sido derrotada y sus discursos siguen vigentes. Tal es así, que los discursos «antiderechos» continúan en boga. Además, aun no se ha conseguido una representación paritaria en la política legislativa del país.

En otro orden, resulta imposible ignorar que, en algunas regiones, la contienda estuvo marcada por ataques e infiltraciones de grupos armados. Tan solo unas semanas antes de las elecciones, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) declaró un paro armado con acciones violentas coordinadas para demostrar su poder territorial. Los paramilitares también lograron afectar las elecciones, principalmente en el caso de los 16 curules que los acuerdos de paz habían destinado a las víctimas en los territorios más afectados por el conflicto como una medida de reparación. Incluso el hijo de un gran jefe paramilitar, uno de los mayores victimarios de Colombia, logró llegar al Congreso al ocupar una curul de las víctimas en una zona habitada por comunidades indígenas, campesinas y afrodescendientes.

El segundo movimiento profundo en la política colombiana se evidenció en las primarias, en las que Gustavo Petro, un candidato de propuestas progresistas y con una gran apuesta por repensar el modelo económico extractivista en un país conservador y petrolero, logró duplicar los votos de Federico «Fico» Gutiérrez, el candidato ganador de la consulta de derecha. Además, Petro sacó seis veces más votos que el candidato del centro Sergio Fajardo. Para poner en contexto este sorprendente salto electoral cabe mencionar que en las primarias del 2018 Gustavo Petro obtuvo algo más que la mitad de los 4 millones y medio de votos que consiguió en estas elecciones.

El ex-alcalde de Bogotá ganó la consulta de izquierda, pero no fue el único exitoso dentro de ese espacio. Francia Márquez Mina, la otra precandidata del Pacto Histórico, hizo una campaña austera y, aun así, logró unos 780.000 votos, convirtiéndose en la tercera candidata más votada de la jornada, superando políticos de mucha trayectoria como Fajardo y maquinarias clientelistas como las del «clan Char», una familia de políticos de la Región Caribe. Abogada afrocolombiana, destacada feminista, líder medioambiental y ganadora del prestigioso Premio Goldman —que se otorga anualmente a defensores de la naturaleza y el medio ambiente—, Márquez Mina, que además es oriunda de uno de los territorios más pobres del país, enfocó su campaña en la lucha contra el patriarcado y las desigualdades raciales.

Aunque la votación de la izquierda constituye un hito, no debe olvidarse que 4.000.000 de votantes inscritos no participaron en estas elecciones. La abstención no logró reducirse y esos votantes podrían cambiar el panorama político. Aun así, es claro que el panorama ha cambiado y que hoy es posible que Colombia tenga por primera vez un gobierno progresista.

Las próximas elecciones presidenciales, que se celebrarán a fines de mayo, supondrán desafíos importantes para Gustavo Petro. Seducir a los votantes del centro y articular alianzas con otros partidos son, de hecho, los más importantes. Una forma de consolidar alianzas hubiera consistido en la elección de una fórmula vicepresidencial ajena al Pacto Histórico, como muchos les aconsejaban. Sin embargo, eligió como fórmula a Francia Márquez, y optó por cumplir una promesa de precampaña y seguir apostando a consolidar su espacio político, pero esta vez apuntando a las mujeres, las organizaciones feministas, los jóvenes, los universitarios y los diversos sectores intelectuales de las grandes ciudades que apoyan a Márquez.

El centro vive, por su parte, situaciones complejas. Representado por el ex alcalde de Medellín y ex-gobernador de Antioquia, Sergio Fajardo, este espacio no logró los resultados esperados. Fajardo ganó las primarias del Centro de la Esperanza frente a Juan Manuel Galán, Carlos Amaya, Alejandro Gaviria y Jorge Robledo, pero el resultado electoral lo ubicó muy por debajo de la izquierda y de la derecha. Algunos de los principales problemas de esta coalición han sido las constantes peleas internas entre los condentientes y los espacios que la integran, así como el uso de un discurso demasiado académico y lejano al grueso de la población. El desafío del centro es, ahora, el de seducir a votantes cada vez más polarizados.

En la derecha, se produjeron también algunos cambios. Óscar Iván Zuluaga, el candidato del uribismo, dos días después de las primarias (de las que no participó) se sumó a la campaña de  Gutiérrez, de Equipo por Colombia. Aunque se ha autodefinido como centrista, Gutiérrez, que fue gobernador de Medellín, tiene ahora el desafío de mostrar su independencia y lograr que su alianza con el uribismo le sume votos y no se los reste, como han sugerido varios analistas. Las primeras encuestas comienzan a dibujar un duelo entre Petro y Gutiérrez, con ventaja para el postulante de izquierda. Gutiérrez podría atraer voto útil contra un posible triunfo de Petro. De producirse, este constituiría un vuelco histórico en un país donde las elites conservaron a sangre y fuego su poder.



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