Con el ingreso de España y Portugal a la Comunidad Económica Europea (CEE), acordado el pasado 29 de marzo, culminan más de 20 años de tormentosas negociaciones que causaron no pocos traumas a los \"socios indeseables\" y se inicia para Latinoamérica una etapa que inevitablemente tendrá que ser de cautelosa expectativa. La integración de la Península Ibérica a Europa, que se hará efectiva a partir del primero de enero de 1986, fue recibida con moderado optimismo por las naciones latinoamericanas. Es poco probable que a corto plazo se puedan medir los resultados de esta trascendental decisión. Pero los vínculos afectivos, comerciales, culturales y políticos que tradicionalmente han unido a España y Portugal con nuestro continente y la historia de las relaciones de la CEE con Latinoamérica explican el poco júbilo con que se recibió el acuerdo de este lado del Atlántico.