La «ecología del miedo» o las advertencias de Mike Davis sobre los incendios en Los Ángeles
enero 2025
Los distópicos incendios en California vuelven a poner el foco en las advertencias de Mike Davis sobre las lecciones no aprendidas del pasado, en un contexto de cambio climático, vulnerabilidad de la zona y desarrollos urbanos descontrolados.

En los recientes incendios masivos de Los Ángeles, han muerto hasta ahora 24 personas, miles de estructuras han resultado destruidas y se han quemado aproximadamente 16.308 hectáreas de terreno. Los incendios se encuentran ya entre los más destructivos de la historia de California.
Y como ocurre cuando se declaran grandes incendios en Los Ángeles, se discute el libro Ecology of Fear: Los Angeles and the Imagination of Disaster [Ecología del miedo. Los Ángeles y la imaginación del desastre], del historiador urbano marxista Mike Davis, publicado en 1998. En concreto, su polémico tercer capítulo, «The Case for Letting Malibu Burn» [En favor de dejar arder Malibú].
Su publicación provocó intensas reacciones. Algunos periodistas, un antiguo promotor de bienes raíces y un agente inmobiliario de Malibú que se hizo pasar por un simple fact-checker lanzaron ataques contra los argumentos y la persona de Davis, aprovechando algunos errores menores (corregidos en ediciones posteriores) en las 831 notas a pie de página del libro.
Pero, como confirmó Richard Walker (entonces director del Departamento de Geografía de la Universidad de California, Berkeley), los argumentos esenciales de Davis eran «conocimiento ampliamente aceptados entre los académicos que trabajan en el ámbito de los riesgos ambientales».
Davis, fallecido en 2022, pintó un cuadro vívido, aunque pesimista, de Los Ángeles como una ciudad real e imaginaria perpetuamente al borde de la catástrofe. «Ninguna otra ciudad parece suscitar un embeleso tan oscuro», escribió. Su destrucción «se describe a menudo, o al menos se vive en secreto, como una victoria de la civilización».
De hecho, en 2025, comentaristas e influencers conservadores mostraron un perverso placer ante los retos a los que se enfrenta California, al considerar el estado como una suerte de representante de los valores elitistas o progresistas. Algunos medios de comunicación y expertos de derecha han presentado los incendios forestales como una prueba de la mala gestión liberal-progresista o de decisiones políticas erróneas.
Viviendas de alto riesgo
Californiano nacido a 19 kilómetros de Los Ángeles, Davis no era un apologista del Estado. Tampoco, escribe uno de sus antiguos editores, «celebraba la desgracia». De hecho, la casa de la infancia y la escuela de la hija de Davis, Róisín, ardieron en los incendios de este mes. En 2020, Davis escribió: «Después de cada emergencia por incendio, [el gobernador de California, Gavin] Newsom y otros liberales piden medidas urgentes para reducir las emisiones. Pero al hacerlo, eluden deliberadamente la cuestión de lo que hay que hacer sobre el terreno, aquí y ahora».
En los 20 años transcurridos desde la publicación de su libro, continuó, se han construido demasiadas viviendas nuevas en California «de forma rentable pero descabellada, en zonas de alto riesgo de incendio». Los expertos en incendios denominan a estas zonas «interfaz urbano-forestal».
Según escribió entonces Davis, «en 2020, una cuarta parte de la población del estado vivirá en estas zonas, con decenas de nuevas urbanizaciones y comunidades planificadas en desarrollo». Según los expertos, en los incendios actuales interviene una «tormenta perfecta» de factores, entre ellos el cambio climático a largo plazo y las condiciones meteorológicas extremas que se dan en zonas densamente pobladas.
El libro de Davis, políticamente estridente y elegantemente escrito, explora la interacción entre el desarrollo urbano, los desastres naturales, las catástrofes provocadas por el hombre y los discursos culturales.
«En favor de dejar que arda Malibú»
En «The Case for Letting Malibu Burn», Davis describe con detalles desgarradores el incendio de Malibú de 1930, provocado involuntariamente por unos recolectores de nueces en la zona de Thousand Oaks. El incendio pronto se convirtió en uno de los mayores de la historia de Malibú, impulsada por las características geológicas únicas de la región y los feroces vientos de Santa Ana.
«Enfrentados a un frente de llamas de ocho kilómetros, los 1.100 bomberos no pudieron hacer más que salvar sus propias vidas. Cuando la tormenta de fuego se dirigió inesperadamente hacia [el prospero barrio residencial] Pacific Palisades, cundió el pánico».
Un centenar de agentes de policía se apostaron en los límites de la ciudad de Los Ángeles para decir a los residentes que evacuaran.
Esto ocurrió hace casi 100 años, pero Malibú ya llevaba tiempo siendo objeto de un desarrollo inmobiliario desenfrenado y desregulado, escribió Davis. Entre otros efectos, esto había alterado drásticamente la composición química del suelo de la zona. Malibú solo se salvó de la aniquilación total cuando «el voluble Santa Ana amainó bruscamente».
«En retrospectiva», argumentó Davis, «el incendio de 1930 debería haber provocado un debate histórico sobre la conveniencia de abrir Malibú a un mayor desarrollo inmobiliario». Sin embargo, tal debate nunca tuvo lugar.
A pesar de una serie de incendios posteriores entre 1935 y 1938 que destruyeron casi 400 viviendas en Malibú y Topanga, los funcionarios públicos persistieron en dar prioridad a la expansión inmobiliaria en zonas sensibles desde el punto de vista ambiental donde, como señala Davis, «el fuego salvaje es el rey». Optaron por ignorar los crecientes riesgos para las personas, los animales y el hábitat natural.
Davis tenía una visión poco halagüeña -y provocadora- de los niveles de gasto estatal y los costos ecológicos necesarios para mantener el estilo de vida de las familias acomodadas que optan por «buscar santuarios cada vez más profundos en los escarpados contornos del cinturón de fuego del chaparral».
Una distopía urbana imaginada
Para 1998, Los Ángeles había sido destruida en novelas y películas no menos de 138 veces, escribió Davis. El incendio de Thousand Oaks, reflexionaba, «puede haber dado a Nathanael West la idea de quemar Los Ángeles en su novela» El día de la langosta, publicada en 1939 (y adaptada al cine en 1975).
En esta obra maestra de la ficción estadounidense moderna, West presenta la ciudad como una fábrica de sueños y una olla a presión a punto de explotar. Al final, las tensiones latentes de una distopía urbana invadida por soñadores desilusionados parecen estallar en un frenesí alucinatorio de caos y violencia. Las líneas entre realidad y fantasía se disuelven.
El libro concluye con el protagonista mentalmente inestable de West imaginando Los Ángeles en llamas: «como una gran hoguera de estilos arquitectónicos, desde el egipcio hasta el colonial Cabo Cod. Por el centro, serpenteando de izquierda a derecha, había una larga calle en cuesta y por ella, desparramándose en el primer plano central, llegaba la turba portando bates de béisbol y antorchas».
Estas destrucciones ficticias ilustran el papel perdurable de la ciudad como escenario definitivo del cataclismo y la reinvención en la conciencia cultural colectiva.
«La Ciudad de los Ángeles es única, no solo por la frecuencia de sus destrucciones, sino por el placer que tales apocalipsis proporcionan a los lectores y al público de las películas», escribió Davis. «El mundo entero parece estar deseando que Los Ángeles se deslice hacia el Pacífico o sea engullida por la falla de San Andrés».
La codicia comercial por encima del sentido común
El Los Ángeles de Mike Davis es un lugar en el que, como detalla exhaustivamente, la codicia comercial prevalece sobre el sentido común y la utilidad social, en el que el racismo institucional margina a las comunidades vulnerables y en el que la inercia política deliberada garantiza que la historia se repita con consecuencias devastadoras.
Esta es la esencia de Ecología del miedo. El libro presenta dos argumentos centrales. En primer lugar, sostiene que la democracia estadounidense es insostenible, debido a su creciente disparidad en riqueza y poder. Su segundo argumento hace hincapié en el predominio de los intereses económicos sobre las preocupaciones ambientales, lo que inevitablemente engendra (o exacerba) las crisis. Y cuando estas crisis estallan, afectan desproporcionadamente a quienes están menos preparados para afrontar las consecuencias.
Davis lo ilustra de forma sorprendente en «The Case for Letting Malibu Burn», yuxtaponiendo dos tipos muy distintos de respuesta gubernamental a los incendios, en barrios muy diferentes.
En Malibú, los recursos públicos se han movilizado históricamente con rapidez para reconstruir las casas de los ricos dañadas por el fuego. Sin embargo, los incendios en los barrios pobres del centro de Los Ángeles, como el de los apartamentos Burlington en 1993, en el que murieron diez personas (siete de ellas niños), reciben comparativamente poco apoyo o atención de los medios de comunicación. Para Davis, es solo un ejemplo del modo en que el estatus socioeconómico determina cómo se valoran las vidas y las propiedades. Es un ejemplo convincente.
En esencia, examina cómo las estructuras de poder y la dinámica social existentes intensifican el impacto de las catástrofes naturales. Al mismo tiempo, explora cómo estas catástrofes se ven exacerbadas por la vulnerabilidad inherente de la ciudad a tales acontecimientos, incluida la propensión a incendios, terremotos, inundaciones y un clima cada vez más volátil. Estos factores históricos de larga data, que Davis trata con gran detalle, subrayan cómo las configuraciones geográficas y sociales de Los Ángeles la dejan especialmente expuesta al peligro.
Si ha habido «un fallo fatal en el diseño del sur de California como civilización», afirma, ha sido «la decisión de basar la seguridad de las generaciones presentes y futuras casi por completo en extrapolaciones miopes del historial de catástrofes del último medio siglo».
En su libro, analiza las catástrofes naturales y el cambio climático en la región a lo largo de los siglos y demuestra que la urbanización de Los Ángeles se produjo «durante uno de los episodios más inusuales de benignidad climática y sísmica desde el inicio del Holoceno».
Insiste en que, como consecuencia de ello, nuestra forma de pensar está totalmente sesgada. «Estos lapsos son demasiado cortos para servir como indicadores fiables del tiempo ecológico o para muestrear las posibilidades de futuras tensiones ambientales», escribe. «En efecto, nos creemos dioses de la tierra, pero en realidad seguimos siendo meros turistas».
Nota: la versión original de este artículo, en inglés, se publicó en The Conversation, 14/1/2025, con el título «Ecology of Fear: Mike Davis’ History of LA and Natural Disaster is Re-Read whenever Fire Rages in California» y puede leerse aquí. Traducción: Pablo Stefanoni.