Cruzadas a la carta
Una fantasía de los masculinistas y los islamófobos de la red
Nueva Sociedad 317 / Mayo - Junio 2025
En internet asistimos a un retorno de la iconografía de las Cruzadas que mezcla racismo, masculinismo y desarrollo personal. ¿Cómo entender este uso de la historia?

La fascinación de la extrema derecha contemporánea por la Edad Media en general y, en particular, por las Cruzadas y los templarios, es bien conocida y estudiada desde hace tiempo. Ya a finales del siglo xix, el polemista Édouard Drumont, en un afiche promocional de su obra antisemita La France juive [La Francia judía], se representaba a sí mismo como un cruzado pisoteando la caricatura de un judío. Durante la Segunda Guerra Mundial, la Alemania nazi también recurrió a la iconografía de las Cruzadas para animar a los voluntarios, especialmente franceses, a unirse a una gran «cruzada antibolchevique». Más recientemente, los medievalistas han demostrado cómo la cruz de Jerusalén o el grito de guerra «Deus vult» [Dios lo quiere] se convirtieron, a lo largo de la década de 2000, en símbolos comúnmente utilizados por la extrema derecha europea y estadounidense1 se pueden encontrar en camisetas o pancartas en manifestaciones, o incluso pintados en mezquitas o universidades para oponerse a los fenómenos migratorios contemporáneos. Esta obsesión por la Edad Media en general y por las Cruzadas en particular se reconfigura hoy en internet, sobre todo en las redes sociales, donde algunas cuentas utilizan aquel hecho histórico como piedra angular de un discurso que mezcla racismo, masculinismo... y superación personal. ¿Cómo entender estos usos políticos de la historia?
La cruzada como horizonte
Para responder a esta pregunta, hay que sumergirse primero en las publicaciones de una cuenta de x (antes Twitter) llamada @trad_west_, una cuenta en inglés seguida por casi 300.000 personas. Varias veces al día, esta cuenta publica una imagen, generalmente acompañada de un mensaje religioso muy sencillo: «Christ is king» (Cristo es rey) o «In the end we win» (al final venceremos). Este último comentario va acompañado casi siempre de una imagen que hace referencia a las Cruzadas: puede tratarse de ilustraciones del siglo xix, como grabados o cuadros, capturas de pantalla de la película Kingdom of Heaven, dirigida en 2005 por Ridley Scott, o imágenes generadas por inteligencia artificial. En la mayoría de los casos, se ve a uno o varios caballeros vestidos con armaduras pesadas y empuñando espadas, arma medieval por excelencia2, así como una o varias cruces.
Esta fascinación por las Cruzadas no excluye una atracción igualmente fantasiosa por otras épocas: en la tienda de @trad_west_, las camisetas decoradas con una cruz de Jerusalén o con leyendas como «Templar division» [División templaria], «Son of God» [hijo de Dios] o «Son of Sparta» [hijo de Esparta]3 conviven con otras marcadas con una lambda o la sigla «spqr»4. El hecho de convocar juntos estos periodos tan distantes en el tiempo –¡hay casi el doble de tiempo entre Esparta y los templarios que entre estos últimos y nosotros!– y tan diferentes puede parecer paradójico, pero es que aquí las Cruzadas, Esparta o la Antigua Roma se consideran parte de una civilización occidental eterna, cuya esencia trascendería los siglos y que debe ser defendida. Porque, en todos los casos, detrás de estos usos de la historia se encuentra la idea de una amenaza: recordar que «In the end we win» equivale tanto a describir la existencia de una lucha (actual) como a profetizar una victoria (final) que, en la actualidad, parece lejos de estar garantizada. Estos relatos invocan así, de forma más o menos explícita, la idea de una civilización occidental amenazada por un «gran reemplazo» a manos de poblaciones extranjeras o por la hegemonía de los valores wokistas5. Este panorama actualiza en realidad el viejo esquema reaccionario del «declive de una civilización»6 y permite presentar la cruzada como una solución y, al mismo tiempo, como una necesidad: solo una cruzada permitirá salvar a Europa, Occidente y la cristiandad. El 9 de agosto de 2024, mientras grupos de extrema derecha llevaban a cabo ataques selectivos en varias ciudades inglesas, otra cuenta de x con el significativo nombre de European Invasion [Invasión Europea] publicaba una imagen de Londres llena de basura, animales y personas con velos musulmanes, que supuestamente representaba «el Reino Unido dentro de diez años», seguida de otra imagen que mostraba la misma ciudad «purificada» por caballeros cruzados a caballo. El texto que acompañaba la segunda imagen decía: «No le tememos a la opresión. Al final, venceremos».
Al igual que en @trad_west_, la retórica se articula en torno de un «nosotros» indefinido, pero al que se supone que el lector debe adherir de inmediato: aunque la segunda imagen es bastante inquietante por sí misma, debido a la presencia de estos caballeros armados, vestidos de rojo y negro, es evidente que ellos no encarnan aquí la opresión, sino todo lo contrario, la liberación, y están del lado del lector, del lado de ese «nosotros» opuesto a un «ellos», en este caso, los musulmanes. El recurso a la iconografía de las Cruzadas inscribe los disturbios en una perspectiva cíclica: del mismo modo que las oleadas migratorias contemporáneas representan supuestamente una nueva «invasión árabe», habrá una «nueva cruzada» para llevar al fin la victoria a una cristiandad occidental que, por el momento, se encuentra a la defensiva. Como analiza con acierto el politólogo Stéphane François, estos usos contribuyen a convertir a los militantes que los crean o los difunden en «nuevos caballeros, [que] ya no luchan contra el dragón, sino contra un peligro mucho mayor, según ellos: el caos racial que se avecina»7.
Por otra parte, estos usos no se limitan al mundo anglófono: en mayo de 2015, una cuenta de Facebook llamada Liga de Defensa Española publicó una imagen de un cruzado rezando con el texto «Yo no soy racista, soy anti-islam». En las redes sociales francófonas, cientos de cuentas cercanas a lo que a menudo se denomina «fachosfera» utilizan imágenes de cruzados y/o templarios como foto de perfil. Estas cuentas suelen repostear memes anglófonos, especialmente cuando incluyen la frase «In the end we win» (al final venceremos), muy utilizada junto con iconografía de inspiración medieval que evoca las Cruzadas. Citemos, por ejemplo, la cuenta @Templarpilled, que, al igual que @trad_west_, utiliza constantemente esta frase, alternando imágenes generadas por inteligencia artificial de cruzados –a veces en el espacio–, mensajes que invitan a convertirse al cristianismo y comentarios misóginos, homófobos o que incitan a la violencia en general (como el frecuente «Tolerance is not a christian virtue» [la tolerancia no es una virtud cristiana], a menudo ilustrados con un San Jorge matando al dragón o, de nuevo, con imágenes de cruzados).
Sin embargo, la referencia digital a las Cruzadas no es solo un fenómeno folclórico: a menudo permite llamar, de forma más o menos clara, a pasar a la acción «en el mundo real». Así lo demuestran las historiadoras Katharine Millar y Julia Costa López en un artículo dedicado a la forma en que los militantes de la extrema derecha estadounidense utilizan la imagen de los templarios para promover una «hiperagencia» violenta y racista: el discurso complotista sobre la inseguridad (el cristianismo/Occidente estarían hoy amenazados) alimenta, fomenta y hace necesario pasar a la acción, a ser posible por las armas8.
Se pueden extraer exactamente las mismas conclusiones al estudiar estos usos de la historia medieval en las redes sociales francófonas, y analizaremos dos ejemplos de x. En julio de 2024, al repostear una imagen tomada de la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos, la famosa Última Cena reinventada que dio tanto que hablar, una cuenta comenta: «Ok, eso ha sido demasiado blasfemo, prepárense bien, hermanos», mensaje ilustrado con dos templarios (de la serie Knightfall) desenvainando sus espadas. Tres semanas más tarde, cuando un académico señala que la derecha cristiana radical le parece más peligrosa, especialmente en perspectiva de atentados masivos, que el islam político, alguien le responde «Sí, sí, eso es, vete fuera, Mouloud», ilustrado con un gif que muestra... a un hombre vestido de cruzado armando una escopeta9. En ambos casos, recurrir a imágenes de las Cruzadas cumple varias funciones: contribuye a explicitar la incitación a la violencia –a la vez que la eufemiza lo suficiente como para evitar cualquier riesgo de que se suspenda la cuenta–, a unir a una comunidad que comparte estas referencias y, por lo tanto, lo verá como un signo de complicidad, y por último, a legitimar y valorar esta violencia presentándola como santa y necesaria.Para no conformarnos con ver en estos mensajes radicales un simple contenido anecdótico, hay que recordar que estos usos trascienden regularmente las redes sociales: en 2019, Brenton Tarrant mató a 51 personas en un atentado en Nueva Zelanda, empuñando un arma en la que había escrito «Urbano ii» (el papa que lanzó la primera cruzada en 1095) o «Lepanto» (importante victoria naval de una coalición de países europeos contra el Imperio otomano en 1571), y definiéndose, en la línea del terrorista noruego Anders Breivik, como un templario en cruzada para salvar Occidente10.
Historizar las instrumentalizaciones del mito de las Cruzadas
Estos usos se arraigan, por supuesto, en una larga historia del mito de las Cruzadas, pero también participan de una profunda reconfiguración de este mito. De hecho, aquí se expresa la fantasía de una cruzada concebida como una venganza contra las humillaciones, las derrotas y las agresiones procedentes más del interior que del exterior. La imagen de los cruzados recorriendo una plaza inglesa es reveladora en este sentido: se trata menos de recuperar la Tierra Santa que de purificar Occidente. Los nuevos cruzados ya no deben ir a luchar a las fronteras de la cristiandad, como en los siglos xiv y xv, sino llevar la lucha más cerca de casa, tanto en sus calles como en sus corazones, contra invasores que se muestran como ya presentes, entre nosotros, amenazando «nuestro» modo de vida, «nuestros» valores y, en definitiva, «nuestra» identidad. Se podría sugerir que aquí se está produciendo, de forma en gran medida inconsciente, una fusión entre dos imaginarios distintos de la cruzada: por un lado, la cruzada contra los herejes, orientada, por tanto, hacia el interior de la cristiandad contra grupos considerados disidentes por las autoridades eclesiásticas, y por otro lado, la cruzada en territorios extranjeros, en especial en Tierra Santa o en la península ibérica. Esta nueva cruzada se concibe casi exclusivamente contra los musulmanes, que se convierten, en una lectura muy marcada por el esquema huntingtoniano del choque de civilizaciones, en el peligro definitivo. La extrema plasticidad del mito de la cruzada se pone así al servicio de una resemantización permanente que convierte al enemigo del momento –real o imaginario– en el objetivo designado de una nueva cruzada. Por último, la cruzada se representa invariablemente como una victoria. Esta instrumentalización responde, por tanto, a un doble objetivo, tanto político (basado en la historia) como histórico (basado en la política). En términos políticos, se trata, por un lado, de convertir la cruzada en un modelo y, por tanto, de invitar a futuras «cruzadas» en Occidente. En un video dedicado a la Reconquista –un periodo que ocupa un lugar central en el imaginario de la extrema derecha desde hace varias décadas–11, Thaïs d’Escufon, antigua portavoz del grupo Generación Identitaria e influencer de extrema derecha, llama abiertamente a una «contraofensiva» contra los invasores/ocupantes que se supone que son los musulmanes que viven hoy en Occidente. Por otra parte, desde un punto de vista histórico, el objetivo es presentar las Cruzadas medievales como una empresa heroica, positiva y, en última instancia, legítima. Algunas cuentas lo dicen explícitamente, como Templarpilled, ya analizada anteriormente: «Las Cruzadas estaban completamente justificadas».
Una vez más, se trata de un elemento lingüístico que trasciende estos relatos y estas redes muy marcadas políticamente: lo encontramos de manera significativa en boca de un youtuber católico que dedica un video a las Cruzadas, en el que señala de pasada que «los historiadores consideran que las Cruzadas estaban plenamente justificadas»12. Se trata, por supuesto, de una mera maniobra, ya que los historiadores no clasifican los fenómenos como «justificados» o «injustificados»: el objetivo aquí es únicamente poder utilizar la palabra «justificado», que ancla el discurso en un universo de usos de la cruzada. Los artífices de estas visiones responderían que la cruzada medieval está «justificada», ya que se trataba de salvar a un Occidente cristiano amenazado por un islam agresivo. Sin reabrir el debate historiográfico sobre las causas de la primera cruzada, hay que recordar que los medievalistas coinciden hoy en que esta lectura defensiva es falsa: en 1095, por el contrario, fue Occidente el que aprovechó su dinamismo demográfico y económico para pasar a la ofensiva en casi todas partes. Los influencers de extrema derecha que se apropian hoy de este fenómeno lo hacen, por tanto, a costa –como es habitual en todos los usos políticos de la historia– de un proceso de selección que los lleva a retener de las Cruzadas y su memoria multisecular solo aquello que les conviene y se ajusta a su agenda, al mensaje que desean difundir e imponer. Así, se olvidan las Cruzadas «políticas», utilizadas por el papado contra los aristócratas romanos que desafiaban su autoridad; se olvida la complejidad geopolítica de los Estados latinos de Oriente, que veían constantemente a latinos aliarse con musulmanes, a veces incluso para luchar contra otros latinos; se olvida, por último, que los templarios, lejos de ser guardianes fanáticos de la fe que solo pensaban en luchar contra los infieles, son descritos por el príncipe sirio Usama ibn Munqidh, que vivió en el siglo xii, como «buenos amigos».
Por lo demás, no hay nada «evidente» en pensar en las Cruzadas a través de este prisma, y la larga historia del mito de las Cruzadas y sus usos permite subrayar, por el contrario, cuánto han evolucionado estos a lo largo del tiempo. Recordar la gran diversidad de estos usos del mito de las Cruzadas es esencial para «desnaturalizar» la lectura que hoy en día proponen las extremas derechas. En el siglo xv, el recuerdo de las Cruzadas subyace a vastos y poco realistas «proyectos de cruzadas» y otras «ligas santas» que sirven sobre todo al papado para intentar, como puede, construir una unión de la cristiandad occidental. En el siglo xix, como ha analizado William Blanc en varios artículos, las Cruzadas regresan para legitimar la colonización del Magreb y Oriente Medio13. Y también se pueden encontrar usos más originales. Pensemos, por ejemplo, en Theaurau John Tany, un predicador inglés muerto en 1659 durante un viaje para recuperar Jerusalén, lo que él inscribe en una lectura mística, escatológica y revolucionaria: el regreso a Jerusalén de los «verdaderos judíos», es decir, los cristianos que aplican al pie de la letra los preceptos de Cristo y, en particular, practican una forma de caridad radical que pasa por el reparto de la riqueza, debe ir acompañado del advenimiento de una sociedad nueva e ideal. La cruzada estaba aquí orientada hacia el exterior y hacia el futuro, en las antípodas, por tanto, de esa cruzada interior y reaccionaria que florece hoy en día en las redes sociales…
Cruzadas y masculinidades
Curiosamente, detrás de este uso violentamente islamófobo de las Cruzadas se esconde ahora otro objetivo, anclado a su vez en otro imaginario. Contrariamente a lo que se podría pensar, la dimensión religiosa rara vez ocupa un lugar destacado: con la excepción, por ejemplo, de @trad_west_, que insta explícitamente a convertirse al catolicismo14, martilleando constantemente con un «Christ is king» que se ha convertido en el sello distintivo de la cuenta, mientras que la mayoría de las demás cuentas apenas destacan esta idea. En realidad, el mito de las Cruzadas se pone aquí al servicio de un discurso sobre la masculinidad, que opone, sobre todo mediante memes, una masculinidad contemporánea en decadencia debido al feminismo, la homosexualidad o el consumo excesivo de pornografía a una masculinidad ideal, tanto en el plano físico como en el moral, a la que habría que volver. También en este caso, este imaginario medieval ha sido bien estudiado por los medievalistas: Amy Kaufman ha hablado de «medievalismo musculoso» para designar esta visión fantasiosa de una Edad Media patriarcal y misógina, en la que la identidad masculina se habría construido exclusivamente en torno de la violencia física15. Tison Pugh, por su parte, ha vuelto sobre los vínculos entre la figura del caballero cortés y la masculinidad fantaseada, en particular en la literatura del siglo xix del sur de Estados Unidos, un vínculo que se cristaliza especialmente en la acción violenta y racista del Ku Klux Klan16.
En nuestras redes sociales, el caballero cruzado templario, tres figuras que se confunden ampliamente, se convierte en la encarnación del «hombre» perfecto, el emblema de una virilidad amenazada por la civilización perniciosa y por la que todo varón sentiría nostalgia. Es ideal, sobre todo porque, a diferencia del hombre moderno, necesariamente aislado y, por tanto, solitario –un tema caro a los círculos masculinistas, y en particular a los incels (célibes involuntarios)17–, el caballero cruzado forma parte de un grupo: la tienda @trad_west_ ofrece un formulario que, si es aceptado, permite unirse a «The TradWest Brotherhood», «un lugar al que tú perteneces», «una red de hombres que están construyendo algo nuevo». Más que un luchador por la fe, el cruzado se convierte así en la imagen del hombre realizado, que ha encontrado su lugar en un mundo que contribuye a moldear con la fuerza de sus brazos, junto a hermanos de armas que comparten sus valores y sus objetivos. En junio de 2024, vemos a @trad_west_ compartir una imagen de la toma de Jerusalén de 1099 para ilustrar el eslogan «¿Es la cruzada la solución a la soledad masculina?». Lo mismo ocurre con Templarpilled, que publica, por ejemplo, una imagen titulada «Men have three ways out of depression» [Los hombres tienen tres formas de salir de la depresión], dividida en tres viñetas: en una, un joven aparece del brazo de una bella muchacha, evidentemente blanca y rubia; en otra, un hombre llorando besa a Cristo; en la última, un cruzado/templario blande una espada en llamas. Unos días antes, era un caballero que declaraba «Tú estás en sus mensajes privados, yo estoy en una cruzada para defender la cristiandad: no somos iguales», una forma de burlarse del hombre contemporáneo que dedica demasiado tiempo a preocuparse por su (decepcionante) vida amorosa; aquí se reconoce una retórica característica del movimiento incel, que menosprecia todas las interacciones con las mujeres para fantasear mejor, por el contrario, con una fraternidad puramente masculina y misógina, y no es de extrañar que estos incels se hayan apropiado recientemente de la iconografía templaria18.
Aquí se produce un cambio tan significativo como fascinante: la «nueva cruzada» a la que se aspira ya no es en absoluto un medio para conquistar Tierra Santa, apenas es una forma de defender la civilización cristiana, pero se convierte ante todo en una solución para sentirse mejor, para «salir de la depresión», de la «soledad masculina». Así, un meme compartido regularmente en Reddit muestra, por un lado, una puerta con la etiqueta «terapia» sin nadie delante, y por otro, una puerta con la palabra «cruzada», ante la que se agolpan decenas de hombres para entrar. La cruzada se reapropia aquí al servicio de un discurso de «superación personal», evidentemente antagónico a las prácticas y mentalidades de los cruzados medievales, pero que permite vender cursos de puesta en forma, manuales de dietética, ropa, etc. Las motivaciones puramente económicas de estas cuentas e influencers se ocultan, sin mucha sutileza, tras la retórica masculinista, y la cruzada se convierte casi en un argumento publicitario: al comprar tal producto, te (re)convertirás en un hombre de verdad, sin neurosis ni debilidades, a imagen y semejanza de los cruzados de antaño.
Conclusión
Si bien estas imágenes y afirmaciones no tienen, en general, ninguna relevancia histórica, lo cierto es que resultan muy movilizadoras, lo que explica su popularidad y la plasticidad de sus usos. Por supuesto, es tentador ver en ellas solo «delirios» confinados a las redes sociales, pero hay que situarlas en una continuidad de instrumentalizaciones históricas que van desde los militantes hasta los responsables políticos19. Así, no es baladí que Pete Hegseth, un ex-militar elegido en noviembre de 2024 por Donald Trump como secretario de Defensa de Estados Unidos, luzca con orgullo tatuajes de una cruz de Jerusalén en el pecho y un «Deus vult» en el brazo: estos símbolos circulan así por varios medios de comunicación, y cada uno de sus usos al mismo tiempo refuerza la coherencia de sus significados y facilita la reapropiación de este imaginario por parte de estos movimientos extremos. Por otra parte, conviene recordar que los memes publicados en las redes sociales, por muy descabellados que puedan parecer –un cruzado en Marte–, pueden radicalizar de forma efectiva y concreta a los lectores y lectoras. La historiadora Tallulah Trezevant muestra así cómo el algoritmo de X pasa imperceptiblemente de cuentas que hablan de historia antigua a cuentas de extrema derecha que utilizan la historia antigua para apoyar discursos civilizacionistas y racistas20: el gusto por la Antigüedad puede llevar así a un usuario a lo que los expertos han denominado un alt-right pipeline, es decir, un «conducto» que radicaliza poco a poco utilizando el efecto burbuja característico de las redes sociales. Se podría hacer la misma observación sobre la historia medieval en general y los símbolos relacionados con las Cruzadas en particular, como hemos intentado mostrar aquí al estudiar esta reutilización específica de las Cruzadas y su imaginario.
En resumen, se puede decir que estos influencers comparten tres elementos. En primer lugar, comparten estrategias, en especial la del bombardeo: publicar varias veces a la semana, incluso a diario o cada hora, los mismos mensajes, el mismo tipo de imágenes, aunque sea mediante un bot automatizado, con el fin de inundar los hilos de X; también cabe destacar el uso generalizado de imágenes generadas por inteligencia artificial para obtener caballeros heroicos blandiendo espadas en llamas o cruces luminosas, en una significativa fusión entre la Edad Media y la fantasía medievalista. En segundo lugar, comparten un imaginario histórico: cabe destacar aquí la interesante articulación entre las Cruzadas y la masculinidad reinventada, que permite mantener un discurso a la vez decadentista –los hombres eran «mejores» antes– y optimista –«basta» con comprometerse en esta cruzada virtual, si es posible haciendo clic en tal enlace y comprando tal producto, para volver inmediatamente a ser ese modelo de masculinidad–. Por último, y lo que es más importante, estos actores también comparten objetivos, que se articulan en tres fases: en primer lugar, se trata de rehabilitar la imagen de las Cruzadas medievales presentándolas como empresas legítimas («justificadas») e incluso necesarias para defender un mundo occidental amenazado por un islam expansionista. Esta forma de concebir las Cruzadas medievales permite, en una segunda fase, llamar de forma más o menos eufemística a la organización de nuevas cruzadas en suelo europeo, lo que permite e incluso exige, en última instancia, llamar a la violencia o legitimar el uso de la violencia en el mundo real, ya sea haciendo pintadas en una mezquita, insultando a un académico o tomando las armas para cometer un atentado.
Nota: la versión original de este artículo, en francés, se publicó en La Vie des Idées, 29/4/2025, con el título «La croisade réinventée. Un fantasme des masculinistes et islamophobes du web». Está disponible aquí. Traducción: Pablo Stefanoni.
-
1.
V., por ejemplo, Sal Hagen: «‘Deus Vult!’: Tracing the Many (Mis)uses of a Meme» en Oilab, 25/3/2018 y Charlotte Gauthier (ed.): The Crusades and the Far-Right in the Twenty-First Century, Routledge, Londres-Nueva York, 2024.
-
2.
Martin Aurell: Excalibur, Durendal, Joyeuse. La force de l’ épée, PUF, París, 2021.
-
3.
Sobre el mito de Esparta, v. Vivien Barrière y Jean Hedin: «Mélancolie spartiate. 300 ou la réactivation du mythe de Léonidas pour mobiliser la société contre le déclin de l’Occident» en Frontière·s No 9, 2023 y Stéphane François y Adrien Nonjon: «Nous sommes ce que vous fûtes, nous serons ce que vous êtes» en Frontière·s No 9, 2023.
-
4.
Acrónimo de la frase latina Senātvs Popvlvsqve Rōmānvs, «el Senado y el pueblo romano» [N. del E.].
-
5.
Ambos conceptos ocupan un lugar en el corazón de la retórica de la extrema derecha y fueron abundantemente criticados como factualmente falsos. Sobre el primero, v. Nicolas Lebourg: «Attentat islamophobe de Christchurch: retour historique sur le grand remplacement» en Mediapart, 12/3/2019; para el segundo, v. Alex Mahoudeau: La panique woke: anatomie d’une offensive réactionnaire, Textuel, París, 2022.
-
6.
Pierre Dockès, Marion Gaspard y Rebeca Gomez Betancourt: «Déclin et stagnation, entre histoire cyclique et histoire fléchée» en Histoire Économique vol. 66 No 5, 9/2015.
-
7.
S. François: «Le Moyen Âge idéalisé de l’extrême droite européenne» en Parlement[s]. Revue d’Histoire Politique vol. 32 No 2, 2020.
-
8.
K.M. Millar y J. Costa Lopez: «Conspiratorial Medievalism: History and Hyperagency in the Far-Right Knights Templar Security Imaginary» en Politics vol. 44 No 4, 2021.
-
9.
V. <x.com/JoStavoDebauge/status/1824761785540284433>.
-
10.
Francesca Petrizzo: «‘Bad Crusader’: Bohemond, the Scholars, and the Christchurch Shooter» en C. Gauthier (ed.): ob. cit.
-
11.
S.J. Pearce: «The Myth of the Myth of the Andalusian Paradise: The Extreme Right and the American Revision of the History and Historiography of Medieval Spain» en Louie Dean Valencia-García (dir.): Far-Right Revisionism and the End of History, Routledge, Londres-Nueva York, 2020.
-
12.
Le catho de service [Católico de servicio]: «La vérité des Croisades, et leur lien avec Al-Qaïda (vraiment)» en YouTube, 29/7/2024. Sobre este youtuber propagandista, v. Loris Guémart: «Sur YouTube, ‘Le catho de service’ passe (mal) des tutos à l’histoire» en Arrêt sur Images, 15/8/2024.
-
13.
V., por ejemplo, W. Blanc: «La conquête de l’Algérie, une ‘nouvelle croisade’» en Retronews, 14/3/2022.
-
14.
O al menos a una versión muy cristocéntrica del cristianismo sin Iglesia ni clero, que a veces roza la herejía: en una publicación en x, se pueden ver las primeras líneas de la entrada «cristianismo» de Wikipedia tachadas para que solo se lea «el cristianismo se basa en (...) Jesús es el Cristo, el Mesías». Sin embargo, no basta con creer en la divinidad de Jesús para definirse como cristiano, como recuerda, por supuesto, el Credo del Concilio de Nicea.
-
15.
A.S. Kaufman: «Muscular Medievalism» en The Year’s Work in Medievalism vol. 31, 2016.
-
16.
T. Pugh: Queer Chivalry: Medievalism and the Myth of White Masculinity in Southern Literature, Louisiana State University, Baton Rouge, 2014.
-
17.
Louis Neymon: «La tentation réactionnaire des incels» en La Vie des Idées, 9/7/2024.
-
18.
Agradezco a Antonin Bir, Rose Deguingand y Phileas Gastebois, estudiantes de la Universidad de Nantes, por compartir conmigo su inspirador trabajo sobre este tema.
-
19.
V., por ejemplo, Alya Aglan et al.: Zemmour contre l’histoire, Gallimard, París, 2022, en particular el capítulo «1099, la croisade n’est pas une victoire française».
-
20.
T. Trezevant: «The Antiquity to Alt-Right Pipeline» en Working Classicists, 6/2024.