México parece haber quedado atrapado en sus múltiples transiciones y no tiene ni identidad ni rumbo claro que le permitan establecer relaciones con el exterior que redunden en beneficios para su población. A pesar de los esfuerzos por hacer del país uno de los tres miembros de América del Norte, ni sus ciudadanos ni los observadores externos pondrían a México en esa región, o al menos no a bote pronto, ni siquiera porque más del 80% del comercio del país se lleva a cabo con esa región o porque unos veinte millones de mexicanos residen al norte del río Bravo.