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NUSO Nº 203 / Mayo - Junio 2006

Las diferentes etapas de la relación sino-latinoamericanas

El artículo analiza las diferentes etapas de las relaciones sino-latinoamericanas desde la fundación de la República Popular China. En los 50 y 60, China implementó una estrategia de diplomacia «entre pueblos», que incluyó un fuerte apoyo a los movimientos nacional democráticos de la región. En los 80 y 90, en cambio, realizó un reajuste, buscando desarrollar lazos políticos y comerciales más allá de las diferencias ideológicas y priorizando el diálogo con los mayores países latinoamericanos: Brasil, México y Argentina. Al ingresar en el siglo XXI, en una nueva etapa, China despliega una diplomacia omnidireccional y multifacética: los intercambios comerciales crecen aceleradamente y los lazos políticos se han consolidado.

Las diferentes etapas de la relación sino-latinoamericanas

Las relaciones sino-latinoamericanas se han desarrollado con intensidad. Entre 2004 y 2005, los tres principales dirigentes chinos –el presidente, Hu Jintao, el vicepresidente, Zeng Qinghong, y el presidente del Comité Nacional de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino, Jia Qinglin– han visitado más de diez países latinoamericanos, hecho sin precedentes en la historia de los vínculos comunes. Al mismo tiempo, dirigentes de varios países de América Latina perseveran en cimentar tales contactos visitando a su vez China, y se han firmado decenas de acuerdos económicos, comerciales, científico-técnicos, culturales y educativos. El presente trabajo ensaya una retrospectiva de la evolución de la política china hacia esta región, analiza el desarrollo acelerado de las relaciones en el siglo XXI y, finalmente, traza una perspectiva del futuro de los vínculos.

1949-2000: la democracia popular y los intercambios comerciales

Luego de la fundación, en 1949, de la República Popular China, los principales países latinoamericanos mantuvieron los lazos diplomáticos establecidos con las autoridades de Taiwán. De acuerdo con las circunstancias de aquel momento, China aplicó una política consistente en «desplegar una diplomacia popular, esforzándose por establecer lazos amistosos, desarrollar intercambios culturales y económicos, para encaminarse poco a poco hacia el establecimiento de relaciones diplomáticas». Así lo manifestó el presidente Mao Zedong: «Si los países de América Latina quieren establecer relaciones diplomáticas con nosotros, los acogeremos con gusto. Si no, podemos hacer negocios con ellos; si no quieren hacer negocios con nosotros, podemos hacer otros intercambios». Por su parte, el entonces primer ministro, Zhou Enlai, señaló que los vínculos con América Latina debían desarrollarse «poco a poco y a paso seguro; hay que tener confianza en la conciencia de los pueblos latinoamericanos».

De acuerdo con esta política, China promovió una activa diplomacia «entre pueblos». Entre 1950 y 1959, visitaron el país unas 1.200 personalidades provenientes de 19 naciones de América Latina, y China envió a la región 16 grupos de artistas, delegaciones sindicales y comerciales. Estas visitas ampliaron la influencia de la nueva China, contribuyeron a la comprensión mutua y jugaron un papel de puente para promover relaciones amistosas. Aunque en esta etapa comenzó el intercambio comercial y económico –no oficial o semioficial con América Latina–, el valor acumulado durante la década apenas alcanzó los 30 millones de dólares.

El 1 de enero de 1959, el triunfo de la Revolución Cubana abrió una brecha en el «patio trasero» de Estados Unidos y ofreció a China una oportunidad: el 28 de septiembre de 1960, China y Cuba difundieron un comunicado conjunto donde anunciaban el establecimiento de relaciones diplomáticas. Cuba se convirtió así en el primer país latinoamericano en dar ese paso, iniciando una nueva página en el desarrollo de los vínculos con la región.

Durante la primera mitad de la década del 60, las relaciones entre China y América Latina experimentaron un desarrollo relativamente rápido. El volumen del comercio bilateral pasó de 31,28 millones de dólares en 1960 a 343,12 millones de dólares en 1965. El volumen acumulado entre 1960 y 1965 ascendió a 1.300 millones de dólares. Sin embargo, en la segunda mitad de la década, los intercambios se vieron gravemente afectados por los bruscos cambios en la situación política de América Latina (con golpes militares en varios países latinoamericanos), la polémica entre China y la Unión Soviética y el estallido de la Revolución Cultural. Como consecuencia, el volumen del comercio descendió de 343,12 millones de dólares en 1965 a 130 millones de dólares en 1969. Las relaciones con Cuba también resultaron seriamente deterioradas.

Durante la década de 1960, la política de China hacia la región se caracterizó por el apoyo decidido al movimiento nacional democrático y la lucha antiimperialista. En ese sentido, China no solo manifestó su solidaridad con Cuba en relación con el bloqueo de EEUU: el presidente Mao Zedong emitió sendas declaraciones en apoyo a la lucha del pueblo panameño por la recuperación de su soberanía sobre el Canal (12 de enero de 1964) y para respaldar al pueblo dominicano contra la intervención armada de EEUU (12 de mayo de 1964).

En la década de 1970 se abrió una etapa de desarrollo acelerado de las relaciones. En esos años, 11 países latinoamericanos establecieron vínculos diplomáticos con China: Chile, Perú, México, Argentina, Guyana, Jamaica, Trinidad y Tobago, Venezuela, Brasil, Surinam y Barbados. Este proceso se vio favorecido por el apoyo de China a los gobiernos nacionalistas latinoamericanos, la restitución del legítimo lugar de China en la Organización de las Naciones Unidas en 1971 y la visita del presidente Richard Nixon a Beijing en 1972. Durante este periodo, China apoyó enérgicamente las luchas de los gobiernos latinoamericanos por sus derechos marítimos, la defensa de los precios de sus productos primarios, el establecimiento de una zona libre de la amenaza nuclear y un nuevo orden económico internacional. En 1974, finalmente, Mao Zedong planteó su «teoría de los tres mundos».

En la década de 1970, las relaciones comerciales y económicas ingresaron en un periodo de fuerte desarrollo. El volumen del comercio aumentó de 145,82 millones de dólares en 1970 a 1.261,18 millones de dólares en 1979. En esta etapa, el gobierno chino firmó acuerdos comerciales y económicos con más de 10 países latinoamericanos y se intercambiaron visitas de más de 50 delegaciones comerciales oficiales.

Los 80 y 90: reajuste de la relación

A fines de los 70, China comenzó a aplicar una política de reforma y apertura, y en los 80 y 90 reajustó paulatinamente su política exterior en general, y su política hacia América Latina en particular, sobre la base de algunos ejes. El primero consiste en desarrollar las relaciones de amistad y cooperación por encima de las diferencias ideológicas. A mediados de los 80, de acuerdo con su estrategia hacia el Tercer Mundo, China puso énfasis en las coincidencias en torno de dos problemas vitales –la paz y el desarrollo– y, por lo tanto, aceptó la posibilidad de realizar intercambios amistosos y de cooperación más allá de las diferencias ideológicas.

Otro aspecto importante consistió en priorizar las relaciones con los mayores países latinoamericanos –como Brasil, México, Argentina y Venezuela– considerados, en general, políticamente más moderados y económicamente más desarrollados, en lugar de profundizar vínculos con aquellas naciones con marcadas tendencias nacionalistas. También se puso de relieve la necesidad de dar mayor importancia al desarrollo de las relaciones económicas y comerciales, sin dejar de apoyar la justa lucha de los países de la región por salvaguardar la independencia nacional y la soberanía. Al mismo tiempo, se fortalecieron los lazos entre el Partido Comunista Chino y diversas fuerzas políticas latinoamericanas –no solo de izquierda– y se tomó en cuenta la voluntad de la mayoría de los países de la región de expresar su posición internacional en los problemas importantes, como la deuda externa y la crisis centroamericana.

Gracias a estos reajustes, y también debido al cambio de la política de los gobiernos latinoamericanos hacia China, durante los 80 y 90 las relaciones experimentaron un creciente desarrollo, lo que se manifestó en los siguientes aspectos: – Ocho países latinoamericanos establecieron relaciones diplomáticas con China (Ecuador, Colombia, Antigua y Barbuda, Bolivia, Uruguay, Bahamas, Santa Lucía y Saint Kitts y Nevis), por lo que, a fines de los 90, ya eran 19 los países de la región que mantenían relaciones diplomáticas con Beijing.– Aumentaron las visitas mutuas de alto rango y los contactos políticos: en mayo de 1990, el entonces presidente chino, Yang Shangkun, visitó México, Brasil, Uruguay, Argentina y Chile, en la primera visita de un presidente chino a la región. El presidente Jiang Zeming visitó Cuba y Brasil en noviembre de 1993 y México en noviembre de 1997.– Aumentaron los contactos entre el Partido Comunista Chino y varias fuerzas políticas latinoamericanas.– El comercio y la cooperación económica crecieron de manera sostenida. El volumen del comercio bilateral pasó de 1.363 millones de dólares en 1980, a 2.294 millones de dólares en 1990, y a 8.278 millones de dólares en 1999. A partir de los 80 se realizaron inversiones recíprocas y comenzaron a establecerse empresas mixtas. A finales de los 90, más de 200 empresas mixtas o de capital chino operaban en América Latina.

Los comienzos del siglo XXI: una diplomacia omnidireccional

Al ingresar en el nuevo siglo, las relaciones atraviesan una nueva etapa. En la actualidad, China despliega una diplomacia omnidireccional y multifacética hacia América Latina. Los vínculos políticos bilaterales se desarrollan en forma integral, sana y sostenida, en un periodo que se caracteriza, entre otras cosas, por el incremento de las visitas de altos dirigentes. En abril de 2001, el entonces presidente, Jiang Zemin, viajó a Chile, Argentina, Uruguay, Cuba, Venezuela y Brasil. En diciembre de 2003, el primer ministro chino, Wen Jiabao, visitó México; por su parte, el presidente chino, Hu Jintao, estuvo dos veces en América Latina, en 2004 y 2005. El vicepresidente chino, Zeng Qinghong, y el presidente de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino, Jia Qinglin, también han visitado numerosos países latinoamericanos. A su vez, mandatarios de casi todos los países de la región han visitado China: Fernando de la Rúa (Argentina); Vicente Fox Quesada (México); Ricardo Lagos (Chile); Gustavo Novoa (Ecuador); Jorge Batlle (Uruguay); Fidel Castro (Cuba); Lucio Gutiérrez (Ecuador); Bharrat Jagdeo (Guyana); Runaldo Ronald Venetiaan (Surinam); Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil); Néstor Kirchner (Argentina); Baldwin Spencer (primer ministro de Antigua y Barbuda); Hugo Chávez (Venezuela); Keith Mitchell (primer ministro de Granada); Álvaro Uribe (Colombia); Alejandro Toledo (Perú); Percival James Patterson (primer ministro de Jamaica); Samuel Hinds (primer ministro de Guyana); Roosevelt Skerrit (primer ministro de Dominica) y Evo Morales (antes de asumir como presidente de Bolivia), entre otros.

La nueva dirección del gobierno y del Partido Comunista Chino, encabezada por Hu Jintao, otorga una importancia estretégica al desarrollo de las relaciones con América Latina. El 12 de noviembre de 2004, Hu Jintao manifestó su voluntad de crear «una nueva perspectiva de amistad entre China y América Latina y el Caribe», para lo cual planteó tres objetivos:

En el plano político, nos apoyamos para ser amigos dignos de confianza (…) en el plano económico, fomentamos la complementación recíproca con nuestras respectivas ventajas, a partir de ser socios de cooperación en beneficio mutuo y sobre la base de un nuevo punto de partida (…) en lo cultural, estrechamos los intercambios para ser ejemplares en el diálogo dinámico entre las diferentes civilizaciones.

Durante esta etapa, ha aumentado el número de países latinoamericanos que mantienen relaciones diplomáticas con China. El 23 de marzo de 2004, China y Dominica establecieron vínculos formales, y el 20 de enero de 2005 sucedió lo mismo con Granada. En la actualidad, de los 33 países de la región, 21 mantienen lazos diplomáticos con China.

En los últimos años, 15 países latinoamericanos –entre ellos Chile, Brasil, Argentina, Perú, Venezuela, Guyana, Barbados, Jamaica y Antigua y Barbuda– reconocieron el estatus de economía de mercado de China. Además, Cuba, Argentina, Brasil, México, Chile, Perú y Venezuela, junto con otros 10 países caribeños, se convirtieron en destinos turísticos para los chinos. Las visitas de altos dirigentes y el crecimiento acelerado de la economía china han empujado el rápido desarrollo de las relaciones económicas, y el volumen del comercio ha alcanzado niveles sin precedentes en la historia: 12.596 millones de dólares en 2000, 17.826 millones en 2002, 26.800 millones en 2003, 40.000 millones en 2004 y 50.457 millones en 2005. China es hoy el tercer socio comercial de América Latina. Además, el 18 de noviembre de 2005, China y Chile firmaron oficialmente un Tratado de Libre Comercio.

La expansión de la cooperación económica es incesante. Según las estadísticas, China ha invertido, hasta 2004, 1.763 millones de dólares en América Latina, cifra que supera los 4.000 millones si se suman las inversiones financieras. En el acto de bienvenida al vicepresidente chino, Zeng Qinhong, el secretario general de la Comunidad Andina de Naciones, Allan Wagner Tizón, afirmó que, en 2004, China aportó 35,5% de la nueva inversión extranjera directa en la región. En este contexto, muchos países latinoamericanos perciben el crecimiento acelerado de la economía china como una oportunidad, y muestran cada vez mayor interés en aumentar sus nexos comerciales. Un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) destacó el papel de China como impulsor del crecimiento para la región. Durante los últimos años, también se desarrolló la cooperación científico-técnica: China ha firmado acuerdos de este tipo con 12 países latinoamericanos con los cuales ha establecido comisiones mixtas intergubernamentales.

En esta etapa, las relaciones con organismos e instituciones multilaterales –como el Grupo de Río, la Comunidad Andina de Naciones y el Mercosur– se multiplicaron. En 1998, el Banco del Pueblo Chino ingresó formalmente en el Banco de Desarrollo del Caribe. Además, China asiste en calidad de observadora a las reuniones anuales de la Cepal, la Asociación Latinoamericana de Integración y el Banco Interamericano de Desarrollo. El 12 de marzo de 1993, China fue aceptada como miembro observador del Parlamento Latinoamericano y el 26 de mayo de 2004, por la Organización de Estados Americanos.

Relaciones más estrechas

¿Por qué se desarrollan con rapidez las relaciones? En primer lugar, tanto China como los países de América Latina son países en desarrollo, que abogan por establecer un orden político y económico internacional más justo, y que sostienen puntos de vista comunes, o al menos similares, en los problemas internacionales relacionados con la paz y el desarrollo. Al mismo tiempo, se necesitan mutuamente: China requiere recursos naturales y productos primarios (como petróleo, minerales de hierro, cobre, níquel, soya) y América Latina necesita el enorme mercado chino para exportar su producción. A lo largo de más de 25 años, la economía china ha crecido a una tasa superior a 9% –9,9% en 2005–, lo que le permitió convertirse en la cuarta potencia económica mundial, por delante de Gran Bretaña y Francia. En los últimos años, este crecimiento ha favorecido el incremento de las exportaciones de los países latinoamericanos. Según el Fondo Monetario Internacional:

China absorbió el 7% del aumento de las exportaciones de América Latina y el Caribe en los últimos dos años (2004 y 2005). Sin embargo, esta cifra moderada oculta la importancia de China como destino de ciertas exportaciones básicas de América Latina, como el cobre y la soya, con respecto a los cuales representa una quinta parte del consumo mundial. El vigoroso crecimiento de este país ha provocado un aumento de los precios de estos productos, beneficiando a exportadores como Argentina, Brasil, Chile y Perú. Las necesidades de China en materia de recursos naturales también han impulsado los precios del petróleo, lo cual ha favorecido a exportadores netos de crudo como Colombia, Ecuador, México, Venezuela y Trinidad y Tobago, y entrañan el potencial de que China incremente sus inversiones en América Latina. Al mismo tiempo, China está generando una competencia intensa en algunos mercados exportadores, sobre todo los de textiles y prendas de vestir. Hasta ahora la región ha resistido bien el efecto de la eliminación de las cuotas del Acuerdo Multifibras (AMF) que tuvo lugar a comienzos del año [2005], aunque esto puede deberse en parte al efecto de las medidas de salvaguardia de transición que Estados Unidos impuso a las importaciones provenientes de China. A más largo plazo, se prevé que el rápido crecimiento de China incrementará la presión en el sector manufacturero de América Latina, dando un estímulo al crecimiento en los sectores agrícola, minero y de servicios. Esta situación pone de relieve la importancia que tienen los mercados de factores flexibles para facilitar la asignación de recursos a actividades muy dinámicas.

Según las cifras de la Cepal del primer semestre de 2005,

China es el segundo mercado de exportación para Chile y Perú y el tercero para Brasil. En varios productos, la región es el mayor proveedor para China: harina de pescado (81,4% del total importado), soya (60,7%), uvas (60,2%), azúcar (49,3%), cobre (39,4%), níquel (23,4%), hierro (20,6%), madera y pulpa (21,2%). De persistir la demanda china de recursos naturales, varios países de América del Sur verán fortalecidos sus términos de intercambio por un largo periodo. De aquí se infiere que China necesita afianzar los lazos con la región como parte de su estrategia de desarrollo. Su elevada tasa de crecimiento y la reconversión industrial de áreas rurales aumentan los requerimientos de infraestructura y energía que, sumados al incremento en la demanda de alimentos, son un poderoso motivo para profundizar los intercambios. Esto permite, además, diversificar las relaciones económicas de América Latina. Como afirma Manfred Wilhelmy: «las elites latinoamericanas están descubriendo gradualmente la importancia de Asia, y especialmente de China».

Finalmente, China busca establecer vínculos con aquellos países que mantienen «relaciones diplomáticas» con las autoridades de Taiwán. Para ello, necesita el apoyo y la cooperación de los países latinoamericanos, clave para avanzar en la reunificación completa de China y su modernización económica. «En el ámbito político, América Latina apoya en general la política de ‘una sola China’y, por tanto, la reunificación de China». Como afirma Sergio Cesarin: «En síntesis, simpatías ideológicas y visiones compartidas entre China y América Latina justifican la expansión de los vínculos y la intensidad por ellos alcanzada. Refuerza esta situación la imagen de China como poder cooperante en América Latina, capaz de sostener la recuperación económica regional luego de una etapa de aguda crisis económico-social».

Los problemas de la relación y la perspectiva a futuro

El rápido desarrollo de los vínculos llama la atención y produce cierta preocupación en EEUU. Roger Noriega, ex-subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, el general Bantz Craddock, jefe del Comando Sur, y varios diputados y senadores, así como numerosos especialistas, han expresado su preocupación, y ven esto como un desafío para Washington. Hay que señalar, sin embargo, que Thomas A. Shannon, actual subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, visitó China a mediados de abril de 2006 y dialogó con los funcionarios de la cancillería sobre la situación de América Latina, las relaciones con la región y la cooperación en los asuntos latinoamericanos. Los funcionarios chinos manifestaron que el desarrollo de las relaciones corresponde a la actual corriente mundial de abogar por la paz, el desarrollo y la cooperación y que no tiene ningún color ideológico ni está dirigido a perjudicar los intereses de otro país.

A pesar de todos los progresos mencionados, las relaciones entre China y América Latina todavía están lejos de realizar su plena potencialidad desde el punto de vista económico. Los esfuerzos desesperados de las autoridades de Taiwán, que mantienen lazos diplomáticos con 12 países de la región, a los que prometen ayuda, préstamos y cooperación, suman dificultades a la relación.

Más allá de los problemas, lo cierto es que existen muchas condiciones favorables, en un momento en que tanto China como los países latinoamericanos prestan cada vez más importancia al desarrollo de las relaciones bilaterales desde una altura estratégica. La recuperación de la soberanía china sobre Hong Kong y Macao y el ingreso del país a la Organización Mundial de Comercio han abierto nuevas oportunidades para aumentar el comercio y la cooperación. En efecto, luego de la adhesión de China al organismo internacional el comercio bilateral creció con rapidez.

Octavio Errázuriz, ex-embajador en China y actual director de Asia-Pacífico y Oceanía del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, explica que tanto su país como China

apoyan un orden internacional multipolar, más justo y sin hegemonismos. Asimismo, buscamos el desarrollo acelerado, sostenido y sustentable que mejore las condiciones de vida de nuestros respectivos pueblos. China, en consecuencia, aparece como un amigo confiable para enfrentar los desafíos del nuevo milenio. La política exterior de Chile así lo ha entendido y por ello otorga especial importancia a sus relaciones con la República Popular China, amigo y socio desde hace 30 años.Por su parte, Mario Artaza, director general de Política Exterior de Chile, agrega: «La tarea de hoy para todos quienes trabajamos en la relación bilateral es, entonces, proyectar esta relación en el siglo XXI, recogiendo la experiencia acumulada, revisando los proyectos ejecutados, descubriendo nuevas posibilidades, mejorando el mutuo conocimiento, acortando las distancias y ampliando el conocimiento, la cooperación y el entendimiento recíprocos».

En síntesis, se presentan amplias perspectivas para el desarrollo de las relaciones. En general, China y los países latinoamericanos forman parte del mundo en desarrollo, cuentan con un pasado milenario y una civilización antigua, y han atravesado experiencias similares de liberación nacional, lucha por la independencia estatal y desarrollo económico. Esto posibilita una fácil comprensión y los convierte en buenos amigos y vecinos a pesar de los miles y miles de kilómetros de distancia.

En este contexto, China atribuye mucha importancia al papel positivo que juegan los países de América Latina en el mantenimiento de la paz mundial y la promoción del desarrollo común, y por eso busca estrechar aún más la cooperación omnidireccional y multifacética, de manera de construir una relación amistosa de estabilidad duradera en el marco del diálogo Sur-Sur. China y los países de América Latina tienen confianza mutua en el plano político, fomentan la complementación recíproca en el plano económico y se apoyan mutuamente en los asuntos internacionales. Como lo afirmó el presidente chino Hu Jintao:

Miles de montañas e inmensos mares no impiden la amistad sincera. China y América Latina nunca se han encontrado tan cerca como hoy. Mañana, sin duda alguna, nos acercaremos más aún. Marchemos de la mano para abrir una nueva perspectiva de las relaciones de amistad y cooperación, beneficiar a los pueblos y contribuir a la sublime causa de la paz y el desarrollo mundiales.

Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 203, Mayo - Junio 2006, ISSN: 0251-3552


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