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La política de la «buena onda». El otro Mauricio y la reinvención de la derecha ecuatoriana en tiempos de Revolución Ciudadana


Nueva Sociedad 254 / Noviembre - Diciembre 2014

En febrero de 2014 la derecha ecuatoriana alcanzó su primer triunfo político de envergadura luego de siete años de gobierno de la Revolución Ciudadana. Mauricio Rodas, joven abogado de la elite local, fue elegido alcalde de Quito con una amplia mayoría. La tesis oficial acerca de los intentos de «restauración conservadora» no parece dar cuenta de que las derechas no son ya simplemente una reiteración plana del neoliberalismo de los años 90. En este aggiornamento tiene un destacado papel el estratega ecuatoriano Jaime Durán Barba, gurú del estilo festivo y en apariencia pospolítico que dio su personalidad al partido de Mauricio Macri, jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires y que es una inspiración clave para el «Mauricio quiteño».

La política de la «buena onda». El otro Mauricio y la reinvención de la derecha ecuatoriana en tiempos de Revolución Ciudadana

La marca® de Durán Barba

Pocas semanas después de las elecciones del 23 de febrero de 2014 (23-F), el presidente Rafael Correa habló de una «restauración conservadora» para referirse al repunte de la derecha en los gobiernos locales. Más que la cuarta victoria consecutiva del líder socialcristiano, Jaime Nebot, para la Alcaldía de Guayaquil, el presidente tenía en mente la derrota de su movimiento Alianza País (AP) en Quito, bastión de la Revolución Ciudadana, a manos de Mauricio Rodas, nueva «esperanza blanca» de los sectores que se han opuesto desde la derecha a Correa a partir de 2007.

La tesis de la restauración conservadora oscurece, sin embargo, la comprensión del fenómeno Rodas y de otros rebrotes neoliberales, pues ve solo reiteración donde hay signos, aun si ambivalentes, de renovación. Esta lectura escamotea los peligros del mito que presenta la estetización del liberalismo como expresión de lo natural y las críticas que buscan develar el violento proceso ordenador de la vida social que este desata. En este sentido, nos referimos a la construcción política de la forma como aquella que asume la arbitrariedad con que se configura lo social1.

Y si de formas se trata, pocas figuras hay más notorias en la política latinoamericana contemporánea que el estratega de marketing político Jaime Durán Barba. No se pueden seguir los hilos del nuevo alcalde quiteño sin aludir a la gozosa sombra del alfil que alteró el entendimiento de lo político de buena parte del establishment regional. Asesor de diversas figuras políticas del continente –desde Mauricio Macri hasta Felipe Calderón, pasando más recientemente por la brasileña Marina Silva–, secretario de la Administración Pública del gobierno democristiano que dolarizó la economía ecuatoriana (1999), profesor visitante de universidades estadounidenses, ensayista, Durán Barba cultiva una red de vínculos personales e institucionales a la que no es ajeno el propio Rodas. Desde ahí se fragua un complejo entramado político que circunda e internacionaliza cada experimento electoral exitoso en que se inmiscuye.

La modularidad de las campañas electorales de Durán Barba se asienta en una interpretación celebratoria del malestar ciudadano con el mundo de la política. Así, según propone el estratega ecuatoriano en sus incursiones intelectuales, los jóvenes de la nueva era no se reconocen en esas instituciones arcaicas de la modernidad tales como el ciudadano activo, la organización ideológica y partidista o incluso el mismo Estado-nación, una pura ficción militar al desuso. Nada de eso2. Hoy en día los jóvenes buscan, hedonistas, ejercer sus intereses individuales, consumir, expresar su identidad en el seno de una sociedad civil tajantemente escindida del Estado, matriz de pura imposición forzosa. Lo que ahora los jóvenes quieren

es que lo político se ponga al servicio de su vida, de su hedonismo, de su placer. No quieren dar la vida por un ideal. Su ideal es que su vida sea hermosa. Cambiamos de la lucha por la revolución a lo que se llama la búsqueda de «la aventura a la vuelta de la esquina». Del marxismo viejo a una perspectiva anarquista (…) es más interesante tener una aventura a la vuelta de la esquina que cambiar el mundo.3

Semejante relato destempla los oídos de la tradición política moderna –y hace añicos cualquier retórica del cambio histórico–, pero luce casi natural para un novel político como Mauricio Rodas, de 39 años, quien antes de entrar en la arena electoral propugnaba desde la Fundación Ethos4 un «modelo de gobierno responsable»5 que, tout court, alienta la idea de una administración de las cosas ajena a cualquier motivación política6. De algún modo, entonces, Rodas encarnaba ya con todas las letras al personaje pospolítico que la hermenéutica de Durán Barba coloca como jubiloso héroe de una sociedad atravesada por la fluidez de internet, las imágenes y el mercado cultural de la diversidad identitaria.

No cabía, entonces, travestir al candidato. Apenas depurarlo, sofisticar su forma. Tres operaciones del estratega lucieron del todo gravitantes para tal propósito. La primera: presentar a Rodas como el chico débil que enfrenta al Goliat de la todopoderosa Revolución Ciudadana. Aquello suponía «construirlo» como carente de recursos económicos, de aparatos organizativos, de ambiciones políticas, en fin, borrar de su figura todo interés y vocación de poder. Siempre de la mano de su esposa, esto lo coloca en las antípodas del caudillo convencional tan propio de la vieja sociedad de «machos alfa que se pelean la hegemonía a mordiscos»7.La segunda: evitar cualquier signo de confrontación política, más aún si tiene ribetes ideológicos y activa la conflictividad social. El que lucha, pierde. Aquello no fue solo un recurso táctico para enfrentar al candidato de un partido oficialista hasta entonces invencible y cuyo líder mantiene un robusto anclaje popular tras más de siete años en el poder. Para nada. En la táctica se juega la identidad misma del candidato y de su proyecto: recuperar la fluidez de lo social que la política populista interrumpe con su esencia polarizadora. Para el ciudadano en busca de una «vida hermosa», cualquier atisbo de lucha y contradicción luce espantoso. La política del antagonismo lo repele8. Procura una sociedad armónica de interacciones políticas dóciles. Ahí se conectan la «buena onda» del jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el «Quito multicolor» del «otro Mauricio». Se inaugura el tiempo de la polis pacificada en medio de la turbulencia nacional-popular9. La tercera: evitar discursos refundacionales y dar señales de cambios parciales en el marco de una matriz de acción pública que alejó a la sociedad del estado de precariedad, exclusión y desigualdad que desató la crisis neoliberal de fines de siglo. Así, tras casi una década de retorno estatal y de políticas sociales construidas bajo la bandera del mandato popular, la campaña de Rodas construye una narrativa que integra –banalizándolos y naturalizándolos– algunos elementos de la transformación operada por la izquierda gubernativa (la cuestión social, la titularización de tierras en la periferia, etc.), para ocupar también sus territorios simbólicos y nutrirse de sus zonas desérticas.

La operación de Durán Barba construye, de este modo, la imagen inversa del liderazgo transformacional que combate. Cada gesto de Rodas procura diluir el modo en que se ha construido la hegemonía en el Ecuador del siglo XXI. Se presenta a sí mismo como desprovisto de voluntad de poder, refractario a cualquier alusión al cambio y, en consecuencia, ajeno a toda idea del carácter fundamentalmente conflictivo y antagónico de la política. Se bosquejan así el espectro y la irradiación de la pospolítica. Esta abreva en los discursos liberales de la posguerra y del posmodernismo, según los cuales la disputa política es patrimonio de las ambiciones totalitarias de la izquierda y la derecha; y propone, al contrario, que la gente aspira a la realización individual, a una libertad de existencia en la pluralidad, y que carece de sentidos de justicia10. Se trata de una constelación de ideas y prácticas que se fundan en el escepticismo de la potencia del sujeto político y que tiende a naturalizar el cambio y los derechos. Se separa así el concepto de democracia de toda huella de las luchas sociales que dieron contenidos incluyentes al Estado nacional a través de la larga historia de las revoluciones modernas11. Proclama, en suma, el fin de la política de la revolución y de su valoración del antagonismo como fuente de subjetivación y de horizontes políticos.

La unificación de las derechas

Aupado en el guión de la «buena onda», Rodas fue elegido alcalde de la capital de la República el 23 de febrero de 2014. Su triunfo fue contundente: 55% de los votos válidos. Venció en todos los estratos sociales –aunque de modo más contundente donde residen las clases medias altas y altas de la ciudad– y tanto en las zonas periféricas como centrales de Quito. El alcalde saliente, el socialista Augusto Barrera, aspirante a la reelección por AP, solo obtuvo 35% de los votos y no pudo reivindicar para sí ni siquiera el triunfo en los barrios populares. La pérdida de la capital supuso el primer tropiezo político de la Revolución Ciudadana luego de siete años en el poder.

El fulgurante ascenso de Rodas a la Alcaldía de Quito excede no obstante las virtudes de su campaña y se sitúa en un escenario en que, en medio de diversas contradicciones gubernativas, las fuerzas de la derecha alcanzaron un inédito acuerdo político, mientras que las izquierdas no gubernamentales apenas si tuvieron voz en medio de la contienda electoral.

En efecto, Rodas alcanzó cierta notoriedad en 2011 cuando –desde la Fundación Ethos y el Foro Económico Mundial– impugnó los indicadores de pobreza del gobierno ecuatoriano a través de una medición que incluía valoraciones sobre solidez institucional, seguridad, corrupción, libertad, etc. Así, el informe 2011 de Ethos identificó a Ecuador, Venezuela y Bolivia, como los países con mayor nivel de pobreza entre ocho Estados de América Latina. Fiel a su estilo, Correa descalificó la solidez del estudio y la solvencia académica de Rodas. Este reaccionó de inmediato e invitó al presidente a un debate público sobre el tema. Los grandes medios hicieron amplio eco de la polémica. Rodas había conseguido su propósito: la pulsión polarizadora del presidente lo sacó del anonimato.

Si la confrontación con Correa dio un primer envión al ahora alcalde de Quito, en la campaña de 2013 este modificó largamente tal juego político. Así, al contrario del resto de los candidatos presidenciales, eludió el enfrentamiento directo con el gobierno nacional –Duran Barba dixit–, reconoció algunos de sus méritos y se concentró en difundir su «modelo de gobierno responsable». Al mismo tiempo, apuntaló la imagen de su movimiento Sociedad Unida Más Acción (SUMA) como una agrupación de «gente nueva», de jóvenes «sin pasado político». Tales formulaciones recuerdan aquellas que, al irrumpir en la política, usó el propio Correa para diferenciarse de la denostada partidocracia. Al contrario de este, no obstante, Rodas colocó en el centro de su campaña la tesis de que «la batalla ideológica izquierda-derecha era cuestión del pasado» y de que a la ciudadanía solo le interesa «un gobierno responsable que lucha de forma eficaz contra la pobreza, aumenta la productividad para generar empleos dignos y bien remunerados, respeta la libertad y los derechos humanos»12.

Si bien Rodas alcanzó apenas 3,9% de los votos en las presidenciales de 2013, se ubicó en cuarto lugar entre ocho candidatos, por delante de veteranos políticos como el empresario bananero Álvaro Noboa (3,72%) o el ex-miembro del buró de AP y ex-presidente de la Asamblea Constituyente Alberto Acosta (3,26%). Superó también a Norman Wray, de Ruptura de los 25 (R-25), promisorio movimiento progresista de jóvenes profesionales que había descollado en el primer lustro del siglo XXI con una crítica radical al sistema político. Con la emergencia de la Revolución Ciudadana, R-25 pasó a integrar el bloque oficialista en la Constituyente de 2007-2008 y a ocupar altos cargos en el gobierno de Correa. Sin embargo, en 2011 rompió con AP y afrontó la contienda electoral de 2013 con candidatos propios. Su participación electoral, al igual que la de Acosta –candidato de una coalición entre el movimiento Pachakutik, brazo electoral de las organizaciones indígenas, el filomaoísta Movimiento Popular Democrático (MPD) y disidentes de AP– pretendía ocupar el flanco izquierdo de Correa que, según su lectura, el oficialismo había abandonado. Sus resultados estuvieron, sin embargo, muy por debajo de las expectativas de propios y extraños. Uno de los principales efectos políticos de su empantanamiento electoral fue la virtual parálisis de estas fuerzas de cara a los comicios de 2014.

Así, en la papeleta para autoridades locales de la provincia de Pichincha –cuya capital es Quito–, no constó ninguna candidatura de R-25. Mientras, la coalición que un año antes postuló a Acosta apenas logró sostenerse como plataforma colectiva (MPD y Pachakutik colocaron candidaturas conjuntas solo en algunas provincias) y presentó un desteñido candidato a la Alcaldía de la capital, Milton Castillo, quien obtuvo 1% de los votos y que, en la recta final de la campaña, se pronunció incluso a favor de Rodas. Vía Twitter, el entonces presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), Humberto Cholango, criticó tal señalamiento y adujo que el movimiento indígena no puede estar con la oligarquía. La ausencia de candidaturas consistentes a la izquierda de Barrera abrió, así, la posibilidad de que el malestar contra el alcalde de AP se canalizara hacia otro frente político.

La derecha, por su parte, no estaba paralizada. Luego de ensayar con diversas precandidaturas, logró articular una plataforma que garantizaba a Rodas ser el centro de gravedad de la oposición al alcalde saliente. La negociación fue compleja y requirió de la intervención de las más altas figuras políticas de las elites locales y nacionales. Una de las operaciones claves al respecto fue el acuerdo entre el banquero Guillermo Lasso –ubicado en segundo lugar en las presidenciales de 2013– y Rodas. Por un lado, el movimiento Creando Oportunidades (CREO), de Lasso, desistió de presentar candidato al municipio de la capital y, por otro, Rodas no postuló candidato para el gobierno provincial de Pichincha. Esa casilla fue ocupada por el representante de CREO13. Ante tal acuerdo, ninguna otra formación política –desde el centro hasta la derecha– presentó candidaturas viables para ocupar uno de los tres cargos de elección popular más importantes del país (los otros dos son la Presidencia y la Alcaldía de Guayaquil).

En tal escenario, a pesar de que hubo seis candidatos a la Alcaldía de la capital, la contienda quedó polarizada entre SUMA y AP. Hasta fines de 2012, las encuestas arrojaban perspectivas favorables para el candidato oficialista, pero desde inicios de 2013 Barrera se estancó. El ascenso en la intención de voto por Rodas encendió las alarmas en el oficialismo y la conducción de la campaña de Barrera fue intervenida por el buró de AP. Se pretendió entonces «correizar» la imagen del burgomaestre y apostar al «voto en plancha» por AP. Pero nada de eso alteró el meteórico ascenso del joven abogado quiteño con estudios de posgrado en Política y Administración en Estados Unidos y ex-vicepresidente de las juventudes del Partido Social Cristiano (PSC)14.

Su principal oferta de campaña tuvo la virtud de identificar un malestar ciudadano y de golpear, a la vez, uno de los vértices de la acción pública del por entonces alcalde de AP: reducir las multas y tributos locales que la administración de Barrera había creado e incrementado en cuestiones como patentes municipales, impuestos prediales, circulación vehicular y uso del espacio público. Así, de modo sutil, y siempre sin atacar a Correa, dicha oferta sintonizó no solo con la molestia de sectores medios y populares con los impuestos locales, sino también con la extendida percepción de sectores empresariales sobre las excesivas cargas estatales impuestas durante la Revolución Ciudadana. Ya sin voz propia, Barrera debió acatar, a solo diez días del fin de campaña, la decisión del nuevo comando de reducir multas y peajes en la ciudad. Se trataba de una medida desesperada y contradictoria –Correa la había criticado poco antes por su sesgo neoliberal– que, ironías aparte, permitió a Rodas afirmar que ya había cumplido con su principal promesa electoral (sic).En la última semana de campaña se vio el incremento de la intervención proselitista de Correa y del gobierno central en la capital. El Presidente envió una carta personal a la militancia de AP para pedir el respaldo al alcalde –en el marco de las disputas facciosas dentro del oficialismo–, mientras los medios oficiales promovían intensamente los logros de Barrera. Aquello habría tenido un efecto contrario en el electorado15. Rodas, fortalecido, se aferraba a pie juntillas al guión de Durán Barba: evitar toda polarización con Correa, eludir debates públicos, no caer en querellas ideológicas, hacer proselitismo con su esposa de la mano, insistir en su oferta de una ciudad sin impuestos, pluralista y en la que se pueda «vivir mejor»16. La estrategia ganadora.

A las 19 horas del domingo 23 de febrero, Correa y Barrera reconocieron la victoria de Rodas. El presidente, luego de enfatizar que su movimiento continuaba como primera fuerza nacional (v. tabla), arremetió contra el sectarismo en sus propias filas como causa de la derrota en Quito y en otras ciudades importantes. Su crítica al faccionalismo interno recaía apenas sobre ciertos dirigentes y dejaba intacta la cuestión de la atrofia organizativa y la escasa densidad democrática de AP. Aquello había podido pasar inadvertido en anteriores ciclos electorales porque estaba en juego el propio liderazgo presidencial y por el dinamismo del marketing político. El peso de este último, no obstante, fue desvalorizando y subordinando las tareas de construcción organizativa al ritmo de sus éxitos17. Los réditos de la mercadotecnia desmovilizaron al hegemón al tiempo que, paradójicamente, trazaron los contornos del espacio en el que el juego político es realizable. Así, la primacía de la «política de la imagen» en el oficialismo incuba la emergencia de figuras esculpidas en los laboratorios de las consultoras de comunicación política. Rodas brota de ese entorno. La imbatible Revolución Ciudadana había sido derrotada en su propio campo de batalla.

El nuevo gobierno de Quito

A seis meses de iniciada su gestión, Rodas no abandona la centralidad de la política de los significantes18. En esa nebulosa se distinguen, no obstante, decisiones que esclarecen los sentidos de la reinvención de la derecha ecuatoriana en el siglo XXI. Conviene pasar revista, al menos, a cuatro de ellas.

a) La conformación del gabinete decanta la coexistencia de una diversidad de actores políticos y sociales. Garantizar la eficiencia de los servicios locales para liberar al alcalde de tomar decisiones complejas es el imperativo que los atraviesa: la política descargada en la gestión. Allí luce relumbrante un grupo de jóvenes técnicos seleccionados por redes como la Price Waterhouse, que sostienen la continuidad de la administración. A su lado se acomodan los funcionarios del «frente social y cultural» provenientes de partidos progresistas, de la alta sociedad civil (cooperación internacional y organizaciones no gubernamentales) y de los circuitos alternativos del mundo audiovisual local, fatigados por los signos demodé de la Revolución Ciudadana. Un tercer grupo de secretarios municipales proviene del espectro empresarial y de las viejas elites políticas locales largamente familiarizadas con estimular los riesgos del capital. Se configura así un gabinete abierto y plural que no demanda de sus miembros lealtad militante –como los funcionarios de la Revolución–, pero que tampoco los acoge en sus específicas trayectorias políticas. Es un pluralismo de reconocimientos despolitizados que amplía el espacio de la negociación corporativa sin extraer el trazo del conflicto que porta la efectiva heterogeneidad democrática.

b) La racionalidad pública instalada por el gobierno de AP, volcado a la integración social y territorial de la nación a través de una consistente inversión social, es indiscutiblemente popular y marca el punto de partida de cualquier gestión moderna del Estado. Rodas no se ha desmarcado de esto. Como lo establece en su informe de los cien primeros días de gestión, el nuevo alcalde ha mantenido la consistencia de los servicios urbanos en una ciudad en la que la cobertura de agua, electricidad y vialidad alcanza casi a 100% de la población y habría logrado incluso una gestión más eficiente que su predecesor en sectores como el transporte masivo a través de la rápida renovación de unidades para el sistema integral del trolebús.

c) Al continuar con la regularización de barrios en las zonas periféricas de la ciudad, Rodas se coloca en el medio de procesos que podrían leerse como parte del discurso arcaico de la política que tanto lamenta su estratega. Se mantiene así en la línea de las reivindicaciones que marcan la identidad campesina y urbana popular del país, aunque evita reconocerlas como tales19. El gesto pospolítico dominante es tomar como naturales algunos servicios y resoluciones de conflictos para hacerlos ver como resultados de la modernización y no como conquistas logradas por la movilización demandante de derechos. La banalización del conflicto es parte del proceso de desprestigio de la política.

d) Entre los giros sustantivos del momento político vigente en Quito, no solo emerge la contracción de la política impositiva que busca descargar al ciudadano del peso del Estado local (aun cuando algunas medidas, como las multas, intentaban sobre todo incentivar comportamientos más responsables con el espacio público), sino, además, el tipo de relación que se establece entre el cabildo y los actores privados. Así, mientras Barrera confrontó y recortó la concesión de funciones públicas a fundaciones y empresas privadas –encontró que en años previos se les había entregado hasta 30% de la ejecución presupuestaria municipal–, Rodas ofrece protección y buen nombre al empresariado dándole respaldo institucional e, incluso, integrándolo en la gestión de los bienes comunes por medio de una campaña en la cual su publicidad toma la forma de responsable filantropía social. El caso de la estación del trolebús de la emblemática Plaza del Teatro, en el centro histórico de Quito, ilustra tal cuestión.

La reparación de la estación fue cofinanciada por el poderoso Banco del Pichincha, como lo deja en claro la publicidad ahí visible, a cambio de su contribución al acceso libre a internet inalámbrico en el punto de espera. Los arreglos público-privados brotan por doquier determinando el carácter de una nueva gestión que –al contrario de las exigencias de Barrera al sector privado– no busca comprometer al empresariado en las grandes apuestas de la ciudad, ni tampoco (al menos no por ahora) volver a las privatizaciones del neoliberalismo de los 90, pero sí reconciliar a los mercados con el orden público. El «gobierno responsable» se ofrece así a proteger y a reconectar con lo social, luego del largo ciclo de restricciones del Estado posneoliberal, la plusvalía naturalmente determinada por el mercado. Allí se vislumbra cómo el gobierno de Rodas se sitúa a medio camino entre un espacio de reconstitución de la derecha local y un experimento de gobierno que prepara la campaña presidencial de 2017.

  • 1.

    Para Karl Marx, el secreto por develar no era el contenido oculto detrás de la forma mercancía sino su carácter ordenador. El descubrimiento del trabajo existente detrás de la forma mercancía removía las apariencias de que esta era un fenómeno accidental. Así, la crítica y la reconfiguración de la sociedad, en la tradición socialista, pueden entenderse como una disputa por la forma en el terreno mismo de la forma. Ver Slavoj Žižek: El sublime objeto de la ideología, Siglo xxi, Buenos Aires, 1992.

  • 2.

    J. Durán Barba y Santiago Nieto: Mujer, sexualidad, internet y política: los nuevos electores latinoamericanos, Fondo de Cultura Económica, México, df, 2006.

  • 3.

    «El asesor de Mauricio Macri: Jaime Durán Barba» en El Ruido de las Nueces, 22/7/2011, disponible en www.elruidodelasnueces.com.ar/?p=6250.

  • 4.

    Think thank de corte liberal que se presenta como «independiente, apartidista y sin fines de lucro» y que se dedica a la evaluación y el diseño de propuestas de política pública que consoliden el modelo de gobierno responsable en México y América Latina. Página web: www.ethos.org.mx.

  • 5.

    Para acceder a la presentación del propio candidato, v. M. Rodas Espinel: «Modelo de gobierno responsable», Fundación Ethos, s./f., disponible en www.uasb.edu.ec/UserFiles/381/File/modelo%20de%20gobierno%20responsable.pdf.

  • 6.

    Tal como lo estipula la Fundación Ethos: «El Modelo de Gobierno Responsable es la ejecución de acciones que sean realmente convenientes para la sociedad, independientemente de si hacerlo genera réditos o popularidad para los gobernantes».

  • 7.

    V. «Durán Barba: la política erotizada» en El Ruido de las Nueces, 23/7/2011, www.elruidodelasnueces.com.ar/?p=6266.

  • 8.

    Así, al analizar la campaña de 2014, Durán Barba señala: «El problema de Correa fue nacionalizar, politizar, ideologizar la campaña». «Cómo el ‘nuevo Mauricio’ de Durán Barba le ganó a Correa», entrevista con Diego Dillenberger en La hora de Maquiavelo, 26/2/2014, disponible en www.youtube.com/watch?v=yxijogy0zog.

  • 9.

    Sobre la política de la imagen de M. Rodas, v. Ana Guerrero: «Con ‘Quito multicolor’, Rodas busca posicionar su gestión» en El Comercio, 24/7/2014.

  • 10.

    Harry Harootunian: History’s Disquiet: Modernity, Cultural Practice and the Question of Everyday Life, Columbia University Press, Nueva York, 1999.

  • 11.

    Gregory Grandin: The Blood of Guatemala: A History of Race and Nation, Duke University Press, Durham-Londres, 2000.

  • 12.

    «Mauricio Rodas: ‘La pelea izquierda vs. derecha es anacrónica’ (video)» en El Norte, 22/1/2013, www.elnorte.ec/politica/31291-mauricio-rodas-la-pelea-izquierda-vs-derecha-es-anacronica.html.

  • 13.

    ap triunfó sin problemas en las elecciones del gobierno provincial. Tiene además una bancada mayoritaria en el seno del Concejo municipal.

  • 14.

    El psc ha sido el principal partido de la derecha ecuatoriana desde el retorno democrático. Llegó a ocupar la Presidencia con León Febres Cordero (1984-1988) y tiene su bastión en la ciudad de Guayaquil, donde gobierna desde 1992 hasta la fecha (con Nebot). El proyecto oligárquico del psc ha sido blanco de ataque sistemático de la Revolución Ciudadana.

  • 15.

    Diversos sectores habían impugnado a Barrera –de larga militancia en la izquierda, uno de los creadores de Pachakutik y miembro del buró de ap– por su escasa independencia de Correa y la falta de pronunciamientos públicos respecto a polémicas decisiones del presidente (la explotación del parque Yasuní, la no despenalización del aborto, la beligerancia contra el movimiento indígena).

  • 16.

    Los aires de familia con el «buen vivir» de la Revolución Ciudadana echan luces sobre la prolija campaña de Rodas y el modo en que traslapó muchos de sus signos con los del gobierno.

  • 17.

    F. Ramírez Gallegos: «Post-neoliberalismo indócil. Agenda pública y relaciones socio-estatales en el Ecuador de la Revolución Ciudadana» en Temas y Debates No 20, 2010, pp. 175-194.

  • 18.

    Sobre los gastos en publicidad de la alcaldía, v. «En 100 días, Rodas gastó $ 1,5 millones en publicidad» en El Telégrafo, 8/9/2014, www.telegrafo.com.ec/politica/item/en-100-dias-rodas-gasto-15-millones-en-publicidad.html.

  • 19.

    Sobre el proceso de regularización de barrios y el sentido que el alcalde le otorga, v. «Alcalde entregó ordenanzas de regulación a 17 barrios» en Noticias Quito, 1/8/2014, www.noticiasquito.gob.ec/Noticias/news_user_view/alcalde_entrego_ordenanzas_de_regulacion_a_17_barrios--11638.

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Este artículo es copia fiel del publicado en la revista
ISSN: 0251-3552
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