Opinión
marzo 2017

El poder de la calle

¿Hacia dónde va Podemos?

Desde su fundación en 2014, Podemos, un partido populista de izquierda, se transformó en la tercera fuerza de España, tanto a nivel nacional como en los parlamentos regionales. Tras meses de disputa, la mayoría del partido emitió, durante la reciente convención a mediados de febrero, un documento sobre las raíces extraparlamentarias. Entonces, ¿cómo puede clasificarse a Podemos dentro del espectro de partidos españoles?

<p>El poder de la calle</p>  ¿Hacia dónde va Podemos?

Dos se transforman en cuatro

Desde hace años, las encuestas de opinión señalan tres problemas como los principales desafíos del país: la desocupación (53%), la corrupción (13%) y el estado de la política o de los partidos políticos (8%). La presión de la crisis y la decepción provocada por las elites en torno y dentro del conservador Partido Popular (PP) y del socialdemócrata Partido Socialista Obrero Español (PSOE) allanaron el camino para los liberales de Ciudadanos y, sobre todo, para Podemos. Si antes el PP y el PSOE se turnaban en el ejercicio del poder, el sistema bipartidista se convirtió, como consecuencia de las elecciones de diciembre de 2015 y de junio de 2016, en un sistema de cuatro partidos. Pero hay una diferencia entre la centroizquierda y la centroderecha: mientras que los liberales desearían para sí una porción del electorado de centroderecha, lo que está en juego en la centroizquierda es la hegemonía política. Hay un aspecto positivo: es en vano buscar en España populistas de derecha.

Autobloqueos

Las dos nuevas agrupaciones buscan su lugar, mientras que los dos viejos partidos se debatieron el año pasado entre la autodestrucción, el letargo y la inacción. Después de haberse intentado formar una coalición social-liberal que requería la tolerancia de Podemos, o de forjar una alianza de izquierda liderada por el PSOE, el conservador PP finalmente se impuso en octubre con un gabinete de minoría.

En la convención de febrero, el PP consagró al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, de quien, tras la debacle electoral de diciembre de 2015, deseaba en verdad deshacerse. Con ingenio, tozudez y mucha paciencia, obligó en octubre al PSOE «por los intereses del país» a tolerar su gobierno de minoría.

Los socialdemócratas, por su parte, se hacen desde hace meses el harakiri. Su secretario general, Pedro Sánchez, que renunció, propugnaba el no a Rajoy y estaba a favor de una alternativa de izquierda: la mayoría de los influyentes presidentes de gobierno regionales se negaba terminantemente a trabajar junto con Podemos y consideraba que esta tolerancia al PP era el mal menor. Ciudadanos celebró también su convención en febrero y desea posicionarse como alternativa liberal entre el PP y el PSOE. Todavía está por verse el beneficio obtenido por haber apoyado a Rajoy: el premier prometió especialmente medidas de largo aliento contra la corrupción, de las que todavía no se han tenido noticias.

Movimiento social extraparlamentario

La lucha por el poder dentro de Podemos, que en los últimos meses tuvo en vilo al movimiento populista de izquierda, terminó durante el congreso del 11 y 12 de febrero de 2017 claramente a favor del viejo y nuevo secretario general Pablo Iglesias. En adelante, la gente de su confianza tendría los dos tercios de la dirección partidaria, el «Consejo Ciudadano», que consta de 62 miembros. Los «pablistas» hacen hincapié en la necesidad de que Podemos se conserve como movimiento social y extraparlamentario; de lo contrario –aducen–, se hundirá en la normalidad del parlamentarismo, por lo que siempre debe llevar los conflictos sociales de afuera a las instituciones políticas. De este modo –concluyen–, la «calle» hará de Podemos la primera fuerza política.

Del otro lado, el ex secretario político (y número dos del movimiento) y ex presidente de la bancada de Podemos en el Parlamento, Íñigo Errejón, enfatiza que, por consiguiente, el próximo paso para la continuación del trabajo y la cooperación en el Parlamento con otros partidos se funda en una consecuente institucionalización y profesionalización como partido dentro de la estructura política institucional. Según él, la base partidaria y electoral debe permanecer abierta y amplia, en lugar de posicionarse, junto con los ex-comunistas de Izquierda Unida (IU), solo a la izquierda de los socialdemócratas, como quieren los «pablistas».

Equilibrios estratégicos e ideológicos

Podemos se ve a sí mismo como un nuevo tipo de partido que no desea que se lo mida según viejas categorías. Es aquí donde se notan, tanto en el quehacer político actual como en el futuro, contradicciones y fisuras.

Los sectores moderados rechazan ser usados por el populismo de izquierda. El término populismo –sostienen– tiene precisamente en España una connotación negativa. Por otro lado, los populistas se mueven de forma compacta en sus círculos de organización y discusión, tanto europeos como latinoamericanos. Si uno se vale de los atributos de la definición de Ernesto Laclau –el precursor del populismo de izquierda–, estos pueden ser perfectamente aplicados aquí: mediante demandas democráticas en una «cadena de equivalencias», se formula una progresiva voluntad colectiva con el objetivo de crear «un pueblo» que se enfrenta a la casta o elite dominante. Así, a diferencia del populismo de derecha, los inmigrantes son conscientemente no excluidos y se define un rival diferente y claro: las fuerzas políticas y económicas del neoliberalismo globalizado. Aquí el populismo de izquierda toma, con su perfil integrador, una postura claramente distinta de la del discriminador populismo de derecha.

Por un lado, si bien Podemos se diferencia de la socialdemocracia, se reconoce en su tradición, como nuevo y –finalmente– genuino custodio de aquellos valores y aquellas políticas socialdemócratas que, según Podemos, fueron traicionados por los viejos partidos socialdemócratas en el marco del neoliberalismo social-liberal. Es también por ello que Iglesias se ha mostrado tan inflexible en las conversaciones para formar una coalición con el PSOE en el otoño del año pasado: se ve a sí mismo como el polo que lidera la oposición.

Podemos se ve a sí mismo como una nueva categoría más allá del esquema de derecha-izquierda. No obstante ello, se unió luego al grupo de izquierda del Parlamento Europeo y formó, con vistas a las nuevas elecciones de 2016, una alianza electoral con los poscomunistas, a los que se puede clasificar claramente dentro del viejo espectro de partidos. En el largo plazo, esta alianza con IU no tiene chances de perdurar ni como opción de mayorías ni desde el punto de vista ideológico. Para los burgueses votantes de Podemos, dicha alianza es muy poco seria; para los caprichos de los defensores de la democracia de base de Podemos, los dirigentes de IU son un trago amargo.

Está por verse también si Podemos, con una fuerte dirección ideológica de izquierda en el plano nacional, podrá sostener sus pragmáticos acuerdos y coaliciones en las regiones: aquí no se necesita crítica al sistema sino políticas concretas y factibles para cada lugar. Con su ingreso en todos los parlamentos, la obtención de algunas alcaldías o el apoyo de presidentes de gobiernos regionales pertenecientes al PSOE, Podemos será paulatinamente percibido por los medios y los votantes como parte del sistema político.

Estabilización del PSOE

El PSOE no desaparecerá en absoluto de la escena política (como sí ocurrió con el Pasok en Grecia), aunque las recientes encuestas le adjudiquen 19% de las preferencias, claramente detrás de Podemos, con casi 22%. En mayo próximo, sus afiliados elegirán un nuevo secretario general y en junio, una nueva dirección deberá reemplazar a la ejecutiva temporal que asumió tras la dimisión de Sánchez, para volver a poner en acción al partido. En el Parlamento, la bancada del PSOE le dificultará las cosas al gobierno conservador en minoría, con lo que cobrará perfil nuevamente.

Esta no es en absoluto una tarea inútil: así como Podemos aprovechó la crisis y la decepción para crecer, podría perder influencia si los números empiezan a ser más positivos. Esta era la estrategia de Errejón: no depender de la coyuntura de la protesta política, sino, situados en el centroizquierda, consolidar un partido que represente algo con claridad y aspire a un lugar en el espectro político del país. Para los socialdemócratas, este posicionamiento estratégico habría sido, en el mediano plazo, mucho más peligroso. Ahora tienen la oportunidad de recuperar poco a poco, con una nueva dirección y señalando la imprevisibilidad de Podemos, el lugar heredado como fuerza líder de la oposición.


Traducción: Carlos Díaz Rocca

Fuente: http://www.ipg-journal.de/regionen/europa/artikel/...



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