La economía informal en Latinoamérica se ha convertido en un fantasma al que difícilmente se puede asimilar en el conjunto de las actividades económicas de una sociedad. Un fantasma al que sucesivamente se le ha prestado una atención segmentada: si bien se investigaban sus manifestaciones más evidentes, se descuidaba una interpretación que lo integre, otorgándole un sentido de totalidad y con ella, la idea de un sistema por sí mismo, que pueda ser desarticulado en partes. Por economía informal se ha enseñado a comprender por una parte, un concepto simplista e inexacto: es informal aquella unidad de producción que actúa fuera del espectro de una industria moderna, o en el otro extremo: como un conjunto demasiado oscuro de actividades, una especie de subterraneidad que actúa clandestinamente en todo sistema económico. Si bien estas aprehensiones son, en parte, verdad, no toda la economía informal constituye este universo.