El repliegue mundial de los intelectuales, desde las posiciones marxistas a otras más «realistas» y - según el autor - más cómodas y útiles para su carrera profesional, política o personal, está íntimamente relacionado a la declinación del poder del movimiento de la clase obrera y al poder ascendente del capital en las últimas décadas, tanto en la esfera cultural como en la esfera económica. Y los intelectuales son muy sensibles a los cambios de poder. La paradoja fundamental de nuestro tiempo, sin embargo, es que estos giros en el poder no están acompañados en la realidad por una consolidación capitalista efectiva, amenazado como está el sistema por la volatilidad de los mercados financieros, la desintegración interior de las grandes ciudades, la polarización de clases y regiones de la economía mundial, la destrucción del medio ambiente. Todo habla del fracaso del capitalismo en resolver cualquiera de los problemas básicos denunciados por el marxismo. La «aclimatización» intelectual a las nuevas fuentes de poder, y su abandono del marxismo, revela por tanto la profunda separación del «discurso» intelectual de las realidades históricas concretas. Podría ser una de las grandes ironías de la historia que la revitalización de la democracia en los países socialistas sirva de ejemplo para una renovación occidental del socialismo. Entonces, los intelectuales, que hoy se han puesto bajo el alero de las fundaciones académicas y de las grandes editoras que sirven como puente cultural hacia el poder establecido, seguirían una vez más los giros de la fuerza emergente.