La ciudad productiva: el gran momento de la agricultura urbana

marzo 2016
Perspectiva | La ciudad productiva: el gran momento de la agricultura urbana | marzo 2016

=SERIE ESPECIAL SOBRE AGRICULTURA URBANA=

Este texto fue desarrollado junto a André Viljoen


Es innegable que durante los últimos 20 años, aproximadamente, la agricultura urbana se ha vuelto cada vez más común en numerosas áreas urbanas del hemisferio Norte mientras que en el hemisferio Sur ha sido practicada por largo tiempo como respuesta a problemáticas sociales, ambientales y económicas. Se la entiende comúnmente como un movimiento y como una tipología urbana de uso del espacio.

Debido a su veloz desarrollo, existen distintas interpretaciones del término que logran captar matices dentro de diferentes contextos. Entre ellas se destacan dos definiciones: una, a partir de la influyente publicación Urban Agriculture: Food, Jobs and Sustainable Cities [Agricultura urbana: alimentos, empleo y ciudades sostenibles] creada y editada en 1996 por Jac Smit con Annu Ratta y Joe Nasr para el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), y la otra, de Luc Mougeot, que en 2001 ofreció una extensión de la anterior, destacando que es «su integración en el sistema económico y ecológico urbano» (Mougeot 2001: 9) lo que diferencia la agricultura urbana de la agricultura rural en lugar de su ubicación urbana solamente:

La agricultura urbana es una industria que produce, procesa y comercializa alimentos y combustibles, en gran parte como respuesta a la demanda diaria de los consumidores dentro de un pueblo, ciudad o metrópolis, tanto en tierra como en agua, distribuida en toda el área urbana y peri-urbana, aplicando métodos de producción intensiva, utilizando y reutilizando recursos naturales y residuos urbanos para producir una diversidad de cosechas y ganado. (Smit et al. 1996)
La agricultura urbana es una industria ubicada dentro (intraurbana) o en la periferia (periurbana) de un pueblo, una ciudad o una metrópoli, que crece y cultiva, procesa y distribuye una diversidad de productos alimentarios y no alimentarios (re)utilizando principalmente los recursos humanos y materiales, los productos y servicios que se encuentran en y alrededor de ese área urbana, y suministra a su vez recursos, productos y servicios humanos y materiales principalmente a esa área urbana. (Mougeot 2001: 10)

Las definiciones de Smit y Mougeot son hoy en día las más comúnmente utilizadas, y las valoramos por su sencillez, apertura e inclusión implícita de un enfoque de la cuna a la cuna [cradle to cradle]1. Los límites de ambas definiciones —«agricultura urbana» como un enfoque principalmente ecológico y basado en la producción para el cultivo de alimentos— han superado, no obstante, sus propios desafíos a medida que más personas de diversos orígenes se dedican a esta práctica. Así han aumentado la gama de lugares reales, objetivos cualitativos y cuantitativos, modelos económicos, actividades y tipos de productos incluidos en proyectos de cultivo de alimentos urbanos. Esto, por ejemplo, dio lugar a la necesidad de un entendimiento amplio de la palabra «industria». Para una discusión abierta y pública esta es una buena señal, que demuestra no solo el concepto sino también una voluntad y un interés generales en hacerlo útil para diferentes contextos urbanos internacionales.

La agricultura urbana y periurbana es actualmente el término alternativo más utilizado, aunque el rasgo periurbano ya está contenido en la definición original del PNUD. Este término se refiere a la actividad de cultivo de alimentos con mayor precisión según la ubicación, destacando que a menudo son las áreas en las afueras de las ciudades las que se utilizan debido a la disponibilidad de sitios más grandes y su proximidad a la infraestructura agrícola existente. Es más fácil de usar este término hoy de lo que era hace 10 o 20 años, cuando era de suma importancia para argumentar que la producción de alimentos debía ser llevada nuevamente al centro de los tejidos urbanos en lugar de empujarla a sus periferias.

Muchas áreas urbanas de Europa y América del Norte —donde se localiza la mayor parte de nuestro trabajo— son, en realidad, conglomerados de una o más ciudades pequeñas, áreas suburbanas y territorio abierto sin litoral, a menudo con un pasado agrícola. En estas regiones metropolitanas, la distinción entre lo urbano y lo periurbano puede ya no ser útil. Por otra parte, un sistema alimentario urbano para la región de una ciudad no existe en forma aislada, sino que interactúa con su entorno rural a un grado tal que cuanto mejores son estas interacciones, mejor será la comida disponible. Por ello, algunos investigadores hablan no de agricultura urbana, sino de «agricultura metropolitana» (REOS 2011).

No es ni posible ni deseable alimentar una ciudad únicamente a través de la agricultura urbana. Sin embargo, las relaciones coordinadas y bien administradas entre las agriculturas urbana, rural e internacional pueden dar lugar a un sistema alimentario urbano ambientalmente óptimo y equitativo. En nuestro libro de 2005 sobre paisajes urbanos productivos continuos (CPUL por su sigla en inglés), hemos abogado por una mezcla de espacio urbano abierto que utiliza agricultura urbana, así como una mezcla de alimentos de diversos orígenes para el consumidor urbano (Viljoen 2005). Allí presentamos estimaciones de potencial de autosuficiencia en frutas y verduras de aproximadamente 30%. Posteriormente han sido calculadas cifras similares por otros planificadores e investigadores, por ejemplo, Michael Sorkin (Sorkin 2012), Mikey Tomkins (Tomkins 2009) y el arquitecto Joe Lobko, que presentaron estos hallazgos para un desarrollo de viviendas en la Conferencia de la Asociación de Arquitectos de Ontario de 2011, celebrada en Toronto. Parece ser que los términos “agricultura urbana” y “cultivo urbano de alimentos” tienen más directamente en cuenta este interés en el rendimiento absoluto. En este caso, la acción de cultivar tiene prioridad sobre la consideración espacial o territorial, y los términos se encuentran con frecuencia en la literatura sobre agricultura en huertos comunitarios y alquilados, así como en programas de educación.

En Alemania, el término «jardinería urbana» se ha vuelto muy popular desde 2011, cuando se publicó un libro del mismo nombre que contenía artículos de una serie de autores que se centran en el «retorno de los jardines productivos a la ciudad» (Müller 2011). De acuerdo con Frauke Hehl, activista de los jardines comunitarios en Berlín, el término circulaba de manera informal en Berlín antes de 2011. Fue utilizado por primera vez en inglés, y entra recién ahora en el discurso alemán en su traducción al alemán como Urbanes Gärtnern, un detalle que ofrece otro ángulo sobre el tema de la apropiación local. De cualquier manera, en Alemania puede observarse una distinción consciente del creciente interés de la agricultura urbana por el cultivo de alimentos; allí se lleva a primer plano un amplio espectro de beneficios sociales debidos a la horticultura comunitaria, lo cual influye en el discurso público sobre agricultura urbana y sobre la percepción que se tiene de ella.

Probablemente sea simplemente el marcado contraste entre las palabras «urbana» y «agricultura» lo que desencadenó la imaginación y la creatividad de los que utilizaban el término y lo trasladaron al mundo unido a un signo de interrogación. Y a un signo de exclamación. Expresa sobre todo la dualidad de una observación espacial —la adyacencia y la inmediatez de lo urbano y el campo («agro»)— y una acción directa: cultivar («cultura»).

La agricultura urbana y el crecimiento de su práctica

Independientemente de las definiciones, en los últimos 10 años la investigación y el diseño de exploraciones académicas sobre la agricultura urbana y sus efectos espaciales han aumentado de forma considerable en los países del hemisferio Norte. Desde el punto de vista del diseño arquitectónico y urbano, conceptos tales como «urbanismo agrario» (Waldheim 2010) y «ciudades en transición» (Hopkins 2008), así como nuestra «ciudad CPUL» (Viljoen et al. 2004), son ejemplos de pensamiento holístico sobre el origen, la práctica corriente y/o el futuro de la producción urbana de alimentos integrada espacialmente.

Las formas contemporáneas y nuevas de la agricultura urbana en el Norte se originaron, en su mayoría, en América del Norte y, mirando hacia el Este, se extendieron desde allí alrededor de los primeros años de la década de 2000 al Reino Unido y Europa. El establecimiento de esquemas económicamente viables para los diversos tipos de agricultura urbana durante los últimos cinco o incluso 10 a 15 años, es nuevo a ambas márgenes del Atlántico, y complementó prácticas más antiguas con las comunales y otras más basadas en el ocio, tales como las asignaciones europeas o los jardines comunitarios en América del Norte.

La agricultura urbana aporta muchas ventajas a una ciudad —sociales, sanitarias, ambientales, locales, educativas— y puede ser practicada (y, a veces lo es) no con el objetivo principal de producir alimentos, sino de lograr resultados en estos campos más amplios. Sin embargo, la experiencia internacional de los años anteriores muestra que se están estableciendo más y más proyectos para producir alimentos en grandes cantidades y/o que se está optimizando la práctica existente. La creciente aparición de proyectos que son empresas exitosas —tradicionalmente económicas o más recientemente sociales— proporciona la prueba de (y una revisión de la realidad de) la aceptación de los paisajes urbanos productivos como un uso deseado del suelo urbano y planificado.

En Alemania, desde 2005 aproximadamente, los productores urbanos de alimentos han ido ganando terreno ante todo, pero no solo, en actividades de agricultura urbana más orientadas a lo social. El número de jardines comunitarios en Berlín se ha duplicado durante ese tiempo y ahora son alrededor de 90 (Rosol 2006; TUB 2011). Leipzig, Múnich y Colonia también se han convertido en importantes centros de cultivo de alimentos, y, desde 2010, la «ciudad comestible» de Andernach suele ser titular en las noticias (Andernach s.f.). Desde 2012, la facilitación de «paisajes productivos»' se ha establecido como objetivo de desarrollo en la estrategia de planificación de espacios abiertos de Berlín (SenStadt 2012).

En el Reino Unido, el proyecto Capital Growth [Crecimiento Capital] dio al sector de la agricultura comunitaria de Londres un importante impulso en 2009 con el objetivo de crear 2.012 nuevos proyectos en los tres años que mediaban hasta los Juegos Olímpicos de 2012. Varias ciudades británicas, como Brighton (Brighton and Hove Food Partnership 2012), Bristol (Bristol Food Network 2010), Leeds (Leeds Permaculture Network) o Londres (Sustain), han desarrollado fuertes redes y programas centrados en el cultivo de alimentos por lo menos desde 1999 (que es cuando se fundó Sustain). El primer mercado de agricultores se estableció en Bath en 1997 (BFM 2009), seguido por el establecimiento a nivel nacional de la Asociación Nacional de Mercados de Agricultores en 1998 (Pavitt 2005), y el interés político es evidente en varios lugares, por ejemplo en Londres, con el informe Cultivating the Capital (London Assembly 2010), o en Brighton y Hove, donde el municipio requiere una declaración sobre el cultivo de alimentos para todas las solicitudes de planificación para edificaciones nuevas (Devereux 2012).

En el hemisferio Norte, Estados Unidos es donde se ha practicado la agricultura urbana y su investigación por más tiempo. En estrecha cooperación con actividades en Canadá, la investigación y la difusión de la agricultura urbana comenzó allí a finales de la década de 1970, principalmente a través del boletín de noticias canadiense Cityfarmer (iniciado en 1978) y su posterior versión como sitio web (iniciado en 1994) (City Farmer s.f.; Levenston s.f). Desde la década de 1970, el sector de la agricultura comunitaria de Estados Unidos ha crecido de manera continua y significativa en su exploración de la producción en espacios alternativos a una escala espacial, social y políticamente mayor. Al menos dos publicaciones seminales se originan desde aquí: la del PNUD de Smit et al. (1996), a la que se hizo referencia anteriormente, y la Policy Guide on Food Planning de la Asociación Americana de Planificación (2007), citada más adelante. Actualmente son los proyectos de agricultura urbana comercialmente viables los que marcan la pauta para el futuro.

Desde la ola de literatura sobre agricultura urbana de comienzos de siglo, mucho se ha discutido y escrito sobre los diversos beneficios de (re)acomodar el cultivo de alimentos en centros urbanos. Igualmente, el interés por los paisajes urbanos productivos se ha extendido, y varios informes de planificación urbana ya recomiendan introducirlos o apoyarlos en ciudades como Detroit con el informe Detroit Future City (Detroit Works s.f.), Berlín con la mencionada Strategie Stadtlandschaft (SenStadt 2012) y Leeds a través del proyecto TRUG/Urbal (LMU s.f.).

Tomando todos estos hechos como señales de una voluntad pública para abordar los sistemas alimentarios urbanos, la pregunta ahora es cuál es la mejor manera de apoyar el desarrollo de la agricultura urbana y los paisajes urbanos productivos para que puedan alcanzar tanto su potencial completo en el cultivo de alimentos como para avanzar más allá del activismo de nicho y formar parte de los sistemas integrados de alimentos en las ciudades, ganando en consecuencia importancia espacial dentro de la trama urbana.

Se pueden identificar cuatro desafíos principales:

1. Con el fin de integrar espacialmente y de forma coherente la agricultura urbana en áreas urbanas y contextos locales —tanto temporal como permanentemente— se necesitan conceptos de diseño urbano y arquitectónicos basados en la investigación y la planificación. La clave aquí es el «paisaje urbano productivo».

2. A pesar del gran conocimiento acumulado sobre el enorme capital social invertido en la agricultura urbana, es esencial tener una orientación clara y aplicable y difundir las mejores prácticas para activar y aumentar la capacidad de los productores de alimentos urbanos, sus proyectos y sus sitios. La clave es el juego de herramientas y acciones.

3. Se necesitan reglamentos o acuerdos reconocidos con las autoridades públicas (por ejemplo, planificación, comercio, derechos sobre la tierra) y con otras entidades relacionadas con los alimentos (por ejemplo, ruralistas, mercados, organismos de acreditación) para apoyar y salvaguardar la práctica y los sitios de la agricultura urbana. La clave aquí es la política alimentaria.

4. Para llegar a expandirse y maximizar los beneficios sociales, de salud pública y ambientales que conlleva, la agricultura urbana necesita ser integrada a los sistemas convencionales de producción y abastecimiento de alimentos. La clave son los sistemas alimentarios urbanos.

Estos cuatro desafíos deben desarrollarse en paralelo dentro del o los sistemas alimentarios urbanos locales, regionales e internacionales de una ciudad.

Agricultura urbana y sistemas alimentarios urbanos

La agricultura urbana es siempre parte de algo. Como modo de usar el espacio, puede ser parte de conceptos más estratégicos, como la ciudad CPUL o el urbanismo agrario u otros conceptos de desarrollo adoptados por un municipio. Como actividad de cultivo de alimentos de personas o grupos, es parte de una red de procesos con el objetivo de mantener la vida urbana, ya sea directamente por el producto de los cultivos o por los intercambios comerciales que genera. Además, los marcos de políticas de apoyo adicionales —políticas alimentarias— por lo general no se dirigen a los paisajes urbanos productivos o a la agricultura urbana por separado, sino frecuentemente, y de modo más abarcativo, a redes de suministro de alimentos muy complejas que abastecen a los habitantes de las ciudades, llamados sistemas alimentarios urbanos.

En la década de 1990, algunos investigadores estadounidenses como Kenneth A. Dahlberg, Mustafa Koc, Kameshwari Pothukuchi y Jerome Kaufman sentaron las bases para una comprensión de los sistemas alimentarios urbanos que todavía se utilizan y se usan como referencia en la actualidad. El trabajo de Dahlberg, por ejemplo, apuntaba al desarrollo de políticas alimentarias como base para diseñar estrategias específicas de abastecimiento en contextos urbanos peculiares (Dahlberg et al. 1997) haciendo hincapié en la necesidad de comprender los sistemas alimentarios como sistemas locales (Dahlberg y Koc 1999).

Casi al mismo tiempo, Pothukuchi y Kaufman comenzaron a instar a que los sistemas alimentarios fueran integrados a la agenda urbana con el fin de hacer un abordaje completo de la calidad de vida en las localidades urbanas (Pothukuchi y Kaufman 1999). Ambos investigadores fueron más tarde los autores principales de la hoy seminal Policy Guide on Food Planning [Guía de políticas de planificación alimentaria] de 2007 de la APA, que cruza la línea divisoria entre la planificación de los sistemas alimentarios y el diseño espacial urbano (APA 2007). Vemos la agricultura urbana y los paisajes urbanos productivos como formas de contribuir a esta visión de un abastecimiento de alimentos más sostenible y equitativo para las ciudades.

El concepto de soberanía alimentaria ha sido importante para plantear otra cuestión relevante: no solo el acceso a los alimentos es importante, sino también el control que una comunidad ejerza sobre los alimentos. Inicialmente definido durante la década de 1990 bajo la bandera de «La Vía Campesina» (Via Campesina s.f.), el concepto es ahora ampliamente discutido en regiones urbanizadas y dentro de los movimientos de agricultura urbana. Se ajusta bien a las estrategias para combinar de forma creativa iniciativas descendentes y ascendentes. La seguridad alimentaria, una compleja red de salud y equidad, también ocupa un lugar dentro de las preocupaciones políticas relativas a la alimentación de nuestras ciudades y los tipos de sistemas alimentarios urbanos necesarios.

Puede ser de ayuda dividir los sistemas alimentarios urbanos en componentes más pequeños —como los sistemas alimentarios domésticos o vecinales (Dahlberg 2002)— lo cual hace más fácil afrontar más desafíos locales siempre y cuando se mantenga puesto el foco en la situación en su conjunto. La agricultura urbana y los paisajes urbanos productivos son —o deberían ser— parte de ambas escalas de los sistemas alimentarios urbanos.

A nivel espacial, el diálogo necesario entre planificadores, diseñadores y practicantes recién ha empezado. En Europa, el Grupo de Planificación Alimentaria Sostenible dentro de la Asociación Europea de Escuelas de Planificación (AESOP por sus siglas en inglés), establecido en Almere (Países Bajos) en 2008, ofrece actualmente la plataforma de redes e investigación más activa para este tipo de diálogos. Desde su fundación, el Grupo ha celebrado conferencias internacionales anuales avanzando en un trabajo en muchos frentes de los sistemas alimentarios urbanos y del discurso de la agricultura urbana (AESOP s.f.). La publicación Sustainable Food Planning: Evolving theory and practice [Planificación alimentaria sostenible: desarrollando la teoría y la práctica] (Viljoen y Wiskerke 2012) compila una selección de trabajos de la 2ª conferencia del Grupo de Alimentos Sostenibles de la AESOP, celebrada en Brighton en 2010, que demuestran un objetivo irrenunciable de que personas de diversos orígenes disciplinarios «hablen entre sí».

Diseños para la agricultura urbana

Justo un año antes de la primera Conferencia de la AESOP sobre planificación sostenible de alimentos en Almere, el Instituto de Arquitectura de los Países Bajos en Maastricht hizo en 2007 la primera muestra sobre agricultura urbana del mundo, la exposición sobre arte y arquitectura De Eetbare Stad [La ciudad comestible] (Solomon 2007). A pesar de que ambos hitos tuvieron lugar en los Países Bajos, sus agendas y participantes apenas coincidieron, haciendo evidente nuevamente el desafío de mejorar la comunicación entre los diversos actores de esta área temática.

En Estados Unidos se destaca el trabajo multidisciplinario en urbanismo del paisaje (Waldheim 2006) y urbanismo agrícola (Salle y Holland 2010), ya que ambos conceptos no sólo abarcan la idea de paisajes urbanos productivos, sino que también la apuntalan con sólidos argumentos teóricos extraídos de diversos contextos.

Sin embargo, mientras que los modelos históricos de agricultura urbana surgieron de la necesidad, en la ciudad contemporánea hoy tenemos la oportunidad de planificar estrategias coherentes para su introducción. A medida que la agricultura urbana, en sus diferentes formas, aparece y crece dentro de las ciudades, es necesario dar el siguiente paso fundamental: que quede registrada en documentos de planificación y legislación como una forma proactiva de mejorar los sistemas alimentarios urbanos actuales y agregarles un valor más allá del retorno financiero directo. De este modo, tal como lo han hecho ciudades como Nueva York, Berlín o Londres, se desarrolla un rico diálogo público que articula los muchos beneficios de la agricultura urbana —desde la motivación ambiental hasta un cambio de comportamiento— y desafía las formas en las que actualmente se mide el éxito. La otra acción necesaria —y aquí los arquitectos, planificadores y diseñadores tienen mucho que ver— es llevar adelante de forma inteligente el diseño y la construcción de los procesos, paisajes, edificios e infraestructuras que los nuevos agricultores urbanos y la mayor parte de la población urbana necesitan y desean.

Por último, el mayor desafío es hacer la transición desde el actual modelo de negocios agroalimentarios, enfocado de modo estrecho, a uno que redefina la relación urbano-agrícola. Al fin de cuentas, se trata de comprender que la Tierra es nuestro límite y que hay otras personas que vienen detrás de nosotros. Con el fin de trabajar con el límite de la Tierra y no contra él, el diseño urbano y la práctica del urbanismo necesitan incluir el impacto medioambiental total de una acción. La agricultura urbana ha demostrado ser una manera de explicar esto.

El concepto de «ciudad CPUL»

Nuestro trabajo tiene como objetivo contribuir a estos retos proponiendo estrategias de diseño y prototipos que puedan hacer más productivo el espacio urbano para las ciudades y los pueblos y más deseable para sus ciudadanos. Partimos de nuestra experiencia de la densa zona urbana europea occidental y tratamos de enriquecer las cualidades de la vida urbana mientras que, al mismo tiempo, reducimos el impacto ambiental negativo de los actuales sistemas alimentarios urbanos. Para abordar esta cuestión hemos desarrollado el concepto de ciudad CPUL.

La ciudad CPUL describe un futuro urbano basado en la introducción planificada y diseñada de lo que llamamos «paisaje urbano productivo continuo» –paisajes definidos por la agricultura urbana– en las ciudades existentes y emergentes (Viljoen 2005). La ciudad CPUL tiene consecuencias físicas y sociales fundamentales. Se sigue un enfoque sistemático y se propone que la agricultura urbana puede contribuir a lograr sistemas alimentarios más sostenibles y resilientes, además sumar beneficios a la calidad espacial del ámbito urbano. Es una estrategia de diseño ambiental y proporciona un marco estratégico para la exploración teórica y práctica de formas de implementar este tipo de paisaje dentro del diseño urbano contemporáneo (Bohn y Viljoen 2010a).

Resulta fundamental para el concepto de paisaje urbano productivo continuo la creación de redes de espacios urbanos abiertos que proporcionen un paisaje multifuncional –productivo– coherente y diseñado que complemente y dé soporte al entorno construido. La manifestación física del CPUL cambiará fundamentalmente el paisaje urbano e implica un cambio igualmente fundamental en la forma en la que las sociedades y los individuos experimentan, valoran e interactúan con ese paisaje. Dentro del concepto de ciudad CPUL, la agricultura urbana se refiere en su mayor parte a la producción de frutas y verduras, ya que esto proporciona los más altos rendimientos por metro cuadrado de terreno urbano. Las principales características del CPUL son espacios al aire libre para el cultivo de alimentos, el ocio, el movimiento y el comercio compartidos por la gente, hábitats naturales, rutas de circulación no vehiculares y corredores ecológicos. Su red conecta los espacios urbanos abiertos existentes, manteniendo y, en algunos casos, modificando sus usos actuales (Viljoen et al. 2004).

El concepto de «ciudad CPUL» reconoce que cada ciudad y cada sitio presentarán un conjunto único de condiciones y presiones contrapuestas que darán la forma final y el alcance de sus paisajes productivos. Se prevé una «economía mixta» de los productores que practiquen la agricultura urbana: proyectos para la comunidad y por la comunidad, a pequeña escala y en gran escala, comercial y comunal, de baja tecnología y alta tecnología (adecuada). En términos generales, será necesaria la producción a escala comercial, si se pretende que la agricultura urbana tenga un impacto cuantificable en la producción de alimentos, mientras que la producción personalizada es muy importante desde el punto de vista social y de cambio de comportamientos. Como se dijo antes, la agricultura urbana no va a satisfacer todas las necesidades alimentarias de una ciudad, y cualquier revisión en profundidad de los sistemas alimentarios urbanos debe tener en cuenta las relaciones entre una ciudad, su región local y más allá.

Desde el presente hacia el futuro de la agricultura urbana

Los acontecimientos de los últimos años han demostrado que las ciudades con vida cultural y económica también tienen un gran deseo y la capacidad de apoyar las ambiciosas propuestas de la agricultura urbana. Si bien estas propuestas generalmente se originan a partir de iniciativas individuales, también es cierto que es necesaria una infraestructura de apoyo para crear sistemas alimentarios urbanos estables y resilientes. Esta es una de las cosas que, por ejemplo, tienen en común Cuba y la ciudad de Nueva York. Podemos ver que la cadena de producción de alimentos en nuestras ciudades depende y varía con las condiciones sociales y económicas y que estas determinarán cuáles de los diferentes tipos de agricultura urbana serán los apropiados.

Con referencia a proyectos ejemplares que ya se están realizando en Milwaukee, Londres y Berlín, nuestro objetivo es ilustrar la variedad y la riqueza de enfoques económicos típicas de cualquier movimiento en transición entre una fase pionera y el establecimiento de normas para la práctica.

Actualmente, los modelos económicos para la financiación de nuevos proyectos de agricultura urbana están convergiendo hacia modelos o bien de empresa social o bien comerciales convencionales, con mercados de alimentos que proporcionan con frecuencia un apoyo crucial para ambos.

Las organizaciones Growing Power en Estados Unidos y Growing Communities en el Reino Unido demuestran las posibilidades de un crecimiento importante y constante de las empresas sociales, si son guiadas por agendas, liderazgo y gestión claros. Si bien está configurada con objetivos un tanto diferentes y menos orientados a la agricultura urbana, la Agrarbörse Ost de Alemania es de carácter similar. Creadas respectivamente en 1993 (Growing Power s.f. b), 1996 (Growing Communities s.f. a) y 1990/1996 (Agrarbörse s.f.) todas ellas promueven sistemas alimentarios locales saludables y sostenibles, con la agricultura urbana como actividad central. Growing Power también desarrolló y persigue ahora activamente una agenda socio-política explícita dirigida al empoderamiento y la igualdad, mientras que Agrarbörse originalmente tenía –y todavía tiene en cierta medida– un objetivo políticoeconómico y más tarde se orientó hacia intereses más sociales y ecológicos.

Se hace evidente una serie de aspectos comunes para la creación de proyectos de agricultura urbana cuando se analizan los modelos de negocio de estas empresas sociales:

  • Todas comenzaron con el acceso a la tierra. En el caso de Growing Power, 0,8 hectáreas de huerto con invernaderos en Milwaukee, y en el caso de Growing Communities, un modesto espacio dentro de un parque de Londres y dos pequeños predios cercanos. Los predios no eran ideales, y necesitaron mucho trabajo para hacerlos productivos. Agrarbörse actuó como una agencia pública para varios proyectos de caridad, lo que a menudo implicaba la construcción o el mantenimiento de sitios públicos.
  • En comparación con las empresas convencionales, cada organización pasó un tiempo prolongado desarrollando y perfeccionando su práctica. Durante más de 10 años, Growing Power desarrolló técnicas de cultivo intensivo y bajo impacto y abrió tiendas de verduras en barrios pobres, como así también un segundo centro en Chicago, extendiendo así la práctica más allá de su base en Milwaukee.
  • Para ser económicamente viable, un proyecto de agricultura urbana necesita arrendamientos estables para el espacio urbano que está ocupando. Agrarbörse está presionando al municipio de Berlín para que se fijen tiempos mínimos de arrendamiento de 12 a 15 años para usos agrícolas urbanos (TUB 2011).
  • Julie Brown, una de las fundadoras de Growing Communities, siempre ha sido firme en que son importantes los rendimientos y las economías en la producción, algo que puede perderse al argumentar a favor de los beneficios sociales y comunales que brindan la agricultura urbana y los proyectos de sistemas alimentarios urbanos. Los informes anuales publicados por Growing Communities dan cuenta de un firme crecimiento de 30% por año en las ventas de su esquema de cajones de verduras orgánicas entre 2005 y 2009 (Growing Communities 2009). Aunque estos porcentajes son altos, las cantidades reales siguen siendo modestas en comparación con los sistemas de cajones de verdura con mayor orientación comercial.
  • En un momento en que costo de los alimentos importados y los salarios de los horticultores son extremadamente bajos, muchos proyectos de agricultura urbana dependerán en cierta medida de las donaciones y el voluntariado con el fin de construir modelos de negocio económicamente competitivos. Es probable que esta situación cambie en el futuro al aumentar los precios de los alimentos. Growing Communities tiene clara su relación con el statu quo al afirmar que «este enfoque de seguir adelante con la creación de una alternativa viable al sistema alimentario actual está en el espíritu de Buckminster Fuller, quien dijo: “Nunca podrás cambiar las cosas luchando contra la realidad existente. Para cambiar algo, construye un nuevo modelo que haga obsoleto el modelo actual”» (Growing Communities s.f. a).
  • A diferencia de la mayoría de las empresas agrícolas rurales, la agricultura urbana adquiere a menudo un rol en la educación ambiental: ya sea como una oportunidad económica, ya sea reflejando los deseos de estilos de vida urbanos alternativos. Agrarbörse no sólo está formando horticultores, sino que logra un considerable reconocimiento y financiación a través de su trabajo con los jóvenes, especialmente a través de su proyecto Treibhaus [invernadero] un centro juvenil para jóvenes que no están relacionados con la agricultura urbana (Agrarbörse s.f.).
  • Así, los espacios concebidos en una ciudad productora de alimentos, tales como una ciudad CPUL, son no solo rendidores en cuanto a la producción de alimentos, sino que su uso diario también es recomendable por motivos de salud, justicia, estabilidad económica y sociabilidad.

    Traducción: Carlos Díaz Rocca

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    • 1.

      En 2002, el químico Michael Braungart y el arquitecto William McDonough propusieron redefinir la forma de usar los objetos, pasando de una lógica de “la cuna a la tumba” a una de “la cuna a la cuna”. Con este nuevo concepto de la ecología se quiere incorporar todos los impactos ecológicos de la producción de un objeto para reducir su costo ambiental desde un principio.

    Democracia y política en América Latina