Enfrentados a la desestructuración económica y social de las ciudades latinoamericanas, los habitantes de los barrios populares han desplegado una serie de estrategias destinadas a responder en lo inmediato a sus problemas más urgentes (alimentación y servicios). El conjunto de esas estrategias, prácticas, modos de vida, códigos, lenguajes, etc., los hemos denominado la Cultura de urgencia, la cultura urbana en estado de urgencia. La expresión de esta cultura se encuentra en todas las actividades informales desarrolladas por los sectores populares urbanos. Su legitimidad social varía, muchas son ilegales. En un contexto social donde no se puede reprimir más la informalidad, se asiste a la legitimación progresiva de las prácticas informales de parte del Poder. Esta apertura oficial, evidente en lo relativo a la economía informal y la autoconstrucción, tiene su opuesto en la represión cada vez más fuerte de las actividades informales delictivas, oficialmente denominadas antisociales, y donde la violencia se hace cada vez más necesaria. Se puede hablar de la presencia de un nuevo modelo violento de socialización.