Las elites políticas reclutan economistas en los máximos cargos, no sólo para contar con sus conocimientos técnicos sino para abordar problemas cada vez más complejos y especializados. Los partidos lo hacen en respuesta a las presiones que los organismos gubernamentales han enfrentado en las últimas décadas. En un mundo dominado por fuerzas económicas impredecibles, la incertidumbre es lo que les da a los economistas una ventaja sobre los demás. Ningún economista puede garantizar que los desastres económicos no traerán derrotas políticas, pues los resultados de las políticas están mayormente fuera de su control. Pero la mera presencia de economistas en la cúspide de la toma de decisiones puede indicar que se tomaron las medidas necesarias para asegurar la aprobación de los círculos económico y financiero internacionales, a los cuales los economistas tienen un acceso privilegiado. Así entonces, las elites gubernamentales y partidarias, al igual que los dirigentes de muchas otras organizaciones modernas, hacen hincapié en las dimensiones ceremoniales de su desempeño, más que en la cuantificación de los resultados de sus acciones.