La izquierda mexicana no ha debatido a fondo las razones de su derrota en las elecciones presidenciales de 2006. Su candidato, Andrés Manuel López Obrador, presentó un programa que difícilmente podría ser considerado de izquierda, pero lo hizo con una actitud muy ruda, que alejó a los sectores más moderados y se sumó al falso idealismo de su partido, que se resiste a avanzar en acuerdos con la derecha democrática, si bien no se ha privado de cerrar alianzas oportunistas con el PRI. Sumida en un sentimentalismo testarudo, gran parte de la izquierda ha tendido a abandonar uno de sus ejes fundamentales, la igualdad, y a reemplazar la discusión de proyectos por las pasiones. Para evitar la extinción, la izquierda debería explorar la confluencia de las tradiciones socialista y liberal, que sigue siendo un terreno fértil para nuevas ideas.