La energía es una fuente de poder y, como tal, es motivo de fricciones y conflictos. En Sudamérica, la energía puede ser también el eje de proyectos de integración que garanticen la seguridad a los Estados asociados. Para ello, es necesario dejar atrás la visión de la energía como una simple materia prima y adoptar una perspectiva estratégica: un proyecto de integración energética debe descansar en sólidas decisiones políticas, con una planificación para varias décadas que deje de lado el «patriotismo económico», profundice iniciativas novedosas, como la tecnología del etanol en Brasil, y avance en la búsqueda de fuentes variadas y, de ser posible, renovables.