Tras ganar de manera holgada las recientes elecciones nacionales y regionales, el movimiento bolivariano de Venezuela se enfrenta, como fenómeno basado en el culto a la personalidad, al mayor peligro desde su conquista del poder en 1998: la desaparición de su líder del escenario político. Si bien el «efecto duelo» se tradujo en un baño se legitimidad sobre su sucesor, Nicolás Maduro, y al parecer garantizará su triunfo electoral el 14 de abril, tres elementos pueden aumentar la conflictividad en la Venezuela poschavista: el comportamiento del chavismo popular, el impacto de medidas de ajuste económico y el desborde institucional de la movilización ciudadana.