A partir de la derrota electoral del sandinismo en febrero de 1990, se rompió el impulso nacional a favor de la revolución social. Pero ha continuado, aisladamente, la resistencia social por sectores específicos, a la ofensiva de restauración conservadora implementada por el gobierno. Aunque forzosamente la resistencia social no puede continuar por tiempo indefinido debido a que las masas están fatigadas y desilusionadas. La misma política del gobierno de «firmar y cumplir jamás» incrementa la desmovilización, la despolitización y el cansancio de los sectores sociales empobrecidos. Es a esta política que la dirección de los sandinistas ortodoxos se encuentran asociados. Pero esto no pueden saberlo, ni siquiera sospecharlo, los campesinos y obreros que se entregaron en cuerpo y alma a la revolución sandinista.