El proceso de transición democrática en Brasil, errático y de larguísima duración, contribuyó a ampliar las incertidumbres propias de esta situación, común a varios países latinoamericanos. La tendencia de las fuerzas políticas parece ser la de «adaptarse» a la herencia de la cultura política tradicional del país, incluso a aquella dejada por el periodo autoritario. Paralelamente, otro fenómeno característico de la transición en Brasil es el descrédito en que han caído, en vastos sectores populares, la actividad política, los partidos y sus dirigentes, y las instituciones representativas, especialmente el Legislativo. La crisis abierta por el agotamiento de los regímenes autoritarios, en definitiva, aún no se resuelve por completo en Brasil, cuando las recientes elecciones presidenciales «directas» abren una gran oportunidad para la consolidación democrática.