La necesidad de una regulación a escala mundial - una «gobernabilidad global» - se impone para hacer frente a los desafíos que interpelan al hombre, como especie humana, sin consideración de categorías sociales, y al planeta, considerado en su totalidad, sin particularizar sobre uno u otro país. Las controversias científicas de las que estos desafíos son objeto, así como también las diferencias en las percepciones sobre la gravedad de los riesgos, frenan el progreso colectivo de la empresa. Dichos desafíos constituyen problemas globales - proliferación nuclear, medio ambiente, migraciones, drogas - inscritos cada vez más en la fractura Norte-Sur. Su solución supone la restauración de una gobernabilidad interna dondequiera que ella se encuentre debilitada por los asaltos de una mundialización salvaje.