El 19 de julio de 1979 se registró en América Latina un sismo político de grandes proyecciones que conmovió a todo el mundo. La revolución popular sandinista había derrocado a una de las dictaduras más brutales de que se tiene memoria, la de Somoza, y que había mantenido sojuzgado al pueblo nicaragüense por más de 40 años. La revolución, a lo largo de su prolongada y cruenta lucha, en la que hubo cerca de 50.000 víctimas, se había ganado el respeto y la solidaridad de la comunidad internacional. Para los pueblos de América Latina, en especial para aquellos oprimidos por feroces dictaduras, se abría una senda de nuevas esperanzas.