Tarde o temprano, y del modo que sea, las instituciones terminan por reflejar los cambios en el paralelogramo del poder real. Es lo que sucede hoy en los organismos internacionales: el debate y las transformaciones en curso reconocen el ascenso de nuevas potencias económicas y políticas, y este reconocimiento se ha hecho explícito durante la cumbre del G-20 realizada en Pittsburgh el 24 y 25 de septiembre pasados.