En México, donde prevalece un régimen presidencialista, este es un año clave. Después que en septiembre el presidente Miguel de la Madrid presente su quinto informe de gobierno se sabrá quién es su sucesor. Pero la pugna por el poder ya empezó desde hace tiempo y en forma desbordada en comparación con otros sexenios. Hasta ahora se había considerado como una prerrogativa incuestionable del presidente de turno designar a quién debería reemplazarlo en el cargo más alto de la nación, conforme a sus preferencias e intereses. Probablemente esto no suceda de manera simple, sino sea el resultado de una serie de negociaciones y acuerdos entre los principales grupos de poder. Negociaciones, eso sí, siempre realizadas en la cúpula y en capilla y a las que ni siquiera las bases del gobierno Partido Revolucionario Institucional tienen acceso.