Junto a las tradicionales pugnas entre los países del Norte y el Sur en torno a la distribución de las riquezas, espacios de mercado, términos de intercambio, etc., se va perfilando con creciente nitidez una nueva línea de confrontación, que tiene como eje la cuestión de cómo repartir los costos de la destrucción ambiental que ocasiona la moderna civilización industrial.