En medio de un cuadro desolador, en el Perú triunfa por mayoría abrumadora un joven dirigente del APRA: Alan García, quien en su campaña demuestra interpretar los intereses e identidades de las masas pobres de la ciudad y el campo, de las etnias más postergadas y discriminadas y de todos los sectores políticos progresistas del país. Desde el inicio de su mandato pone en marcha medidas espectaculares, comunicándose directamente con las masas: acabar con la desarticulación que existe entre los diversos sectores de la producción y de la sociedad, acciones tendientes a una mejor distribución de la riqueza, moralización de la administración pública, abierto combate contra el narcotráfico, control militar en el desempeño de la lucha antisubversiva, y la audaz decisión de afrontar el problema de la deuda externa pagando sólo el equivalente del 10 por ciento del valor de las exportaciones para servirla, y rechazar la intervención del FMI en la definición de la política del Perú. En lo internacional, Alan García relanzó la política tercermundista y de la integración latinoamericana. Por otra parte, su apoyo a Contadora y a Nicaragua permite sostener que el nuevo gobierno busca convertir al Perú en sujeto autónomo en las relaciones con EEUU. El autor analiza los antecedentes y factores que condujeron al triunfo de Alan García, las primeras medidas decretadas y las crecientes expectativas que ha generado esta novedosa experiencia política.