Bolivia es el segundo productor mundial de una de las mercancías más cotizadas en los dispendiosos mercados del Norte, pero sigue siendo el país más pobre de Sudamérica. El tráfico ilícito de cocaína, que ha creado de la noche a la mañana fabulosos imperios económicos, sólo deja en Bolivia un rastro de miseria e inseguridad entre los campesinos dedicados al cultivo de coca. Y es que, como ocurrió siempre con los recursos naturales, los países ricos ganan más consumiendo las materias primas que los países pobres produciéndolas.