Mucho se ha escrito y especulado sobre la influencia de La Revolución Francesa en la Revolución de Independencia de América Latina. La historiografía liberal latinoamericana se ha empeñado particularmente en destacar esa influencia, relievándola al punto de mostrar a nuestro proceso emancipador como un efecto histórico de la gran transformación francesa. Empero, un análisis objetivo de aquellos fenómenos muestra que esa influencia no fue tan decisiva, y que la independencia de nuestros países, fue sustancialmente el resultado de una larga crisis colonial y de una creciente toma de conciencia de los pueblos latinoamericanos respecto de su destino histórico.

La pugna de poderes es una vieja realidad de la democracia liberal. Ya los primeros teóricos de ésta, como John Adams, plantearon su preocupación por el problema del enfrentamiento de poderes y sugirieron soluciones basadas en la institucionalización de un sistema de dirimencia jurídica, para evitar salidas autoritarias a este tipo de conflictos. En América Latina, la pugna de poderes es una realidad tan vieja como las repúblicas del área. En el caso ecuatoriano, este tipo de conflicto político se ha manifestado reiteradamente a lo largo de la historia republicana, con diferentes resultados. Empero, casi siempre ha resultado afectada la estabilidad política del país. Vista en perspectiva histórica, la pugna de poderes es una crisis política típica del capitalismo dependiente y propia de sociedades que, como las latinoamericanas, están cubiertas por el manto de un Estado moderno, pero cuya estructura social está plagada de asimetrías y rupturas que han impedido la integración real y formal de sus burguesías internas y, por ende, la consolidación de una fracción hegemónica de la burguesía en el poder del Estado y la realización de algunas importantes tareas históricas del Estado nacional.