Hablar sobre béisbol desde el lugar y el discurso que imponen los espacios académicos tiene gusto a traición para el profesional que reconoce en su otro yo, el fanático, a un ser más tolerable y menos aburrido. De ahí el intento de ensayar un imposible discurso híbrido entre la reflexión y la experiencia. De ahí, su carácter fragmentario y tenso; el homenaje al origen de esa identidad alterna; el elogio -largamente vivido- del exceso carna- valesco y de la dimensión mítica; la voluntad de hacer de la pasión y del saber también una (¿contra?)política y una (¿contra?)cultura, siendo ante todo una forma de ser y de ser (en) público.